Declaraciones.
Tasha.
El desesperante sonido de los mil demonios que se cargaba mi alarma me despertó, haciendo que abriera los ojos para encontrarme sorprendentemente en la cama de la casa de Ferrara, con la ropa que utilice ayer puesta y con el cabello suelto. ¿Cómo es que no me puse el pijama, y porque no recuerdo haber caminado hasta la habitación?
¿Cómo carajo llegue aquí?
Me desperecé y caminé hacia el baño para despojarme de mi ropa, hacer mis necesidades y darme una prolongada ducha. Al salir de esta me envolví con una toalla para escoger mi ropa y vestirme. Opte por un vestido ajustado sin mangas color terracota que de corto me quedaba a cuatro dedos antes de la rodilla, junto con un sobretodo de hilo y unos tacones de punta negros. Me maquille ligeramente para secar mi cabello y peinarlo dejándolo suelto.
Tome una maleta pequeña que había comprado recientemente para empacar en esta todo lo necesario para el viaje. Al terminar de hacer la maleta tome mi bolso para depositar en el mi móvil, mi billetera y mi glock junto con sus cargadores. Una vez ya lista baje por las escaleras y me dirigí hasta la cocina para toparme con Ferrara, quien se veía tan jodidamente irresistible como para ocasionar el desmayo de cualquier mujer que se le cruce, desayunando con un montón de comida que parecía ser para alimentar a toda la ciudad.
—Buenos días—salude para colocar mi bolso y la maleta al lado de la silla y sentarme en esta examinándolo sin descaro.
—Buenos días, Tasha. ¿Dormiste bien? —inquirió el italiano enarcando una ceja, pícaro.
¿A caso se estaba burlando?
—Bastante, ¿tú me has llevado a la habitación? —interrogue sin poder resistirme. Joder, necesitaba saber.
—Exacto, intente despertarte de varias formas, pero estabas dormida como un tronco. Así que tuve que llevarte en brazos hasta tu cama. Hasta dijiste cosas demasiado interesantes estando dormida, no sabía que eras de esas—finaliza esbozando una sonrisa traviesa que logra que todos mis bellos se pongan de punta, y no es precisamente por las ganas que le tengo.
Joder, ¡qué vergüenza!
—¿Que te he dicho?
—Algo así como: ¡Hazme tuya Massimo! —replicó este con burla imitando una voz chillona.
Lo estaba disfrutando, maldito.
Lo odio.
—Pude haber dicho cualquier cosa, ¡pero menos eso! —exclamé enfurruñada. Es obvio que el italiano estaba jugando conmigo.
—Pues tu no recuerdas absolutamente nada, no puedes contradecirme.
—Maldito—lo escudriñe con una mirada de asesina en serie que me guardaba para cuando necesitara intimidar a alguien, pero todo indicaba que no funcionaba con él, ya que ni se inmuto y esbozó una mueca burlona que termino por amargar mi humor.
Tal vez no funciona en burros.
—Solo estaba bromeando Black, tranquilízate—añadió Massimo mientras seguía comiendo.
—Pues las bromas no se te dan bien—confesé aun enfadada, mientras de mala gana me servía un poco de café.
—Tu eres la única amargada aquí—dijo encogiéndose de hombros, indiferente.
—¿Amanecimos de buen humor, ¿eh?
—Casi siempre estoy de buen humor, Black. Pero siempre vienes tú con alguna estupidez y me jodes el día.
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Al límite
AksiTasha Black sepulta el pasado convirtiéndose en una de las mejores agentes de la GIA, siendo reconocida mundialmente por sus múltiples logros y hazañas, encabezando así la sede central de la agencia. Hasta la llegada de Massimo Ferrara, su nuevo co...