Capítulo 84

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A lo largo del recorrido que hicieron mis ojos al volver a mi mano, tropecé con una sombra en forma de chica que nos vigilaba desde una esquina. Ella y su mellizo eran increíbles en el sentido de que parecían tener la habilidad de aparecer y desaparecer a su antojo, sin dejarse notar. Ya no vislumbraba a uno de ellos en ningún lugar. Tal vez había seguido a Alastor cuando salió, como ocurrió en las últimas ocasiones.

—Ah. —Jacob se vio sorprendido mientras rebuscaba en el interior de su maletín.

—¿Sucede algo? —le preguntó mamá.

—Creí haberlos traído. No es que los necesite, pero... No importa. —Acabó tomando lo necesario para armar el suero, se puso de pie y se acercó a la cama, donde me encontraba sentada, recargada en el respaldo.

Aparté la vista hacia el cochecito, ahora desocupado, que Danna había traído algunos minutos atrás, mientras él hundía la aguja en mi muñeca.

Alrededor de dos horas más tarde, cuando al suero le faltaba la cuarta parte todavía, Alastor se encontró de regreso. El chico asiático entró después de él y fue a pararse junto a su hermana. Hablaron entre susurros, y no tanto con palabras, sino con gestos que solo ellos parecían comprender. Eran extraños y bastante extraordinarios, como si los hubieran sacado de alguna película. Dejé de mirarlos porque Alastor tomó asiento junto a mí.

—¿Cómo te sientes?

—Cada vez con más energía. —Era verdad, no tenía sueño.

Se inclinó sobre mí y me besó en la frente. Cerré los párpados, concentrándome en la sensación y deseando inmortalizar ese momento. Cada uno de mis sentimientos me llevó a la misma conclusión: cuánto amaba a este hombre.

Al abrir los ojos, descubrí que mamá y Jacob, que también se encontraban presentes en la habitación, nos observaban, pero al mismo tiempo en el que los miré, intentaron disimular no haber visto nada.

La última vez que nos vieron, nuestras demostraciones de afecto eran nulas.

—Tienes que concentrarte en descansar y recuperarte. —Alastor se tomó un par de segundos antes de apartarse, para acercar su boca a mi oreja y susurrar—: Entonces te daré todo lo que desees, cualquier cosa, no importa lo que sea.

Cuando se alejó, sentí el peso de esas palabras como una promesa que abarcaba diferentes significados. Puede que tuviera en mente lo ocurrido en su baño por la mañana. Yo sí.

Más tarde, cuando volvimos a quedarnos solos, y mientras revisaba la maleta con mis pertenencias que Alastor trajo de la camioneta, observé la lencería que me había comprado alguna vez. Ya no me parecía atrevida ni incómoda la idea de modelarla para él; de hecho, me resultó bastante atractiva. Se me ocurrió que podría intentarlo.

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