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Mientras avanzaba de regreso hacia la suite, las imágenes del beso y el incidente en el vestíbulo del hotel llenaron mi mente. Danna, una housekeeping nueva como yo, se había acostado con Alastor.
Él poseía una maestría innegable en el arte de la persuasión, pues con una simple solicitud logró convencerme de quedarme esa noche. Me había atrapado en uno de sus hábiles juegos al aceptar. Pero lo más inquietante era la incógnita sobre cuántas mujeres habrían compartido su cama con anterioridad.
No deseaba convertirme en la próxima en la lista, con la perspectiva de tener que lavar las sábanas al día siguiente. ¡Qué espantoso pensamiento! Podía comprender por qué Danna lució tan afectada esa mañana cuando huyó de su suite. Además, algo que hasta ese momento me había pasado desapercibido era lo atractivas que eran las mujeres que trabajaban en el hotel. ¿Sería todo parte de su estratagema?
Fue solo cuando llegué a la puerta de su suite que me di cuenta de que Alastor estaba esperándome. Sostenía mi ropa, ya seca y lavada, en sus manos.
—Pensé que te habías marchado —dijo, pero todavía no me sentí lista para responder. Su voz era profunda y autoritaria. Ni siquiera lo estaba contemplando y ya me producía escalofríos—. ¿Saliste de ese modo?
Sus dedos ardientes levantaron mi rostro en busca de mi mirada. Esos ojos negros eran como un oscuro y profundo mar. Sin embargo, yo no sabía nadar. Me ahogaría si continuaba lanzándome de esa manera.
—Algo te está molestando —concluyó.
—¿Con cuántas mujeres del personal te has acostado? —pregunté, y ante la sorpresa apartó su mano de mí para perder la mirada en el techo.
—¿Con quién hablaste? —suspiró pesadamente, como si estuviera cansado de la situación, o de mí. No comprendí por qué pudo atraerme siquiera un poco.
—Me marcho. —Pasé por al lado, arrancándole mi ropa de las manos.
Había algo que me mantendría a flote, y eso era mi decisión a no dejarme arrastrar por su furiosa corriente. Lucharía contra él y cualquier cosa, sin importar la forma.
—No vivo atado a ninguna mujer. —Sus palabras me detuvieron en frente del baño. Estaba hablando en serio—. Pensaste que tú y yo... ¿Acaso eso es lo que buscas? Un hombre con quien pasar el resto de tu vida —se rio y el agravio me apretó la garganta. Eran las mismas palabras que pronunció Mateo cuando lo encontré en plena infidelidad con la que pensé que era mi mejor amiga.
—¿Quién habló de ataduras? —respondí con una sonrisa sarcástica, desafiante ante su cinismo—. No te preocupes, no ando por la vida con esposas en la cartera. Tampoco es que quiera atarte con una cadena y lanzar la llave al mar. De hecho, lo que menos deseo es que alguien como tú forme parte de mi vida. No lo soportaría...
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Servicio de hotel
RomanceSAMANTHA Decide emigrar de Latinoamérica a los Estados Unidos con la visa a punto de caducar y la necesidad de recurrir a documentos falsos para sobrevivir. Su destino la conduce a un sótano en condiciones desastrosas, ofreciéndole una bienvenida q...