CRÓNICA 24

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27 de abril. El comandante lee, aburrido, el memorandum de acuerdo que Alexander Haig le envió a los gobiernos británico y argentino. Escucho algo de la Resolución 502, del cese de hostilidades, hasta que me pierdo.

Perdido me vuelvo a encontrar, en otro lado, en otro tiempo, en una plaza de provincia.

En esa plaza la tarde es fría y gris, el cielo encapotado anuncia lluvia, en la plaza solo hay un niño jugando a la pelota y alguien sentado en un banco lo mira divertido.

La pelota golpea en las piernas de ese alguien que la retiene en sus manos para devolvérsela al niño.

El niño se acerca para recoger la pelota y como es un niño muy educado le pide disculpas.

“Disculpe señor, fue sin intención”.

“No te preocupes, pero en la vida nada es sin intención, la pelota llego a mí porque querías llegar a mí”.

“¿Y para qué quería llegar a usted?”.

“Porque soy tu gran posibilidad”.

“Perdone señor, pero no entiendo”.

“Soy el Ser que se te revela en tu angustia, pero todavía eres muy pequeño para saber de qué te estoy hablando, ni siquiera debes saber leer”.

“¿Sabe señor quién soy?”.

“No solo quien eres sino también como te llamas”.

“¿Cómo me llamo?”.

“Martín Heidegger”.

“¿Y usted cómo se llama?”.

“No me llamo, me llaman, y lo hacen de muchas maneras, pero en este momento mi nombre de ser arrojado al mundo es capitán de fragata Christopher Wrefod-Brown, comandante del submarino Conqueror”.

“¿Por qué comanda ese submarino?”.

“Avanzo hacia mi destino”.

“¿Dónde está ese destino?”.

“En una tierra que desconoces”.

“No se ofenda señor si le digo que el nombre con que lo llaman es inglés y no me gustan los ingleses”.

“¿Cuál es la causa que los ingleses te disgustemos?”.

“Todavía no sé leer, pero aprendí a escuchar y escuché muchos relatos de piratas, filibusteros, corsarios, bucaneros”.

“¿Y qué tienes contra los piratas, filibusteros, corsarios, bucaneros?”.

“Son personajes que viven en el mar, en la errancia, no tienen arraigo, desconocen la tierra y cuando llegan a la tierra es para desvastarla. Usted comandante es uno de ellos, ¿acaso no vive navegando sin arraigo?”.

“¿Dónde aprendiste que la autenticidad es arraigarse a la tierra?”:

“Lo aprendí en el silencio de esos campesinos de ojos azules que en el descanso después del trabajo, fuman su pipa y en el humo pude ver que el misterio de la vida solo se revela en el arraigo y en la errancia se oculta”.

“¿Qué dirías si te confieso que mi viaje en el Conqueror es mi último viaje porque voy en busca del  arraigo”.

“Le creería señor, estoy leyendo en sus ojos la necesidad de ese arraigo”.

“¿Me ayudarás, Martín, a lograr ese arraigo?”.

“¿Y por qué debería ayudarlo?”.

“Por algo muy simple que ya te dije, yo soy tu posibilidad”.

El submarino navega en la última noche de la historiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora