El Conqueror perfora el Océano este 18 de abril, como queriendo llegar al cumplimiento feroz de su destino, ese destino al que nos lleva el comandante desde aquel pacto original, y en el centro de la noche, creo morirme en la fiebre, pienso que la muerte es un deshacerse de todo, de ese armado que siempre creí era lo que llenaba el nombre de Rafael Abad de Santillán, y de ese armado surge la conciencia moral, colmada de mandatos y culpas, y los mandatos y culpas se desprenden como ángeles negros que vuelven hacia los girasoles de Van Gogh, pero no son los girasoles sino un Sol donde –como Ícaro– a los ángeles negros se les queman las alas y con las alas quemadas desaparecen los mandatos y las culpas, y sin mandatos ni culpas solo queda esa bola, inmensa de una inmensidad cósmica, de lombrices pegadas que son los sámskaras, los demonios, los pensamientos que conforman esta unidad ficcional que yo sigo llamando Rafael Abad de Santillán, y las lombrices sostienen escenografías de cartón pintado, el mundo de los fenómenos, de la experiencia de esa verdad que diseñó Juan, alquimizó Carpenter, la transmutaron Eleodoro y el demonio filósofo y la materializó Emanuel y flotan en Athón los sámskaras lombrices que se derrumban cuando el globo colorado, ese modo de la Razón Demoníaca que usó el comandante para producir el kantismo, se pincha y el aire que se esfuma es la ilusión del tiempo, pero atrás de esa escenografía hay más lombrices y escenografías, las del pasado, con dioses y demonios pintados, en luchas feroces, y una escenografía atrapante en el teatro de Athón es la que montó Dante con infierno, purgatorio y cielo, con salvaciones y condenas, pero hay otras escenografías sostenidas por otras lombrices que vinieron después, con otras imágenes, sonidos, colores, olores y luces artificiales que la iluminan, y Haydée me revela en esa noche del Conqueror de ese 18 de abril, que hay un mundo que debe estallar, el que tengo armado en la mente, sostenido por innumerables lombrices pegajosas, inmundas, soberbias, creadoras, lombrices que se mueven en el movimiento interminable de la historia, lombrices que anuncian el siglo diecinueve.
Haydée se desliza con su música en ese siglo y viene acompañada de Sofía, que se presenta como una luz, es un modo de presentarse para quien está más allá de la luz y de la no luz, pero yo solo puedo reconocerla como luz. ¿Quién es Sofía? ¿Cómo decir lo inexpresable? Haydée me dice que con la Gracia del Padre lo inexpresable puede expresarse, y entonces digo Sofía es armonía, Sofía es agradecimiento y a la vez silencio. Sofía es revelación y como poder el gran poder transmutador de las lombrices que sostienen el siglo diecinueve. Sofía se hace visible porque han llegado los últimos días de Athón.
Sofía es la energía complementaria de Solaris, que es la Conciencia del Padre en su más prístino estado de manifestación, por eso no se la puede asociar con una figura, un personaje o cualquier referencia que implique algún tipo de determinación. Es lo indeterminado, y ante su potencia Athón tiene que desaparecer.
¿Quién es Athón? Las lombrices o sámskaras o pensamientos que construyen las escenografías de lo conocido como mundo. Solaris tiene como tarea arrasar esas escenografías.
Solaris llega a mi mente inconsciente para quemar las escenografías del siglo diecinueve y avanza hacia las lombrices que buscan compactarse para defender a capa y espada ese siglo, el más glorioso del comandante.
Sofía llega en el momento del final athoniano cuando el viajero empieza a comprender la inutilidad de su viaje y otro viaje va a comenzar. ¿Adónde viajaremos? A la Unidad del verdadero Ser.
Sofía es una luz que se desplaza y permanece.
Sofía dice que estuvo desde siempre.
“Yo soy ese estado que dormía en tu interior. Estoy como llama viva. No te engañe el error de la percepción de oscuras escenografías. Siempre estuviste despierto porque la vigilia divina es el único estado posible de un hijo del Padre, aunque desde el engaño demoníaco hayas creído haber estado dormido. Has ignorado tu eternidad que está despierta en El Padre”.
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El submarino navega en la última noche de la historia
Historical FictionRafael conoce al Señor Garar el 2 de abril de 1982 en el bar de la Academia, en Buenos Aires. El Señor Garar se convertirá en su guía espiritual. Horas después, en la plaza Rodriguez Peña, descubre a Balthazar, con quién tiene varios encuentros. Bal...