CAPÍTULO XXIII

94 15 81
                                    

Volvimos a mi apartamento, ni siquiera fui capaz de despedirme. Solo bajé del auto, entré a casa y me encerré en mi habitación. Pudo haberme dicho muy poca información pero ha sido suficiente para aturdirme.

No puedo pensar en otra cosa más que en esa mujer, la relación que alguna vez llegó a tener con mi padre para aceptar ayudarlo, la manera en la que seguramente la traicionó. Y, no, no tengo idea de si así fueron las cosas pero me es más difícil creer cosas buenas sobre mi padre que las malas.

Simplemente no deja de sorprenderme.

Me quedé quieta frente a mi espejo, con la mirada baja. Mi respiración estaba agitada, mi rabia incrementaba cada vez más. Sentí cada molécula de mi cuerpo irradiar furia, solo quería explotar.

Y eso hice.

Aventé todas las cosas sobre mi tocador a un lado, se desplomaron, causando un estruendoso ruido. Vidrios rompiéndose y líquidos derramados por todo el suelo. Esto de lanzar las cosas te desestresa un segundo pero después te vuelve a irritar porque has dejado un desastre que tú tienes que recoger.

Miré mi reflejo en el espejo, no podía tolerar verme.

—¿Por qué? —le murmuré a mi reflejo—¿Por qué no puedes hacer algo bien?

Sentí una lágrima salir de mis ojos pero la limpié tan rápido como salió. No iba a llorar, no me sirve de nada ahora. Agaché la mirada y suspiré, necesito continuar con esto rápido.

Sentí mi cuerpo relajarse por completo cuando me recosté en mi cama, es simplemente agotador todo esto, siento como si no tuviera un solo segundo de descanso. Recapitulando todo lo que ha pasado hasta ahora, me enfrenté contra dos gigantes estando con la pierna lastimada, tuve un viaje en moto a toda velocidad de una peculiar manera, tuve que dormir en la misma cama que el imbécil de Aarón y todavía peor; me ha gustado.

Escondí mi rostro entre mis manos, intentando olvidar todo lo que pasó pero sigue repitiéndose como disco rayado. La imagen de su desnudo torso, la imagen de su rostro cerca del mío y su mano sobre mi mandíbula, lo cálido de su pecho, lo cómodo que fue dormir a su lado...

No.

Debo dejar de pensar esto, no es lo que busco, no es lo que necesito, debo estar centrada en lo importante. Debo concentrarme.

El timbre de la casa resonó por las cuatro paredes de mi habitación, escuché una puerta abrirse y supuse que era Charlotte. Escuché como se abrió la puerta principal así que me quedé en mi cama, pensando de más seguramente.

La puerta de mi habitación se abrió y los ojos de mi hermana escanearon todo el desastre que había en el suelo hasta llegar a la pobre masa de carne sobre la cama. Que miserable es mi vida.

—¿Debo preguntar el porqué de esto? —cuestionó.

—No.

—Te han venido a buscar—avisó, aun sorprendida con lo que vio.

Resoplé pesadamente y escondí mi rostro en la almohada. Solo quería descansar, era todo lo que estaba pidiendo, ¿acaso es mucho pedir?

Que quejumbrosa eres.

Cállate. También quería descansar de ti.

Ya somos dos.

¡Ugh!

—¿Quién osa molestarme? —dije con tono elegante.

—Oh, lo siento su majestad, el terrible Lord Farquaad ha venido a pedir su mano—me siguió el juego.

—No puede ser...—me senté sobre la cama—Lord Farquaad...—hice un gesto dramático, poniendo mi mano sobre mi frente, fingiendo desmayarme.

—Anda, échalo de la casa por favor—pidió.

Dangerous Love © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora