𝟖. Á𝐧𝐠𝐞𝐥 𝐲 𝐝𝐞𝐦𝐨𝐧𝐢𝐨: 𝐈𝐧𝐬𝐞𝐠𝐮𝐫𝐢𝐝𝐚𝐝𝐞𝐬. (𝐗𝐢𝐜𝐡𝐞𝐧𝐠)

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Había reunión en la Sala Etérea, pero una vez más tenía que pedirle de favor a Wei Ying que lo cubriera.

— ¿Irás a verlo?

— Necesito hacerlo... Han pasado 100 años desde la última vez que lo he visto. Me ha mandado señales con los querubines, pero necesito... Yo-

— Lo entiendo, Lan Zhan me ha dicho que lo ha visto más solitario de lo normal. Ve, ve.

— Gracias. Será la última vez.

— Sabemos que no es así, ve. No te preocupes por nada aquí.

Una sonrisa se formó en el rostro de Jiang Cheng y salió volando de ahí.

Aterrizó en una montaña cubierta de nieve, el viento removía su flequillo, era tan fuerte que deshizo su bonito y alto chongo, por lo que su largo cabello se movía con gracia.

Un estruendo sonó en su espalda volteando rápidamente.

...

— Wei Ying me dijo que salió hace poco. Debes de alcanzarlo.

— No puedo, tengo que estar al pendiente de la cuadrilla que fue hace dos meses al oeste. Puede que hoy regre-

— Hermano, hace mucho tiempo que no te ve. Cada diez años va al mismo lugar que se conocieron, y tú en diez ocasiones no has ido...

— Wangji-

— Encontraste la felicidad. No la dejes ir.

— Pero A-Cheng... Es un... Es-

— ¿Guangyao otra vez?

Lan Xichen sólo cerró sus ojos y dio un largo suspiro. Sí, había hablado con el guardián del bosque los últimos años, pero sólo había afirmado lo que ya andaba rondando en su mente.

— Es mi elección.

— No, tú me ayudaste cuando escapaba de mis sentimientos por Wei Ying. ¿Y que si no debemos estar juntos?, ¿por qué debemos de seguir con esas tradiciones donde los ángeles no se pueden relacionar con nosotros?, ¿ha pasado algo malo porque Wei Ying sea mi esposo?

— No, pero... Es diferente.

— No seamos como los humanos, hermano, fue lo que me dijiste. No compliquemos el amor sólo por el miedo.

Xichen guardo silencio, mientras sus alas comenzaban a salir.

— ¿Podrás cubrirme estos días? Regresaré lo más rápido que pueda.

— El tiempo que necesites. Saludamelo.

Asintió y se fue volando de la Sala de Guerra.

...

— Viniste.

Lágrimas traicioneras recorrían sus mejillas, por cada una que tocaba la blanca nieve, una flor iba creciendo.

— A-Cheng.

Su voz era un susurro apenas audible para el oído humano, pero el ángel lo podía escuchar muy bien.

— Me abandonaste por cien años, Xichen.

Quién había hablado camino hasta quedar de frente del demonio, trazando con ello un camino de flores lilas.

— ¿Por qué? — lleno de frustración, enojo pero sobre todo miedo empezó a darle golpes en su pecho mientras alzaba la voz—, ¿POR QUÉ XICHEN?, ¿POR QUÉ?, ¡ME ABANDONASTE!

El alto dejo hacerse por su pareja, sabía que le había fallado, que no había cumplido su promesa, que lo había dejado a un lado.

— ¿Creías que no iba a saber que hablaste con Guangyao? — alrededor de Jiang Cheng estaba tapizado de flores lilas, rojas y blancas —, ¿en serio?, ¿el guardián del bosque?, ¡DIME ALGO!

— Perdóname.

— Mingjue tenía razón, no puedo confiar en ti.

Celos, celos fue lo que sintió la persona vestida de traje negro.

— ¿Por qué hablaste con el guardián de los rayos de sol?

— No tienes derecho Xichen, no me reclames. Creí que no vendrías.

— Pero lo hice, sólo...

— Sólo, ¿qué?

¿Lo quería dejar? Sí.
¿Se sentía capaz? No.

Era cierto que sus inseguridades aumentaban más con cada día que pasaba, pues la guerra estaba cerca y no sabía cómo llevarla a cabo si su prometido fuera un Ángel, pero en verdad lo amaba.

Recordaba esos días en que los dos eran más jóvenes y podían salir sin tantas preocupaciones, desaparecer por noches y regresar como si nada, cuando en las conferencias se perdían viendo la luna o cuando fueron a ver a Mingjue, donde Xichen le pidió de favor si le regalaba uno de los tantos rayos de sol para dárselo a Jiang Cheng y en esos años que no se vieran siguiera sintiendo la misma calidez que cuando estaba junto a él.

Pero le había fallado, le había prometido verlo cada diez años pero no lo había hecho, es cierto que anteriormente lo había dejado de ver un par de décadas, pero está vez se había pasado, demasiado.

— Perdóname. No te merezco.

— ¿Otra vez con lo mismo?, ¿POR QUÉ TU HERMANO SI FUE CAPAZ ENTONCES?

— A-Cheng, no es lo mismo. Lo sabes.

— NO ME IMPORTA SI ERES EL COMANDANTE DEL ESCUADRÓN QUE VENDRÁ A PELEAR CON EL MÍO... Sólo no te alejes así, te dije que encontraríamos una solución, juntos.

Xichen comenzó a derramar lágrimas y estás al caer en la nieve crispaban, se convertían en lava.

— No me alejes de esa manera Xichen, si crees que no puedo colarme a tu residencia que se encuentra llena de soldados. Estás equivocado.

— Te amo, pero esto no es posible Jiang Cheng. Te lastimo más si sigues a mi lado.

El bonito ángel de alas lilas, con su lindo traje morado abrió sus ojos. Su tonto corazón paro de latir y un estruendo atravesó el cielo.

La guerra estaba decidida, ya no había marcha atrás.
Cien años habían sido suficientes.

Cien años donde Jiang Cheng creyó que esas estúpidas inseguridades se habían ido por fin, donde él ya había encontrado la forma de parar lo inminente unos siglos más para poder estar juntos.

Pero sólo fue un sueño al pensar que el gran y poderoso Lan Xichen comandante del escuadrón del Sur iba a preferir a el comandante angelical del escuadrón de la misma región.

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