CAPÍTULO 4O

118 9 0
                                    

Desconcierto.

La desesperación que se vivía en la sala era hilarante, yo fingía que estaba por hiperventilarme, mientras que Massimo simulaba intentar ayudar a los súbditos de Ilya, cuando se encontraba haciendo todo lo contrario, intentaron hackear el sistema de transmisión televisiva del país, pero fue imposible, ya que la noticia ya se había divulgado hasta de forma internacional, intentar detener esto sería como intentar detener un huracán, sea como sea terminaras hundido.

—Tiene que haber algo que se pueda hacer, nuestras identidades no deberían de ser reveladas, ¡joder!, ahora mismo hablare con nuestro equipo, tenemos que solucionarlo de alguna manera—exclamé fingiendo estar tan alterada que podría descompensarme dentro de unos minutos.

—Siéntese, señora, no queremos que le suceda nada—habla uno de los hombres dirigiéndose a mí, con la voz ligeramente alterada.

¡Ja! quien diría que esto funcionaria tan bien.

—No se preocupe, estaré bien—replico extrayendo el móvil que llevaba en la cartera, para fingir llamar a alguien, desvío la mirada hacia el italiano, chocando con la suya, para dedicarle una mirada de advertencia y salgo del complejo, dirigiéndome hacia los jardines de palacete, con intenciones de encontrarme con alguno de los hermanos.

Ubico el móvil pegándolo a mi oreja, y paseo por el patio fingiendo hablar con alguien de nuestro ¨supuesto equipo¨ sobre el reciente problema.

Repaso con la mirada todo el complejo y no visualizo movimiento alguno, hasta que, de reojo, capto a Jarek Ackermann caminando hacia donde me encuentro con una mueca furiosa plantada en el rostro. Finjo no verlo y continúo hablando.

—Deben solucionar ese problema ahora, nuestras identidades están en juego, no podemos permitir que nuestros rostros salgan a la luz en plena televisión alemana, y mucho menos la de nuestros socios, esto ocasionara un gran daño a el negocio y a todos nosotros ¡arréglenlo ya! —vocifero por último y finjo colgar la llamada para centrarme en el clon de Ilya, quien se posiciona frente mío con la mandíbula y los puños apretados como si fuesen a explotar.

—¿Qué coño haces aquí? Espero que ustedes no tengan nada que ver con esto, porque no vivirán para contar...—comienza con su sermón a lo que lo interrumpo al instante.

—¿Disculpa? ¿Enserio te atreves a señalarnos después de que estamos intentando arreglar la mierda en la que nos metieron? Si esto está pasando es porque tienen topos como socios, que no dudaron venderlos por unos millones de euros, yo que tu cuidaría más lo que salga de mi boca, porque los únicos que siguen al pie del barco junto a ustedes somos nosotros, ya que no creo que nadie quiera seguir estándolo luego de este bochorno—suelto con la frente en alto, sin perder el contacto visual con el rubio ojiazul quien me escruta con una mirada gélida, llena de dardos.

—Eso sea por verse, no dejare de investigar hasta que encuentre algo, ustedes no son lo que parecen y voy a demostrarlo—amenaza frunciendo el ceño de forma exagerada.

Maldito hijo de puta.

Las ganas que tenia de estrangularlo con la costosa corbata que llevaba puesta eran enormes, pero tenía que actuar como una dama, y no mostrar nervios ni resentimientos algunos hacia él.

—Hazlo, y con lo único que te encontraras es con una enorme pared, porque mi esposo y yo no tenemos nada que ocultar, y solo un imbécil, se atrevería a desconfiar después de todo lo que hemos hecho por este clan—empujo mi cabello hacia atrás con superioridad para dejarlo con la palabra en la boca y caminar hacia el complejo en donde se encontraba Massimo junto con los demás súbditos de los Ackermann.

Al límiteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora