CAPÍTULO 44

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Extasiados. 

Horas después.

Ilya.

—¡Joder! Todo se está yendo a la mierda Ilya, y la familia no lo sabe, pero cuando lo sepa...—habla Eydan, pasándose una mano por la frente con la mandíbula apretada, mientras que Jarek nos observaba sereno como si le importara una mierda.

—No dirán ni una sola palabra al respecto, joder. Soy el maldito líder de este clan y solucionaré esta mierda antes de que se entere nadie, y más les vale colaborar si no quieren acabar en mi trituradora, porque pueden ser muy hermanos míos, pero no toleraré ninguna mínima traición por parte de nadie—advierto dedicándole una mirada gélida.

—¿Que harás que, Ilya? En esta semana hemos recibido más ataques que nunca, han desbaratado cuatro depósitos y arrestaron a seis de los nuestros. Maldita sea, la jodida policía nos está respirando en la nuca y no falta mucho como para que el tío Vinzenz se entere y venga a jodernos con sus políticas de mierda; bien sabes que él siempre quiso el trono después de que Anton muriera. Nuestro padre dejo bien en claro que en caso que tu desistas Vinzenz tomaría el control y él no dudara en usar esa política en tu contra—formula Eydan y joder, Vinzenz será hombre muerto si intenta joderme, no estoy como para tomar las cosas con calma en este momento, el que me joda se ira y no lo hará caminando.

—Y bien sabes que Hela podría contárselo si llega a sus oídos, a fin de cuentas, es su padre—habla Sashel metiéndose a la conversación.

Hela jamás lo haría.

Ella es más leal a mí que mis malditos hermanos, jamás se atrevería a contradecirme y mucho menos a joderme.

Nos han entrenado juntos en las cloacas rusas; fue la primera y la única mujer que deje que me patee el culo en jiu jitzu, recibió una maldita bala por mí, y nunca me había dicho que no.

Hela me consideraba un hermano, y yo muy en el fondo también la consideraba de esa manera. Siempre la he protegido, mucho más que cualquier otra mujer Ackermann y siempre me han reprochado por ello, cosa que me importaba una mierda, desde luego.

Siempre encontraba el tiempo para acercarse al palacete y venir a molestarme con sus historias, pero estos últimos meses había estado muy ocupada con el imbécil de su prometido y con su boda, boda de la cual me habían obligado a ser padrino. Desposar a una Ackermann era más complicado que salir vivo de la boca de un tiburón blanco, pero el idiota lo logró, logró esquivar las más de cien amenazas de muerte por parte de todos los hombres del clan cuando anuncio que quería desposar a Hela.

—No lo hará, y tu bien lo sabes, Sashel. Hela es la única mujer a la que le confiaría mi maldita vida, por lo que, no vuelvas a intentar hacerme dudar de su lealtad hacia mí, porque no terminara bien—lo amenazo mientras tomo uno de mis puros para encenderlo y llevármelo a la boca, en busca de desalojar la tensión en mis hombros.

—Ella ya nos ha fallado una vez Ilya, no fue capaz de encontrar a la rata de Bergmann—agrega Jarek, echándole más leña a mis ganas de patearle la cara. El segundo de mis hermanos no ha estado haciendo ni la mitad de trabajo que debería y ha estado comportándose de manera sospechosa, y eso es algo que no tolerare.

—Dime, Jarek ¿Has aportado algo realmente relevante a la investigación? Si no has hecho nada de eso abstente a hablar, porque no has hecho nada más que calentar la jodida silla de tu despacho, tirando veneno como un incompetente. Así que cierra la puta boca antes que te la cierre yo con una patada, estoy cansado de tus actitudes de mierda, joder.

—Pues si tanto confías en ella llámala, llámala para que venga a arreglar esta mierda, sabes más que nadie todo lo que he hecho para salvarte el culo estos últimos días, y evitar que toda la familia se entere de esta jodida situación. Dejaste entrar a personas equivocadas al clan Ilya, y todos lo pagaremos muy caro si no lo detenemos ya, por lo que piensa muy bien con que palabras dirigirte a los únicos que serán capaces de aceptar una bala por ti—manifiesta Jarek con la voz gélida y desafiante, observándome con una mirada cargada de enojo para salir del despacho con un portazo.

Al límiteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora