❦ ❦ ❦
Cheyanne acababa de salir para recibir las pizzas que pedimos por teléfono hacía veinte minutos. Aunque la casa estaba amoblada, no había alimentos, y tampoco me apetecía rebuscar entre restaurantes de comida libre de gluten en Google. Elegimos el primero que apareció y el más cercano.
Lizzie estaba perdida en la televisión, y sabía que eso la mantendría ocupada durante largas horas. Por otro lado, la dueña se marchó, luciendo muy contenta después de haber alquilado este lugar tan rápido y sin ningún tipo de inconvenientes. Tampoco tendría que preocuparme por eso, Alastor me informó que se había ocupado de ese asunto.
Él y yo dimos un paseo por la casa, como si no la hubiéramos conocido a través de ese recorrido virtual.
En la primera sección, me sorprendieron los numerosos cuadros de animales que decoraban la pared a partir de la entrada, hasta la planta de arriba. Conté al menos unos cincuenta de esos cuadros.
Desde la sala donde la niña estaba viendo la televisión, se contemplaba la piscina, y la puerta que nos llevaría a la zona independiente.
Privacidad a la pareja.
Cada vez que pensaba en ello, sentía cosquillas en el estómago.
Cheyanne llega al tiempo en el que llagamos al comedor, y nos escudriña con la mirada.
—¿Lizzie no vendrá? —Contempla hacia la sala de televisión.
—Será difícil que la muevas de ahí —respondí, y Cheyanne me observa con desaprobación, lo que me hace sentir un poco culpable.
—Esta casa es segura, no le pasará nada —defiende Alastor.
Alastor y yo servimos los platos, mientras Cheyanne trata de persuadir a Lizzie para que se una a nosotros, aunque no logra convencerla. Finalmente, la niña toma un pedazo de pizza, obviando el plato, y regresa al lugar en frente de la televisión.
—El día de mañana iré a comprar alimentos y ropa para la niña —nos informa Cheyanne cuando toma asiento frente a mí.
Aunque me hubiera gustado acompañarla, no me ofrecí por temor. Sabía que no podía seguir viviendo con miedo de que algo malo sucediera al salir de casa. Solo esperaba que se solucionara pronto, o al menos, aprender a defenderme y no depender de otros.
—¿Vienes? —me preguntó mientras se servía una porción, y yo di un mordisco al trozo que tenía en la mano. Me sorprendió que el sabor no fuera muy diferente a lo que recordaba de una pizza con gluten, aunque la masa resultara un poco más dura y fina. Incluso tenía un ligero gusto a brócoli.
—Mañana nos visitará el entrenador a primera hora —anunció Alastor, lo que causó miradas de extrañeza de parte de ambas. Yo, porque nunca antes había visto a alguien comer pizza con cubiertos, y Cheyanne debido a lo que acabó de mencionar.
ESTÁS LEYENDO
Servicio de hotel
RomanceSAMANTHA Decide emigrar de Latinoamérica a los Estados Unidos con la visa a punto de caducar y la necesidad de recurrir a documentos falsos para sobrevivir. Su destino la conduce a un sótano en condiciones desastrosas, ofreciéndole una bienvenida q...