6 de abril con novedades. El capitán Christopher Wreford-Brown informa que comenzaron las acciones en el Atlántico Sur. Señala las Georgias en un mapa. Es parco en detalles. Un helicóptero abatido, una corbeta averiada, tres muertos y algunos heridos del enemigo. Nos dirigimos al teatro de operaciones. “Este viaje es algo más que un paseo por el fondo del mar”, pienso. El comandante del Conqueror dibuja una sonrisa cuando dice que tenemos que prepararnos para ser bautizados con la sangre del enemigo.
El Conqueror viaja en el tiempo veinticinco siglos atrás. Estamos en las aguas del Egeo. Ascendemos y nos encontramos cerca de la isla de Salamina. El capitán me indica que lo acompañe a tierra. El submarino con el resto de la tripulación regresa a las profundidades.
Christopher Wreford-Brown me señala el mar donde se enfrentarán las flotas griega y persa. Protegidos por la sobrecogedora soledad el comandante habla con un tono franco, casi cómplice.
“Rafael, hace mucho que nos conocemos, desde el Origen puedo decir, si esto te dice algo”.
Me mira esperando una respuesta que no llegará. Cumplido el silencio que no se llena con mis palabras, continua:
“Tengo que destacar, Rafael, que en la historia fuiste un brillante tripulante en todos mis navíos. Estuviste siempre dispuesto a enfrentar tormentas y batallas, soportar naufragios y derrotas, y por supuesto, también supiste disfrutar con la gloria de los vencedores.
¿Por qué te digo esto, Rafael?, hubo un tiempo, éste en que ahora nos encontramos, en que consideré que habías hecho méritos suficientes para convertirte en un héroe. Y te puse en la piel de Temístocles, el gran almirante ateniense, ese estratega que alcanzaría la galería de los inmortales”.
Me toco la piel, experimento las cargas emocionales que giran en mi mente, descubro sus proyecciones, y sé que soy Temístocles, el hijo de Neocles, un ilustre ciudadano de Atenas. Mi gloria va a depender de estar siempre atento a las visionarias palabras del comandante y no distraerme con las voces de los pequeños demonios.
Caminamos por el Pireo y Christopher Wreford-Brown me advierte:
“El triunfo de Maratón no es más que el comienzo de la guerra contra Persia y no su final como muchos atenienses suponen”.
El comandante me señala el mar y me enseña.
“A menos que Atenas pueda ejercer un absoluto dominio sobre el Egeo, su suerte está lamentablemente echada”.
Lo miro incrédulo. ¿Acaso Christopher Wreford-Brown ignora el poderío de los persas?
“¿Confías en mí?”, las palabras suenan como un golpe a mi incredulidad.
“Por supuesto, señor”, balbuceo.
“Temístocles, convencerás a la Asamblea que con la plata de las minas del Laurio, Atenas tiene que construir 100 trirremes. Solo debes estar conectado conmigo, yo hablaré por tu boca”.
La Asamblea
no ofrece resistencia a mi propuesta.
“¿Qué harán los persas?” me inquieto por encontrar la respuesta que mi mente no alcanza a revelar.
El comandante toca mi entrecejo y abre la visión y el mundo de los persas aparece ante mi mirada.
Los funerales de Darío, el gran rey, son impresionantes. Jerjes, el heredero, mientras muestra la congoja, medita en la estrategia que debe emplear para invadir Grecia. Sus demonios, los viejos demonios que edificaron el imperio ahora se proponen engrandecerlo. Jerjes les escucha decir que el paso tiene que ser por el Helesponto y no por el Bósforo. Veo la excavación de un canal en el istmo que conecta el monte Atos con la península Calcidia. A la visión se presenta la construcción de un puente sobre el río Estrición y los depósitos a lo largo de la costa por donde debía pasar el ejército. Aparece el ingeniero griego Harpalos tendiendo dos puentes de barcos, trirremes y penteconteros, en el Helesponto, entre Abidos y Lestos. Encima de los barcos, unidos por cables, se apoya una pasarela de tablas. Pasan cuatro años, Jerjes envía emisarios a los pueblos griegos, menos a Esparta y Atenas, pidiéndoles sumisión.
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El submarino navega en la última noche de la historia
Fiksi SejarahRafael conoce al Señor Garar el 2 de abril de 1982 en el bar de la Academia, en Buenos Aires. El Señor Garar se convertirá en su guía espiritual. Horas después, en la plaza Rodriguez Peña, descubre a Balthazar, con quién tiene varios encuentros. Bal...