CAPÍTULO XXVIII

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—¡Qué hacen! —escuché, distante—¡Despierten!

Abrí los ojos lentamente. Me he quedado dormida con el rostro sobre el escritorio donde se encuentra la computadora y el teclado, mis piernas estaban estiradas, sobre el regazo de Aarón. Él estaba de brazos cruzados, su cabeza decaída hacia el lado izquierdo y sus ojos cerrados.

Tardé en reaccionar, sentía mis ojos demasiado pesados y tanta pereza inundaba mi cuerpo. Elevé un poco la mirada y vi a un Louis furioso con un George divertido a su lado. Me levanté y acomodé de manera erguida, bajando mis piernas de su regazo, el cuello me dolía bastante.

El chico despertó de igual manera, cuando estuve más del cincuenta por ciento despierta me percaté de lo furioso que se veía Louis. Impaciente y furioso.

Mala combinación de emociones.

—¡Quítense de ahí! —ordenó.

—No grites...—murmuré—¿Por qué tan malhumorado?

—¡Que no grit...! —suspiró, intentando calmarse—Blake, Wilson, ¿podrían quitarse de ahí ya mismo? Gracias

Puse los ojos en blanco y me puse de pie. Dios, no me vuelvo a dormir así, el dolor de cuello es insoportable. No sabía el porqué del enojo hasta que vi el desastre que habíamos hecho, había al menos cuatro vasos de café regados por el escritorio y lo que parecen envolturas de alguna golosina.

Es verdad, ahora que lo recuerdo, el chico trajo café para no quedarnos dormidos. Podemos darnos cuenta de que no funcionó. Ahora comprendo el enojo del pelinegro. Después de esa escenita el ambiente se relajó, estuvimos un buen rato viendo la maldita pantalla hasta que nos aburrimos y decidimos tomar un descanso.

Fue a por los cafés y trajo unas golosinas de la máquina expendedora. No recuerdo muy bien lo que hablamos pero no fue nada importante, aunque si quitó un poco el enojo que traía contra él.

Louis parecía amar las computadoras, incluso tenían más química que el spaghetti y yo, eso sí que es raro.

—Dónde le hayan derramado una sola gota de café les juro que... —advirtió.

George no lo ha dejado finalizar su grandioso sermón. Han revisado unas cosas y nos han hechado de ahí.

Me sentía rara al llevar la misma ropa del día anterior. De alguna forma sentía que todos me miraban pero decidí pasar sobre eso y continuar hasta mi área.

—Blake—habló el chico.

—Mhm...

Me detuve, lo observé, esperando a que continuará. Me miró de vuelta.

Su mirada es tan fría y a la vez tan cálida, dulce y a la vez tan feroz, indescifrable pero tan expresiva. Podría perderme en ese jardín de tonalidades verdes por horas.

—Tienes saliva seca en la cara—avisó.

¿Es broma?

No

Y no paro de humillarme.

Llevé mi mano hasta la comisura de mis labios y froté con agresividad esperando quitar la mancha, la asquerosa y vergonzosa mancha de saliva.

Soltó una leve risita, una suave risa pero sincera. Negó con la cabeza ante mi torpeza.

—Del otro lado, bruta—dijo.

Justo cuando hice un ademán de mover mi mano a la otra esquina de mis labios, los dedos del chico rozaron con mi rostro. Frotó suavemente hasta quitar la mancha, dejó su dedo pulgar sobre la comisura de mis labios unos segundos. Conectó su deslumbrante mirada con la mía.

Dangerous Love © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora