CAPÍTULO XXXVIII

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Siento cada parte de mi cuerpo alborotado, literalmente siento un millón de corrientes navegando por todo mi cuerpo haciendo que gire de un lado a otro en la cama de felicidad.

Se muy bien que ésta clase de comportamiento es muy similar a la de una nena de dieciocho cuando encuentra a su primer amor y esas cursilerías pero no hay edad para emocionarse por un romance, así que como dicen por ahí:

A la mierda todo.

Después de una semana de encierro al fin logré volver a mi apartamento, claro que ahora se siente extraño salir de mi habitación y no encontrarme a nadie por aquí. Charlotte quería un poco más de espacio, aunque me preocupa que esté faltando a clases, la carrera de medicina no es sencilla y muchas veces nada accesible.

Sin embargo ella conoce bien su escuela, me ha dicho que no me preocupara por eso ya que lo tenía bajo control. Decidí creerle.

Me siento con un ánimo que no había tenido en años. Genuinamente feliz. Me levanto de la cama dejando las sábanas a un lado y me abro paso hasta la bañera. Me desvisto y preparo el agua, todo iba bien hasta que pasé frente al espejo y observé mi reflejo. La herida en el estómago que aún no cicatriza del todo, hematomas en la zona de mis costillas y parte de mi rostro, la cicatriz en mi pierna... Luzco horrible.

Solo bastó darme una mirada rápida para notar todo eso y apagar mi humor. Continué con lo que estaba por hacer aunque ya no tan emocionada como antes.

Una vez lista busqué en mi armario algo decente que ponerme, aunque la mitad de este son sudaderas y pants de algodón. Lo que uso normalmente para el trabajo son los blazers y algún pantalón negro o azul.

No tengo un sentido de la moda como algunos. Siempre optó por lo cómodo y casual.

Salí de mi habitación en busca de algo para desayunar y salí de mi casa. Justo cuando abro la puerta me encuentro con dos hombres gigantes frente a mi auto. Estuve a punto de gritar o prepararme para dar un golpe destructor cuando diviso sus rostros.

—¿Willy Wonka? ¿James Bond? —murmuro.

Quisieras

Ya sé que no se llaman así pero es más divertido de este modo, entonces han sido bautizados de ese modo gracias a mí. Ahora que he aclarado la situación con sus nombres me pregunto, ¿Qué carajo hacen aquí? ¿No eran los guardias del casino?

Uno de ellos simplemente sonrió mientras que el otro dio un suspiro que claramente dijo "Dios, dame paciencia". También la necesito pero, auch.

—Venimos a dejarla al trabajo, señorita —me dice el que está calmado.

No recuerdo quién es quién, son tan similares.

—¿Cómo dices? Creo que puedo llegar sola...Disculpen ¿por qué están aquí? —pregunto, confundida.

—El señor Wilson nos ha pedido que la llevemos—dice el segundo.

Uhm...¿Qué? Esto confirma que el casino si es suyo. Oh dios, no sé si es tierno o raro.

Hay que dejarlo en tierno.

Coincido.

—¿Están seguros?

—Eso diría yo.

—Uhm...—lo estoy pensando seriamente, pero no desaprovecharé el transporte gratis—Está bien, supongo.

Creí que usaríamos mi auto pero cuando vi que señalaron uno distinto, podría que decirse no muy sutil, quedé perpleja. No protesté, solo los seguí en un silencio incómodo hasta estar dentro. Uno de ellos se fue al asiento del conductor mientras que el otro se vino detrás junto a mí.

Dangerous Love © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora