El basilisco actuó tan rapido que nadie lo vio venir, abriendo la mandíbula sujetó el brazo de Yuuko y lo arrancó de su cuerpo. Un chorro de sangre salió despedido de la articulación y Shaoran entró en pánico.
—Sakura... —volvió a llamarla, ella murmuró algo ininteligible—. Escucha, sé que estás enojada con ella y ella contigo, pero es tu maestra. Esa cosa... va a matarla. Sakura —dijo nuevamente y palmeó la mejilla de la joven—, abre los ojos.
Los espejos esmeralda se encontraron con el rostro de Shaoran y el grito agudo de dolor de su maestra la hizo reaccionar. Miró hacia la izquierda y, asombrada y aterrorizada al mismo tiempo, notó que la hechicera estaba sangrando copiosamente en el suelo mientras el basilisco se erguía con la intención de bajar en picada sobre ella.
—¡Detente! —gritó y cerró los ojos en cuanto la bestia bajaba con la velocidad del rayo hacia el cuerpo de su maestra.
El basilisco se detuvo a medio metro de distancia de la mujer, con los ojos dilatados y los sentidos puestos en la orden de su ama.
Sakura abrió el ojo bueno en su totalidad y el basilisco volvió reptando hacia ella para segundos después, desintegrarse en el aire. La cadena de plata cayó al suelo sin vida y Sakura, con la respiración acelerada dejó salir un suspiró y apoyó la frente sudorosa en el pecho de Shaoran.
—Vámonos —le apremió—. Puedes dormir en el camino de regreso —susurró él a su oído. Sakura notó en su voz algo diferente... una nota de temor.
—¿Cómo está? —preguntó la voz de Tomoyo cuando llegó corriendo a ellos.
—Está bien. Touya... no puedo llevarla.
—Ya lo hago yo —dijo el moreno de inmediato, se inclinó y elevó a la muchacha desmayada en sus brazos.
Shaoran se incorporó con ayuda de Tomoyo y entonces los cuatro comenzaron a caminar hacia los caballos.
El fuego aún crepitaba tras ellos acompañado de los lamentos de la hechicera que fueron haciéndose cada vez menos fuertes hasta que desaparecieron cuando se quedó inconsciente. Otro sonido más lejano llegó a ellos. Un sonido que le hizo erizar el vello del cuerpo al príncipe... un sonido que le sería imposible no reconocer.
—¿Eso es...? —preguntó Tomoyo a su lado cuando él se detuvo, helado.
—No puede ser cierto.
El golpeteo de cascos de caballos rodeó toda la plaza y más de cien hombres aparecieron al frente y otros pocos más a su alrededor. Llevaban el uniforme real de Nader y el emblema de un lobo aullando adornaba el pecho del peto de metal que usaban todos los hombres de su padre. Las capas de un color verde oscuro ondeaban al viento de la noche.
Estaban rodeados por el ejército real.
—¡Alteza! —llamó el líder a pocos metros de él. Una sonrisa burlona asomó por sus labios—. ¡Es hora de volver!
Shaoran se irguió a pesar del dolor.
—¿Cómo... cómo me encontraron? —preguntó confundido.
Era imposible.
—Una mujer de una posada nos dijo que viajaba con dirección al mar y que aquí podríamos encontrarlo —anunció con la misma sonrisa burlona.
Shaoran sintió bullir la sangre en su interior y tanto él como Tomoyo, miraron en dirección a Touya.
Con una terrible seriedad, el de ojos marrones asintió.
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La forjadora de bestias
RandomY el príncipe y la princesa vivieron felices por siempre, pero... ¿y si el príncipe se enamorara de la bruja?