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Utilizó dos adjetivos desfavorables para definirme: "irritante" y "problemática".
Al principio, temía que estuviera buscando cualquier error que pudiera cometer para luego utilizarlo en mi contra. Pero su mirada no parecía tener intenciones de lastimarme, aunque también emanaba algo oscuro que me ponía nerviosa. Como una tormenta que me congelaba y quemaba en partes iguales.
Sin embargo, lo que me preocupó en verdad y me hizo prestar atención al estado de mi estómago, tuvo relación con los ruidos provenientes de ese mismo lugar. Por fortuna, nos encontrábamos a una distancia prudente, y su suite tampoco amplificaba los sonidos. Solo cuando quiso acercarse, fue que se desató el horror.
Mi estómago se había convertido en un volcán con retorcijones impredecibles que iban y venían. Esto solía suceder cada vez que ingería incluso la mínima cantidad de gluten, pero en esta ocasión había tardado más de lo habitual en manifestarse, hasta que la molestia se intensificó y me vi obligada a correr hacia el baño.
Apenas pude llegar a tiempo. La descarga de mi resentido intestino fue poderosa, estruendosa e imposible de contener.
Mientras los minutos pasaban y me retorcía sobre el inodoro, comencé a sudar frío y las náuseas me asediaron. Deseé que no se acercara a la puerta. La causa habían sido los huevos revueltos que el amigo de mamá nos sirvió la noche anterior, no tenía otra explicación.
Nunca descuidaba lo que ponía en mi boca debido a mi condición celíaca. Sin embargo, me confié una sola vez.
La peor parte llegó cuando salí del baño y deseaba escapar de la vergüenza que sentí al encontrarlo cerca. Mi cuerpo comenzó a debilitarse, y en medio de la elegante suite, todo perdió color.
En el momento en que mis párpados se abrieron, me encontré en completa oscuridad, tan profunda que por un segundo creí haberme quedado ciega.
La cama en la que descansaba era tan acogedora como una nube en el cielo, y un rayo de luz de luna se filtraba a través de una gruesa cortina corrediza. Más allá, el resplandor amarillo que se escapaba por debajo de la puerta, me indicó que no me encontraba en ningún lugar familiar y que la noche había caído por completo.
Me alarmó la posibilidad de haber dormido durante demasiado tiempo. La combinación del cansancio, saltarme las comidas, y la reacción a ese alimento perjudicial para mi salud, resultó contraproducente. Sabía que continuar de esta manera era peligroso, sobre todo porque mi cuerpo tenía dificultades para absorber los nutrientes de forma adecuada.
Me incorporé con dificultad, todavía sintiendo dolor en el estómago, y me pregunté en qué rincón pudo haber ocultado mis zapatos.
A tientas, avancé hacia la puerta y, al abrirla un poco, pude verlo detrás de su escritorio, concentrado en la pantalla de su MacBook. Ya no llevaba la bata, ahora tenía pantalones y camiseta. Lucía relajado, como si el trabajo absorbiera esa energía pesada que lo rodeaba.
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Servicio de hotel
RomantizmSAMANTHA Decide emigrar de Latinoamérica a los Estados Unidos con la visa a punto de caducar y la necesidad de recurrir a documentos falsos para sobrevivir. Su destino la conduce a un sótano en condiciones desastrosas, ofreciéndole una bienvenida q...