CAPÍTULO XXVI

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Ha sido la más rara manera de despertar. Y no lo digo por el hecho de que inconscientemente me he quedado en la casa del chico, no, sin duda es bastante peor. Hay que recapitular un poco:

Aarón tuvo una especie de episodio, se intoxicó a él mismo; bastante podría decirse, por suerte no consumió nada más como para ir a un hospital. Me ha marcado a mí en vez de a cualquiera de sus amigos cercanos, he tenido que ayudarlo y cuidarlo como a un niño pequeño.

Después ha tenido una especie de pesadilla, demasiado vívida a mi parecer, no parecía poder despertar por lo que tuve que calmarlo de cualquier manera posible. Me quedé en su cama y terminé dormida con él sobre mi estómago.

Sí, dormida, en su cama, con él recostado en..

Cuando desperté tuve la mala suerte de despertar justo al mismo tiempo que él, ha sido la situación más incómoda de mi vida. Abrí los ojos y lo primero que sentí fue un peso sobre mi estómago, pronto ese peso desapareció.

El chico se levantó y me miró, entre confundido y molesto. Me levanté y lo miré, entre nerviosa y confundida.

—¿Qué mierdas haces aquí? —preguntó.

Me quedé perpleja, su voz sonaba más ronca de lo normal, su torso desnudo...Mierda. Debí haberme ido anoche cuando pude, me habría evitado esta estúpida escena de aquí.

—Eh...debí haberme quedado dormida—murmuré.

—¿Pero qué demonios haces en mi casa? —repitió, poniéndose de pie.

—¿No lo recuerdas?

—¿Debo recordar algo? —que imbécil.

—Eh...sí—respondí—has sido tú el que me ha llamado a las cinco de la mañana.

Me miró, incrédulo.

—¿Yo? —bufó—¿por qué habría de llamarte yo a ti?

Tienes que estarme jodiendo. Eres un idiota Aarón. Juro que te voy a matar por estúpido un día de estos.

—No lo sé, te juro que me hice la misma pregunta—ironicé—pero deberías agradecerme, imbécil, si no hubiese venido te hubieras muerto por sobredosis.

Suspiró pesadamente, miró a su al rededor, había intentado recoger la mayoría del desastre aunque de noche no es como que tenga la vista de súper gato. En la esquina seguía el recogedor con los pedazos de vidrio que recogí ayer.

—¿Has venido a ayudarme? —preguntó, aun viendo la esquina de la habitación—¿Te lo pedí?

—Técnicamente no, pero creo que eso intentabas hacer—me puse de pie.

No me miraba, parecía estar pensando, ¿qué? No tengo ni idea. Por alguna razón me siento mal cuando no me mira, es como si en verdad le repugnara el simple hecho de mirarme.

—¿Y aun así has venido? ¿Por qué? —finalmente me miró.

Podía notar un cierto brillo en sus ojos, no puedo estar segura del porqué de ese brillo pero ahí está. Éste hombre es demasiado difícil de leer.

Me quedé quieta, pensando.

¿Por qué vine?

Anoche creía que era porque se notaba raro en la llamada pero yo no habría reaccionado así, seguramente hubiera pedido ayuda a alguien más. Pero decidí subir al auto y venir por mi cuenta, aún sin saber si solo era una broma o algo para humillarme más.

La verdad es que ni siquiera me detuve a pensarlo un poco y eso no es muy yo.

—No...no lo sé...—respondí, indecisa.

Dangerous Love © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora