CAPÍTULO 10

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Revuelo.

Los hombres de Ilya se encontraban en la entrada custodiando el lugar, al vernos asintieron con la cabeza y nos dejaron pasar. Bordeau y Klarsson se adentraron al lugar tras nuestro, pero Ivanov y Dagger quedaron fuera.

Ingresamos al elegante complejo, el cual estaba extrañamente vacío para estar en pleno centro de la ciudad, supongo que es uno de los restaurantes de Ilya el cual mando vaciar para llevar a cabo la reunión aquí.

Fije la mirada en la única mesa que se encontraba ocupada en el centro de gran salón, para encontrarme con un hombre joven, de aproximadamente treinta años, si no es menos. Con una altura intimidante que podría llegar a los 1.90, portador de unos ojos azules maliciosos que brillaban como zafiros, cabello rubio, mandíbula perfilada, hombros anchos, porte imponente y masculino, estaba vestido elegantemente con un traje de tres piezas. En síntesis, era un tipo jodidamente sexy. Lo peor de todo es que se apellida Ackermann y que es mi objetivo.

Podrá ser muy apuesto, pero no podría sobrepasar a la belleza malditamente inalcanzable que se cargaba Ferrara. Levante la mirada para observar a el italiano, el cual tenía la mandíbula apretada y los hombros tensos, apretó ligeramente su agarre en mi cintura y nos acercamos a la mesa.

—Buenos días—saludé mirando fijamente a los ojos de alemán, el cual esbozo una sonrisa ladina y tomo mi mano delicadamente para besar el dorso de esta sin apartar la mirada de mis ojos.

Ferrara lo saludo de la misma manera y el alemán le estrecho la mano luciendo indiferente ante las expresiones de superioridad que emanaba el italiano.

—Es un placer tenerlos aquí—comenta—, déjame decirte Ida que eres más hermosa de lo que te he imaginado detrás de ese antifaz—me repasó brevemente con la mirada para luego señalar los refinados asientos—. Tomen asiento por favor.

—Gracias—respondí ante su halago curvando una sonrisa cordial para luego tomar asiento al lado de mi compañero, quien no apartaba la mirada del alemán.

—Ya estamos aquí, ya has visto nuestros rostros. ¿Confías en nosotros? —inquirió Massimo con voz neutra mostrándose sereno.

Estaba demostrando que Ilya no le intimidaba en lo absoluto.

—Luther, ese carácter tuyo hace que me caigas bien. Ida, tu inalcanzable belleza es un arma de doble filo, me encanta que seas tan hermosa pero tan peligrosa al mismo tiempo, también me caes bien. Me inspiran confianza, pero aun no la tengo. Demuéstrenmelo—respondió fijando su mirada en el italiano intentando ¿intimidarlo?

¡Ja! ya quisiera.

—¿Por qué no nos lo demuestras tú, Ilya? demuéstranos que eres de confianza, recuerda que no estamos por debajo tuyo. Tampoco seremos empleados, seremos socios estamos en el mismo nivel—aclaré esbozando una sonrisa ganadora mientras cruzaba las piernas por debajo de la mesa.

Siendo Tasha o no nunca me rebajaría ante nadie e Ilya no sería la excepción.

—Concuerdo con mi esposa, aquí nadie debe intentar ganarse nada. Si deseas trabajar con nosotros, bien. Si no, bien también. Nosotros decidiremos que hacer luego de que nos expliques de que va el negocio—añadió el italiano con voz gélida dedicándole una de sus miradas intensas al rubio quien permanecía del otro lado de la mesa escrutándonos con la mirada.

—Me parece bien— junto sus dedos sobre la mesa—. Me gusta su manera de pensar y actuar, les mostrare cómo va el negocio después de comer, si les parece bien todo podremos comenzar, si no es así igual estaré encantado de hundir una bala en sus frentes—finalizó el alemán con voz hostil sonriendo con malicia.

Al límiteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora