CAPÍTULO 30

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Unidos.

Días después.

Ilya.

—¿Lo trajiste? —interrogo al notar la cabellera rubia de Hela asomarse por la puerta de mi despacho.

Mi prima ingresa a la sala con el rostro muy serio y demacrado. No hay nada de la sonrisa ridículamente alegre que suele dedicarme cada que me ve.

No lo logró.

—No lo pude acorralar, Ilya. El hijo de puta es muy listo y siempre logra escapar de todos lados como la rata que es. Lo he tenido en vilo, pero ha evadido todas mis técnicas para acorralarlo y ha vuelto a escaparse—explica la rubia con la cabeza gacha.

Hela Ackermann nunca me ha fallado con ningún encargo, y el que lo hiciera ahora le estaba sacando mucha credibilidad frente al clan.

—Pagare como sea, primo. Solo dime cual es el precio de mi incompetencia—pronuncia firme, pero aun no es capaz de levantar la mirada y sostenérmela.

—Nunca me has fallado, Hela y eso te ha concedido mi confianza. Dejaré pasar tu desliz por ser la primera vez, pero espero que no vuelva a suceder, porque no soy un hombre misericordioso—aclaro y ella asiente repetitivamente con la cabeza.

—Te lo agradezco, Ilya. No volverá a pasar—manifiesta para levantarse del asiento y salir de mi despacho como un rayo.

El que Hela no haya podido acorralar a Bergmann da mucho que decir. Hela Ackermann era la mujer más audaz y estratega que tiene el clan, y el que ella no haya podido traérmelo es difícil de creer.

Armin Bergmann se ha escapado de mis manos otra vez, pero ya no sucederá. Porque con la carta que voy a sacar de la manga no hay plan que pueda fallarme.

Tomo un cigarro y me lo llevo a la boca para encenderlo e intentar despejar mi mente, pero el que la puerta de mi despacho sea nuevamente golpeada me jode el intento.

—Adelante.

Jafar Koslov ingresa a mi despacho seguido de uno de mis súbditos, quien trae a rastras a un hombre con el rostro amoratado y deformado.

—¿Y bien?

—Es un hombre de la Ndrangheta, ha intentado entrar en uno de nuestros clubes. Ha dicho tener información sobre el cargamento robado en Calabria como excusa para detonar un explosivo dentro del local—informa Jafar irguiéndose.

—Il capo di tutti capi, ha un messaggio per te—suelta el hombre con la voz quebrada por el agarre que ejerce en el mi súbdito.

—Llévalo a las mazmorras, me apetece sacarme la tensión. Ya sabes que hacer—ordeno dirigiendo la mirada a Jafar.

—Como diga, jefe—dice lo último y se retira, seguido de los demás. Paso la mano por el nudo de la corbata y la aflojo, para tomar el teléfono y contactarme con Adib.

—Jefe, que sorpresa. ¿Que puedo hacer por usted?

—Contácteme con Ida Wagner, ahora—espeto imaginando a la pelinegra a mi completa merced.

—Ya mismo, señor.

Segundos después la línea es transferida a otra.

—Diga—la voz de Ida Wagner resuena por los altavoces de teléfono y no puedo evitar relamerme los labios.

—Ida, habla Ilya Ackermann.

————

Tasha.

Al límiteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora