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Minutos atrás...
No saber en qué abrazo nos despedimos, era una de esas incógnitas que nunca resolveríamos.
Sentía como si una eternidad hubiera pasado desde que caímos al mar y perdimos de vista el buque. Mis extremidades apenas las percibía, los dedos entumecidos se aferraban al bote salvavidas. La energía se desvanecía, agotada por días de inanición. Cada vez que cerraba los ojos, los recuerdos en forma de pesadillas me devoraban, sumiéndome una y otra vez en la oscuridad y la desesperación. Y en el agua, la situación apenas variaba; a pesar de estar muy juntos, el frío incontrolable nos golpeaba.
En más de una ocasión, recordé una escena popular de la película Titanic. Estaba convencida de que Rose y Jack podían haber compartido la tabla. Un pensamiento que se desvaneció al ver el agujero en nuestra pequeña embarcación; volcarla significaba hundirnos con ella.
En medio de estos pensamientos, Alastor ocupaba mi mente, pero lentamente comencé a caer en lagunas, vacíos creados por mi memoria, como si me estuviera quedando dormida.
—No dejes de moverte, Sam. El cuerpo pierde calor más r-rápido de lo que puede generarlo.
Pataleé, luchando contra el entumecimiento.
La lluvia persistía afuera, su sonido más alto que el oleaje o los truenos. El bote salvavidas volteado nos protegía del viento, una tarea difícil de mantener en los últimos minutos.
—Si algo le sucede a Lizzie, ju-juro que...
—Cállate, Raine —interrumpí, frustrada con la persona que nos había llevado a esta situación. También era cierto que era él quien la pasaba peor entre los tres. Cada vez que lo miraba de reojo, no podía evitar perderme en la masa morada y roja que era su rostro golpeado—. Si n-no fuera por ti, estaríamos aún en el buque.
—No tienes idea de nada. Habría muerto a manos de la ge-gente de Nikolai o...
—¿Cómo llegaste al buque? —preguntó Cheyanne.
Raine esbozó una sonrisa irónica que más parecía una mueca, y antes de que lo ignorara, respondió:
—El ser capturados era solo cuestión de-de tiempo. No hay forma de escapar de ellos.
—Por Lizzie —recordé—. Nikolai la estaba b-buscando. ¿Por qué?
Raine emitió un sonido angustiante en la garganta y se estremeció al tomar aliento.
—No conozco el motivo —confesó con un suspiro.
—¿Por qué t-te importa tanto? —inquirió Cheyanne con cinismo. A veces me costaba entenderla, como si llevara un cubo de hielo en lugar de lengua.
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Servicio de hotel
RomanceSAMANTHA Decide emigrar de Latinoamérica a los Estados Unidos con la visa a punto de caducar y la necesidad de recurrir a documentos falsos para sobrevivir. Su destino la conduce a un sótano en condiciones desastrosas, ofreciéndole una bienvenida q...