CAPÍTULO XXV

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Como ya han de saber, a estas alturas, la resaca es una completa mierda. Recuerdos vagos, apestan. Sin embargo, recuerdo bastante bien muchas cosas

No puedo creer que haya permitido que aquello pasara, es simplemente una estupidez dejar que dos tipos me besen el cuello en público, pero todo fue con mi consentimiento. Podía estar ebria pero una parte de mi en verdad lo quería hacer, así que ahora no hay más que lamentarse y seguir andando.

No recuerdo qué fue lo que sucedió después del accidente del baño, sigo confundida al respecto. Ya es bastante extraño que me haya contado sobre él y que de paso me haya sonreído genuinamente, ahora también me ha ayudado mientraseso.

No tengo la menor idea de cómo he llegado a mi apartamento pero en este preciso instante desearía que me tragara la tierra y jamás me escupiese. Jamás. Never.

Eran las cinco de la mañana, seguramente he llegado solo hace un par de horas. Mi celular no ha dejado de sonar y por más que he tratado de ignorarlo simplemente ya no puedo, ya estoy más que despierta.

Tomé el móvil y contesté de mala gana, sin mirar la pantalla.

—¿Quién es y qué quieres? —musité.

Hola, princesa—escuché un leve murmuro.

—¿Aarón? ¿Qué quieres?

No escuché nada, hubo un gran silencio. Bastante largo puedo decir, solo escuchaba sus respiraciones pero ni una sola palabra era emitida. Me preocupé, no quise pero lo hice.

—Hey, ¿estás bien?

De nuevo sin respuesta alguna.

—Aarón, dime que ocurre—ordené.

De pronto escuché algo quebrarse y di un respingo. Mis sentidos de alerta se activaron, me puse de pie enseguida, aún con el móvil en la mano y salí de mi habitación.

—Aarón, dime—repetí—¿Dónde estás? ¿te encuentras bien?

—murmuró.

No le creí. De nuevo escuché algo romperse y fue ahí cuando no me esperé más, intenté rastrear el móvil pero estaba bloqueado. Me fue bastante difícil lograr descifrarlo, no es mi fuerte pero de algo debió de haber servido los sermones sabiondos que me daba George cuando no tenía con quién hablar.

—No cuelgues—indiqué—no preguntes, solo no cuelgues.

No respondió pero no necesitaba que lo hiciera. Ni siquiera me he cambiado, solo me he puesto una sudadera encima y me he trepado al auto, que por cierto, ya está arreglado. Intento no perderme entre las calles, no sé cuánto tiempo me hice de mi casa hasta este lugar pero me bajé del auto más rápido que un rayo.

Me paré frente a la puerta y comencé a tocar. Nadie abría. No me he percatado del lugar, simplemente la preocupación nubla mis pensamientos. Nadie abría, por más que tocara repetidas veces. Podía ser estúpido pero intenté abrir la puerta, tal vez corro con suerte y esté abierta. No, definitivamente nunca corro con suerte, esa maldita es mi enemiga.

Veamos si me sale este bonito truco, hace años que no lo intento. No es un cerrojo común, eso está seguro, pero aun así sirve. Apunten, siempre debes traer contigo ya sea un pasador o un clip, son esenciales.

Les digo que siempre porque en situaciones como esta lo van a necesitar y no van a tener uno, justo como yo en este preciso instante. Revisé todo el perímetro y vi una especie de palita de metal, eso me servirá, genial.

La tomé e intenté ver si cabía en el orificio de la llave, no cupo. Entonces tendré que romper un poco, espero no me lo cobre después porque soy pobre. La pasé por la orilla de la puerta e hice unos movimientos hasta que escuché algo quebrarse. La perilla se aflojó y la puerta se abrió.

Dangerous Love © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora