Situaciones sorpresivas.
Entre abrí los ojos percatándome del movimiento del yate y la luz del sol que se filtraba por la ligera cortina del camarote. Un pesado brazo descansaba sobre mi cintura al igual que unas torneadas piernas estaba enredada entre las mías, el aroma embriagador del italiano inundaba mis sentidos, levante la mirada para fijarla en su impasible y relajado rostro, seguía durmiendo plácidamente mientras me apresaba entre sus brazos. Mi cabeza estaba sobre su pecho, al igual que uno de mis brazos sobre su duro abdomen cubierto con una franela, no sé en qué momento llegamos a esta posición, recuerdo haber puesto almohadas en medio de la cama para que no tuviéramos contacto, pero al parecer Ferrara las había tirado al piso cuando estaba dormida.
Y no me quejaba, este hombre era extremadamente cómodo para dormirse sobre él. Intente levantarme de la cama para ir al baño, pero el fuerte agarre de sus brazos me lo impedían, forcejee con estos hasta que despertó.
—Mmm—murmuró con su enronquecida y sexy voz mañanera, abriendo los ojos lentamente para percatarse de mi presencia—. Buenos días.
—Buenos días—respondí para fijar la mirada en su brazo, que seguía impidiéndome que saliera de la cama—. ¿Puedes...? —pedí incomoda intentando no hacer contacto visual con él.
—Desde luego—dijo deshaciendo el agarre, para que así pudiese levantarme de la cama con dirección al pequeño baño privado, con el cual contaba el lujoso camarote del yate de los Ackermann.
Hice mis necesidades para rápidamente darme una ducha y salir del baño envuelta en una toalla, ya que olvidé llevar mi ropa para vestirme dentro. Ferrara se encontraba parado al otro lado del camarote repasándome con la mirada sin pudor alguno.
Disfrutando de las vistas, eh
—Quisiera vestirme, ¿entraras a ducharte? —inquirí rascándome la cabeza un tanto nerviosa, lo que le pareció notar al instante para asentir con la cabeza y adentrarse al baño. Caminé hacia el vestidor, donde se encontraba la pequeña maleta que traje para esculcar en esta y sacar el atuendo que había preparado, constaba de un hermoso vestido playero blanco con bolados en las mangas, que contaba con un tajo en medio dejando a la vista mis piernas al caminar, el vestido me llegaba hasta los tobillos, era fresco y casual, pero sin dejar de lado lo distinguido. Lo acompañe con unas sandalias de tacón blancas, me maquille ligeramente para peinar mi cabello y dejarlo suelto, me coloque unos hermosos aretes finalizando al ponerme unos lentes de sol.
El italiano salió de la ducha con la toalla anudada a la cintura, dejando al descubierto su esculpido torso del cual escurrían gotitas de agua, al igual que de su cabello húmedo. Levantó la mirada para repasarme con está, quedando con la boca ligeramente abierta por unos pocos segundos.
—Estas hermosa, como siempre—halagó dejándome enmudecida para encaminarse hacia el pequeño vestidor, mientras que yo manipulaba el collar que había lucido ayer en la noche intentando extraerle la memoria para cambiarla por otra y seguir grabando. Pero me fue imposible, tanto que me rendí y decidí no utilizar ningún método espía, no podíamos utilizar micrófonos ya que estos si pueden ser detectados pero las cámara no, ya que no emitían señal por la memoria que llevaban. Volví a guardar el collar en la caja para levantar la mirada y fijarla en Massimo, quien lucía condenadamente bien con unos pantalones de vestir gris oscuro, acompañándola con una camisa blanca ceñida, su cabello estaba perfectamente arreglado, haciéndole lucir demasiado atractivo y varonil. Tomo sus lentes de sol para colocárselos en la abertura de la camisa y fijar su mirada en mí.
—¿Y bien? —dijo esperando un halago de mi parte al notar como lo miraba sin pudor alguno, estaba para comérselo.
—Te ves bien, ya lo sabes.

ESTÁS LEYENDO
Al límite
AcciónTasha Black sepulta el pasado convirtiéndose en una de las mejores agentes de la GIA, siendo reconocida mundialmente por sus múltiples logros y hazañas, encabezando así la sede central de la agencia. Hasta la llegada de Massimo Ferrara, su nuevo co...