CRÓNICA 27

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Juan y Duclous aumentan la apuesta. Deciden instalar la guerra de las Malvinas en el contexto de la Guerra Fría. Era evidente –piensan los estrategas– que si se está jugando lo que se juega –la encarnación del comandante– esta no podía ser una guerrita de unos días que los ingleses ganarían casi sin despeinarse. El conflicto tenía que poner en escena a los grandes protagonistas. A poco del desembarco en las Malvinas, el Poliburó se puso en acción. Sergei Strigarov, embajador soviético en la Argentina, le ofreció al subsecretario de Relaciones Exteriores, Enrique Ros, el armamento para una guerra en serio. Ni bien se conoció la decisión de Estados Unidos de apoyar a Gran Bretaña, Strigarov le ofreció directamente a Galtieri todo el armamento que solicitase. Este llegaría por terceros, Libia sería uno de los intermediarios. Pero nada es gratis en Athón. Argentina debería en lo sucesivo de abstenerse de votar contra la Unión Soviética en las Naciones Unidas, en cuestiones tales como la ocupación de Afganistán. También debía retirar los asesores militares en América Central y dejar de apoyar a la Junta Militar de Bolivia. Por otra parte los soviéticos pretendían construir  pesqueras en Ushuaia, que además del beneficio económico le permitirían desarrollar un sistema de comunicaciones en el Atlántico Sur.

Parece increíble la errónea jugada de Duclous, pero lo que más llama la atención es el silencio de Juan que lo deja jugar. Juan no podía ignorar que los militares argentinos jamás aceptarían una alianza con un pais comunista a quien hacían responsable de los grandes males que ocurrían en el mundo.

¿Por qué no se jugó la estrategia a que el ofrecimiento de la Unión Soviética fuese gratuito? Después se vería cómo pagaría la Argentina.

Malvinas no pudo convertirse en Vietnam tal como Duclous lo había programado. ¿Se equivocó Duclous o Juan se hizo cargo personalmente del conflicto Malvinas y fue el responsable del fracaso?

De no haber sido los militares argentinos condicionados por una propuesta inaceptable, el armamento soviético hubiese transformado el escenario bélico. Cuba seguramente hubiese ingresado al conflicto, también Nicaragua, con su floreciente sandinismo algo habría aportado. Otros países latinoamericanos los seguirían. Inglaterra tendría que ampliar la guerra al continente y la participación de Estados Unidos era inevitable. ¿La Unión Soviética se hubiese comprometido directamente? Argentina movilizaría sus recursos para una guerra a gran escala.

Haydée y Chidananda sonríen. ¿Habrán tenido algo que ver con el error de Juan?

El capitán de fragata Christopher Wreford-Brown se muestra exultante en este 30 de abril. “Como nuestro amigo Alexander no le pudo torcer el brazo a los argies ahora nosotros se lo vamos a romper”, amenaza el comandante del Conqueror.

La recuperación de las Georgias había creado un clima triunfalista en la tripulación. El Conqueror sigue avanzando rumbo a  Tierra del Fuego. Recibimos información que unidades de la flota enemiga se mueven en las cercanías de Ushuaia.

Quedamos petrificados cuando el sonar de submarino detecta el ruido que produce el abastecimiento de un barco.

“Es el crucero General Belgrano”, comenta el comandante.

“El abastecimiento tiene que estar a cargo del petrólero Puerto Rosales que pertenece al Grupo de Tareas que lidera el Belgrano”, señala el primer oficial.

“Capitán de navío Héctor Bonzo, nos veremos en el infierno donde seré tu anfitrión”, se dirige el comandante del Conqueror al comandante del crucero argentino.

Los ojos del comandante –estamos compartiendo un café en la cabina– se vacían y al vaciarse, veo atrás de lo que eran sus ojos, la buddhi negra que me dice.

El submarino navega en la última noche de la historiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora