CAPÍTULO XXXIII

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Blake Steele

—¡Mami!—grité al verla cruzar las puertas de la entrada—¡Papi!

—Hola mi amor—respondió ella.

Corrí hacia ella y me alzó en sus brazos como si fuese una pluma, me abrazó cariñosamente y sonrió abiertamente. Mi padre pasó de largo, como siempre lo hacía. Charlotte se encontraba sobre su andadera, estaba de pie observándonos con esos pequeños y curiosos ojos, su dedo pulgar dentro de su boca y una sonrisita en sus labios.

Mamá me llevó hasta ahí y me colocó de nuevo en el suelo, saludó a Charlotte con un beso en la mejilla y dejó su bolso sobre el sofá. Amaba a mi hermanita y no lleva más de un año que nació, solo sé que será una genial compañía.

Mamá se acercó a hablar con la niñera y le dijo que podía retirarse, esa mujer me caía tan mal que podría embarrarle un pastel entero en la cara y así se le quede manchada de azul por toda una semana.

—Blake, cariño—me habló—ya se va Geraldine, despídete.

—Adiós señorita Geraldine—dije de mala gana.

La mujer salió de ahí. Corrí a la cocina donde mamá ya se encontraba cocinando algo, seguramente estará delicioso, una vez me contó que ella quería ser una chef muy famosa pero no había podido. No me gustaba verla triste así que la ayudaba a cocinar, hasta le hice un sombrero con hojas de papel para que se vea como los chefs que aparecen en la televisión.

—¿Podrías hablarle a tu papi? Dile que venga a comer

—Sip...

Subí las escaleras, al llegar al segundo piso me quedé viendo las pinturas en la pared, son unas pinturas bastante raras. Crucé el pasillo y busqué a papá en su habitación pero no estaba ahí, después logré ver una luz saliendo de su oficina.

Fui a su oficina y abrí la puerta, quería ver si estaba ahí. Cuando entré vi un gran escritorio, mucho más alto que yo, no estaba él ahí. Me adentré más a la habitación y encontré un arma sobre el escritorio, seguramente es de juguete como las que tienen los niños de mi escuela.

La tomé y estaba muy pesada, se me cayó al suelo cuando mi padre me jaló del brazo y me sacó de la oficina con brusquedad. Estaba molesto, no quería que estuviera molesto.

—¿Quién te dio permiso de entrar? —dijo, enfurecido—No te eduqué para que husmearas en lugares ajenos.

—Perdón, papi—murmuré.

—Soy tu padre y me llamarás así "padre"—ordenó—eres una mal educada, te enseñaré a comportante.

No me gustaba cuando se molestaba conmigo, comencé a lloriquear cuando comenzó a gritarme. Me tiró del brazo y me llevó a mi habitación, cuando abrió la puerta y me aventó dentro, todo el lugar cambió de repente.

Ya no estaba en mi casa, estaba en medio de la carretera a la mitad de la noche, había un parque detrás de mí y una luz apenas visible. Tenía mucho frío, no había nadie cerca de aquí por lo que podía ver, la neblina no me permitía ver con claridad.

Comencé a caminar hacia el parque, empecé a sentir que alguien venía detrás de mí, caminé más rápido hasta llegar a alguna casa o donde haya luz para que me ayuden. Los pasos que escuchaba comenzaron a acelerar el paso, escuchaba risas, parloteos y cadenas.

Por más que caminaba no parecía avanzar nada, todo de pronto se puso color negro. Los ruidos cesaron, la luz se disipó y la neblina se esfumó, miré a todos lados y ahora solo quedaba la carretera, ya no había parque o alguna casa. Lo único que veía era la carretera.

Dangerous Love © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora