CRÓNICA 17

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El comandante ríe. Rara vez ríe el comandante, porque solo ríe cuando está satisfecho. Pero esta vez, mirando el diseño todavía no terminado del siglo diecinueve que le presenta Juan, el comandante ríe porque está visiblemente satisfecho.

“Cuántas satisfacciones me dará esta Alemania que todavía no es una Nación, pero cuando se consolide, que se agarren todos”, dice ahora mezclando la risa con emocionadas lágrimas.

Juan observa al comandante, pero solo esboza una sonrisa de compromiso. Como su consejero lo conoce bien y no se deja arrastrar ni por sus raras euforias ni por sus casi permanentes depresiones. Athón es un tembladeral, solo los pasos delicados y la mirada aguda –como dicen los practicantes del Kung-Fu–  permite seguir caminando sobre este volcánico planeta. ¿Hasta cuándo? Juan en la intimidad se lo pregunta, pero por ahora reprime la respuesta, prefiere ofrecer la sonrisa que tanto halaga al comandante, y hablar de la juventud maravillosa que con una audacia incontenible hará suyo el siglo diecinueve.

“¿De dónde sacaste el modelo?”, quiere saber el capitán de fragata Christopher Wreford-Brown.

“Del modelo que el Enemigo pretendió implementar en Grecia y nosotros derrumbamos. Estudié atentamente su dialéctica, un mundo mítico como estructura básica pero abierto a la creatividad filosófica, artística, literaria, incluso política. Por supuesto, el momento es otro, pero me dí cuenta que aggionardo el modelo servía. La estructura de base debían ser la Revolución Industrial y la Revolución Francesa”.

“Inglaterra y Francia, pero por lo que veo en el diseño el horizonte creativo lo instalas en Alemania”.

“Es así, comandante, todavía no configurada como Nación, es una energía más plástica, más moldeable. Aquí está la generación creativa del incipiente siglo diecinueve. Luego vendrán otras, pero el origen está aquí”.

“¿Cuál es la intención, Juan?”.

“Usted, comandante, no es solo rígida razón, moralidad incorruptible, sino libertad emocional, deseo nunca satisfecho audazmente arrojado al futuro, un deseo siempre renovado en sus fantasías, en sus creaciones, en las pesadillas donde los athonianos sueñan su vida. ¿Cómo decirlo, comandante? Un anhelo perpetuo de infinito. Usted, comandante, es un romántico. ¿Por qué digo romántico? Nunca renegó, comandante, de ese espíritu de rebeldía que lo alejó del Enemigo. En ese espíritu de rebeldía vive la creación, el no conformismo, y eso es lo que le transmite a esa generación que está contemplando en las imágenes. Ahí están Hegel y sus compinches de Tubinga, Fichte y Schelling. ¿Escucha la música, comandante? Es usted quien vibra en Beethoven, Schubert, Schumann. Es usted, comandante, tuvo la sabiduría de congelar los residuos del misterio del Padre que aún permanecían en las democonciencias. Los congeló muy bien en la Razón de la Ilustración, pero esos residuos no pueden quedar congelados por siempre jamás, terminarán estallando en las conciencias demohumanas. Hay que abrir estas democonciencias y darles vida a estos residuos, pero cambiarles de dirección. ¿Adónde hay que direccionarlos? Al infinito de Athón. Los más selectos de sus hijos, comandante, se encargarán de este proyecto.

“Háblame del proyecto y de mis hijos”, casi ruega el comandante babeando.

“Fredrich Schleiermacher es un hijo suyo, comandante, que desprecia los textos de las desgastadas revelaciones para ir en busca de sus revelaciones, comandante, las que le revela al ego en cada momento de su historia. Friedrich Schleiermacher construirá una nueva religión, una religión que no está en el pasado anquilosado del Enemigo sino en el futuro que usted, comandante, proyecta y revela.

“Me encargué de pervertir todas las religiones, siempre consideré la religión una excrecencia del Enemigo, pero jamás me imaginé con una religión propia, será divertido”.

El submarino navega en la última noche de la historiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora