SAMANTHA
Decide emigrar de Latinoamérica a los Estados Unidos con la visa a punto de caducar y la necesidad de recurrir a documentos falsos para sobrevivir. Su destino la conduce a un sótano en condiciones desastrosas, ofreciéndole una bienvenida q...
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En primera instancia, la sorpresa y el desconcierto fue paralizante, imposible de asimilar. Los sentimientos de incredulidad dieron paso a una mezcla intensa de esperanza y confusión, mientras mi mente luchaba por comprender la realidad de lo que estaba presenciando.
El corazón se aceleró, creando una sensación de presión en el pecho, y la respiración se volvió irregular, como si el simple acto de verla desafiara las leyes mismas de la naturaleza. Mi mente se debatía entre aceptar la evidencia visual y aferrarse al concepto anterior de la pérdida. Incluso me resultaba más creíble la idea de que nunca hubiera logrado salir de ese laboratorio.
Al final, la sorpresa también desencadenó una cascada de preguntas, dudas y recuerdos entrelazados. Ver a una persona que se supone que yacía muerta abrió una grieta en el tejido de la realidad, desencadenando una montaña rusa emocional.
Ella estaba aquí, tangible y real, compartiendo el mismo espacio que ese hombre.
La mujer que se asemejaba a la imagen que yacía en mis recuerdos nublados, como la figura materna, lucía ahora un poco más delgada y marcada por los surcos del tiempo. Su belleza, sin embargo, persistía con una gracia que parecía haber madurado con los años. Las arrugas que ahora danzaban en su rostro narraban historias de experiencias vividas, y de momentos que dejaron huellas indelebles.
Aunque el peso de los años se posaba sobre sus hombros, su mirada aún mantenía la chispa de la juventud y la sabiduría acumulada a lo largo del tiempo. La mujer que contemplaba ahora no solo era una imagen de la maternidad que recordaba, sino también un retrato vivo de la resiliencia y la gracia que florecían incluso en los terrenos más desafiantes de la existencia.
—Ah. —El suspiro de Nikolai me sacó de mis pensamientos. Lucía mejor de lo esperado después de haber recibido un disparo en el hombro, y una herida en la pierna—. Vamos, no te quedes callada, o llamará a la CIA.
—Están de nuestro lado ahora. —Cada palabra pronunciada por ella enviaba escalofríos a través de mis terminaciones nerviosas.
Incluso en sus movimientos más sutiles, aguardaba, como si cada gesto pudiera abrir un abismo en el suelo, engullendo a alguno de los presentes y devolviéndome a la cruda realidad. Una en la que estaba seguro, esta persona no se encontraba más. Sin embargo, nada de eso sucedió y comprendí que era hora de recobrar la compostura.
¿Era esto a lo que se refería Oliver cuando insistió en que me asegurara de volver a los Estados Unidos? Mencionó que debía comprobarlo por mí mismo, y tenía razón; de lo contrario, nunca lo hubiera creído.
—¿Fue así que el informe del componente acabó en sus manos? —pregunté, fijando la mirada en ella—. ¿Es así, "Doctora Ese"?
—Como esperaba del hijo de una brillante científica. Supe lo que hiciste con el laboratorio de la famiglia, bien hecho. Eso es muy propio de mí. —Nikolai se encontraba cargado de ironía cuando elevó los pies sobre el escritorio y se inclinó hacia atrás, observando de reojo la trayectoria de los mellizos.