CAPÍTULO 9

296 31 0
                                    

Control.

—Estamos jodidos, Black—expresa él italiano quien se pasa la mano por el rostro denotando frustración.

—Lo sé, Ferrara; estamos demasiados jodidos. ¿Ahora como mierda ocultaremos nuestros rostros?

Ocultar nuestros rostros será un total dilema porque podría generar desconfianza entre los Ackermann hacia nosotros.

—No tengo idea alguna, Tasha. Pero debemos ir a ese jodido encuentro sea como sea, le hemos pedido una reunión de negocios y nos la dio, hay que saber aprovechar oportunidades como esta—dice mientras se cruza de brazos y fija su mirada en mí.

—Tenemos que elaborar un plan, y tiene que ser rápido. ¿Para qué fecha nos citó? —inquiero levantándome de la cama.

—Mañana en la mañana en Múnich a un almuerzo de ¨negocios¨.

Yo misma le he pedido a Ilya una oportunidad para que podamos hablar de negocios y parece confiar en nosotros, si no fuera así no nos daría la oportunidad de asociarnos.

—Yo igual, ¿ya leíste los informes sobre los agentes? ¿los apruebas o no? —indagué.

—Ya los leí, e investigue un poco más; los apruebo.

Genial. El nuevo equipo seria de mucha ayuda para esta operación, necesitamos más mentes maquinando planes y estrategias.

—Bien, ahora debemos elaborar una estrategia.

—Exacto, vamos al living—dijo saliendo de la habitación, lo seguí; bajamos al living y me senté junto a él.

—Primero, ¿Cómo mierda vamos a ocultar nuestros rostros? No creo que sea posible hacerlo.

—Exacto—afirmo—. Llegar con los rostros ocultos generarían desconfianzas, ¿porque no querríamos que vean nuestros rostros? eso indicaría que estamos ocultando algo, no podemos hacerlo. Si los Ackermann no confían en nosotros la misión caerá en picada, necesitamos ganarnos la confianza y atención del clan—puntualizo.

—Tienes razón, para nuestra suerte los rostros de los Wagner nunca han sido vistos—explica escrutándome con la mirada—; no corremos riesgos en eso. Deberemos mostrar nuestros rostros si es necesario para ganarnos al clan.

—Lo siguiente, necesitamos escoltas. Los Ackermann llevan escoltas a donde vayan y no podemos ir desprevenidos—advierto desviando la mirada—. Tenemos que llevarnos a los nuevos, no tenemos de otra.

—Hablaremos con ellos y con Schneider, solo ellos sabrán de esta operación. Nadie más, no podemos arriesgarnos.

—Estoy de acuerdo.

—Bien, debemos conseguir la manera de llegar a Múnich de manera encubierta. Ilya no puede saber a qué hora llegamos, o en donde aterrizamos—agregué.

No podemos usar nada que tenga que ver con la agencia, no podemos dejar ni el mínimo rastro de que pertenecemos a la GIA.

—Usaremos mi jet privado—soltó el italiano serio.

Massimo es asquerosamente rico, lo había olvidado.

—Vaya...—suelto pasándome la lengua por los labios.

—¿Qué? —enarcó una ceja reparándome con curiosidad.

—Que había olvidado lo asquerosamente millonario que eres—comento, al escuchar mi comentario esboza una sonrisa irónica mientras niega con la cabeza.

—No sé porque te sorprende, que yo sepa tú también eres igual de ¨asquerosamente millonaria¨—remarca con sorna—, que yo.

—Lo soy, pero no desparramo mi dinero de esa manera—aclaro.

Al límiteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora