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SCuando mencionó que me proporcionaría un buen desayuno, lo malinterpreté por completo. Nunca imaginé que se refería al lujoso restaurante del hotel. Lo curioso fue que, de alguna manera, me sentí ligeramente decepcionada por estar aquí. Consideré que habría sido más cómodo ir al restaurante de comida chatarra que se encontraba en la piscina.
—Pide lo que quieras —ofreció.
¿Tan hambrienta lucía?
La noche pasada, mamá y yo preparamos la cena sin gluten y nos encargamos de lavar y organizar la cocina de nuevo. Sin embargo, la nevera aún necesitaba atención. A pesar de todo, por fin disfruté de una comida decente, aunque esta mañana me quedé dormida otra vez y no tuve la oportunidad de desayunar.
—¿Por qué haces esto?
—¿Es tan complicado solo agradecer y dejar de hablar?
—De ese modo, ¿cómo podría pedir lo que quiero?
Sonrió con irritación.
—Cuánto me gustaría propinarte una lección. —Sus ojos, de pronto más oscuros de lo normal, me indicaron que debería tener más cuidado con lo que decía. Sus palabras a veces sonaban como si escondieran segundas intenciones, y una oscuridad que todavía no conseguía descifrar, pero temí que se pareciera a la que había escapado.
De cualquier manera, ¿acaso era una cría para que me hablara de castigos y cosas de ese estilo? ¿Qué es lo peor que podría hacerme?, ¿dejarme sin el salario de un mes? Bueno, eso sí sería el infierno.
—Gracias, pero no voy a comer. —Me levanté de la silla, apretando la barra de proteína en mi bolsillo. Alcanzó a tomarme del brazo y volvió a sentarme. Del otro lado de la mesa él lució imponente y poderoso al tomar asiento.
¿Por qué era tan insistente y tenía que complicarlo todo?
—No engordarás.
Apreté la mandíbula. Seguía diciendo que estaba a dieta, y sí, era algo como eso, pero no por elección, sino por necesidad. Ya había pasado por demasiadas experiencias en las que nadie entendía la gravedad de tener una condición celíaca, y tampoco quería gastar mi tiempo explicándole qué era el gluten. Mi trabajo empezaba dentro de poco.
—No tendrán lo que necesito —informé y me miró con mayor interés.
—¿Gustos exóticos?
—Tengo entendido que el personal tenemos prohibido venir aquí.
Tendría problemas con Claudio si me veían, eso era algo que daba por sentado. No por nada nos habían asignado ese horrible lugar sin ventanas para comer, aunque después de reflexionarlo un poco, cualquier cosa sonaba mejor que la casa de César.
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Servicio de hotel
RomanceSAMANTHA Decide emigrar de Latinoamérica a los Estados Unidos con la visa a punto de caducar y la necesidad de recurrir a documentos falsos para sobrevivir. Su destino la conduce a un sótano en condiciones desastrosas, ofreciéndole una bienvenida q...