CRÓNICA 29

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El mar azota impiadosamente la mirada. No retira los ojos. Está acostumbrado a que el mar azote la mirada. El paisaje era conocido, sin embargo había algo inquietante, diferente. ¿La niebla era una emboscada que envolvía al crucero para mostrarlo al enemigo? El viento como siempre trae presagios. ¿Por qué esta vez no quiere descifrarlos? Prefería entretenerse con las olas que indiferentes estallaban contra el casco. La guerra impensada estaba ahí, acechando.

¿Para qué escuchar los presagios que venían con el viento cuando esa mole de más de trece mil toneladas y ciento ochenta y cinco metros por veintiuno donde él navegaba con los mil ciento treinta y siete que lo acompañaban, no era más que una cáscara de nuez que flotaba en la incertidumbre. ¿Qué otra cosa podía ser en ese desierto interminable de agua?

Era una tarde sucia, las tardes son sucias cuando aparecen las tortugas gigantes que devoraban los navios y lo hacen sentirse tremendamente frágil. Mira las nubes rojas, esas nubes que llueven fuego, lo decían hace siglos los navegantes que se atrevían a los mares poblados de monstruos.

El frío le trae recuerdos, no son recuerdos lejanos sino recientes, de hace unos días, cuando Ushuaia desapareció y solo quedaban revoloteando las aves marinas y las focas que se mueven torpemente en los islotes. ¿Qué le dicen las aves y las focas? Le hablan de la inutilidad de tantos cañones y misiles, pero no quiere escucharlos. ¿Para qué? Todo está jugado y cuando todo está jugado qué importa conocer el destino.

Los recuerdos siguen. Los tres días en la isla de los Estados. El helicóptero que desciende en la cubierta para traer las instrucciones. El crucero debía patrullar una línea de cuatrocientos kilómetros al este del Cabo de Hornos. Tienen prohibido el crucero y sus escoltas entrar en la Zona de Exclusión Total de doscientas millas que habían fijado los ingleses alrededor de las Malvinas.

¿Las Malvinas? Otro paisaje desolado en los confines del Atlántico Sur. Montes y algo como una cuarcita blanca que se derritió en el fuego de algún monte donde también está la guerra. El viento, ese viento de los presagios, se desprende de esos bloques de tierra que se atreven a interrumpir al mar. ¿Habían sido avistados por Américo Vespucio? Eso decían pero no lo creía. John Strong, a fines del diecisiete le dio el nombre de Falkland al estrecho que separaba esas dos grandes islas que estaban desatando el infierno.

Escucho  una voz, que conoce y teme, solo él como jefe a cargo del crucero puede escucharla. Es la voz del poderoso demonio que protege al navío que le relata una vez más esa historia que conocía de memoria cuando el crucero se llamaba Phoenix y como integrante de la flota norteamericna combatió a los japoneses en Pearl Harbor, escoltó transportes de tropas en Australia, estuvo presente en la evacuación de Java, y después destruyó todo lo que pudo destruir en Nueva Bretaña. Cubrió desembarcos en Nueva Guinea y otros tantos desembarcos, aniquiló a los japoneses en el golfo de Leyte, destruyó a cañonazos al Fuso, que terminó en el fondo del mar, derrumbó kamikazes, aviones, estuvo en Batán, Corregidor.

“¿Por qué te repito todo esto? Para revelarte lo que ignoras. En el barco están prisioneros, custodiados por mis demonios asistentes, los muertos que mató el Phoenix. Y ayer recibimos órdenes del comandante Christopher Wreford-Brown que debemos liberarlos. Lo siento, en cuarenta años, protegiendo al crucero me había encariñado. Hasta me hice peronista cuando lo bautizaron 17 de Octubre. Como militar, Héctor, me comprenderás, órdenes son órdenes.”

Héctor Elías Bonzo a los cincuenta años, por primera vez supo lo que era el horror. El poderoso demonio protector y sus escoltas se fueron perdiendo en el mar en esa tarde sucia y los muertos amotinados tomaron la cubierta clamando venganza.

Humo negro, fuego, gritos que interrumpen la muerte. El crucero General Belgrano se va inclinando, botes salvavidas anaranjados caen en el mar mientras los muertos del Phoenix festejan porque ahora los acompañarán otros trescientos muertos.

El submarino navega en la última noche de la historiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora