CAPÍTULO XLII

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Así de rápido como apareció toda esa valentía de hace un rato, desapareció. Todo mi mundo se vino abajo, sentí que todo daba vueltas. No me importó nada más, tiré el teléfono y salí desesperada de la habitación.

Sentía mi estómago y cabeza dar vueltas, quería vomitar. Sentía mi corazón acelerado, mi respiración agitada, miles de escenarios cruzaron mi mente y quería pensar que ninguno sería cierto. No quiero que ninguno sea cierto.

—Blake, ¿Qué pasa? —escucho a Aarón decir.

—Las llaves de tu auto, rápido—ordené.

—¿Qué pasa, Blake? —repitió.

—Mamáestá en el hospital—no podía evitar el temblor en mi voz—por favor.

Me dio las llaves del auto, una parte de mi esperaba que me acompañase, no entiendo porqué no lo hizo; más sin embargo, no tengo tiempo para pensar en eso. No tardé nada en salir de ahí, tomé una chaqueta y me fui, es muy tarde, todo está cerrado y hay poca luz en las calles.

El viaje por más corto que fue se me ha hecho eterno, en el momento en el que llegué al hospital y crucé esas puertas, encontré a Char y papá en las sillas de espera. Mi hermana lloraba descontroladamente y mi padre parecía verdaderamente preocupado.

Me acerqué hasta ellos en busca de una explicación, no me importaba mi aspecto ni mi atuendo, no me importaba que él me juzgara o regañara, todo lo que ocupa mi preocupación es mamá. Justo ahora todo gira entorno a ella.

—Char

No me dejó hablar, se puso de pie y me atrapó en un fuerte abrazo, todo ese llanto que quizá contenía, ahora lo ha dejado salir. Me rompía el corazón verla así de triste, y ahora no puedo hacer nada por ella pues yo estoy igual. Necesito ver a mamá.

—¿Qué ha pasado?

No respondían, sentía la mirada juzgadora de papá sobre mí, jamás había vestido así y a él le agradaba eso. No quiero discutir con él, solo quiero saber qué es lo que ocurrió.

—Mamál-le han disparado—explicó.

Sentí que todo el aire se me iba, me sentí mareada, me sentí vulnerable. Mamá quería irse, ella sabía que no había tiempo y no le quise hacer caso, no quise decirle que no quería irme. Todo lo que hicimos estos años se fueron al carajo por mí culpa, no, aún hay tiempo, aún puedo arreglarlo.

No me importó que no me hayan dado permiso de pasar a verla, crucé las puertas de terapia intensiva y pasé por todos lados hasta encontrarla. Hasta que la vi. Ahí estaba ella, recostada en una camilla y los doctores a su alrededor, su estómago no dejaba de sacar sangre.

El sonido de la máquina, el ruido de los demás pacientes, las distantes voces de los doctores y el sonido de mis latidos, todo parecía incrementarse e ir a velocidad mínima. Todo pasaba en cámara lenta, ellos intentando retirar la bala se hacía tortuosamente lento.

Cada detalle parecía maximizarse, haciéndome temblar, todo pasaba tan lento ante mis ojos que de pronto sentí que solo era un mal sueño. Cuanto me gustaría que fuese solo un sueño.

La gran ventana me permitía ver todo, podía presenciar cada acontecimiento. El doctor introdujo una pinza, intentaba sacar la bala, pero la sangre no dejaba de fluir. De pronto mamá comenzó a temblar, parecía una clase de convulsión, su sangrado no paraba. La camilla se movía al igual que ella, los doctores intentaban detener la convulsión.

Se hizo de todo, al menos eso vi yo. Todo eso, se hizo todo aquello, y aún así el sonido de la máquina se fue a un pitido largo e interminable. La máquina de pulsaciones pasó de incrementarse a disiparse.

Dangerous Love © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora