La Plaza Mayor de Athón, esa plaza de las grandes conmemoraciones, está colmada de demonios. Desde una perspectiva aérea la multitud parece compacta e interminable. Ningún demonio está ausente, no podría estarlo. En este comienzo del siglo veinte se conmemora el pacto original. Afiches, carteles, publicidades dicen que el pacto original había unido para siempre a demonios y demohumanos en una causa común: Athón.
Juan se prepara para salir al balcón del palacio de comandante que mira a la plaza. En el camarín el maquillador está terminando de embellecer su rostro. La tarea era disimular las arrugas y las ojeras. “El tiempo en Athón es impiadoso”, piensa Juan.
“Ningún demonio está ausente de la convocatoria”, anuncia exultante el secretario privado de Juan. “Ese muchacho sí que vale”, sigue pensando Juan, y con una fuerte convicción le habla al secretario y a sí mismo.
“¿Quién podría faltar a los festejos del pacto original? Para un demonio estar ausente es negar su esencia. Nosotros existimos por el pacto que hizo el comandante. La astucia de nuestro líder nos devolvió a la vida cuando ya estábamos consumiendo la última bocanada de energía que nos quedaba.
Juan mira con desprecio al maquillador. “Solo le interesa chapear con que es mi maquillador para ver si encandila a algun demogato. ¿Qué puede sospechar del misterio del pacto original?”
El maquillador continúa con los últimos retoques mientras Juan continúa con su monólogo interior. “Lo único que les interesa a los demohumanos es devorar para conservar su demovida. Son adictos a la vida demoníaca. Todo se resume a una cacería infernal, brutal, despiadada para que la demovida no se extinga. Después vienen los disfraces, la cultura, como llama el comandante a los disfraces. Los demohumanos no son más que nuestros groseros imitadores. Ni siquiera tienen la virtud de la originalidad. El pacto original fue consecuencia de la necesidad de sobrevivencia por haber abandonado al Enemigo. ¿Valió la pena? ¿Qué hubiese pasado si no lo hubiesen abandonado? Athón no existiría. ¿Estaba conforme con su existencia? Preguntarse esto carecía de sentido porque Athón era una construcción irreversible. ¿O no? Athón tuvo un comienzo y debe tener un fin. ¿Qué hay más allá de Athón?”
El aullido de la multitud interrumpe su monólogo, el aullido invade el camarín porque el secretario había abierto las ventanas que daban a la plaza.
“Los demonios unidos, jamás serán vencidos”. El canto es ensordecedor.
“Señor –escucha la voz del secretario– el pueblo lo está esperando”.
El trabajo de maquillaje está concluido. Juan se levanta del sillón de maquillaje para ir a reunirse con su pueblo.
Juan se movía en el anonimato como pez en el agua. Estaba muy a gusto dialogando con el comandante, sugiriendo, imponiendo, revelando. A veces tuvo que enfrentar a grupos –como en aquella complicada entrega de condecoraciones a los pintores– pero no le agradaba, no era su fuerte. Ahora, con el comandante ausente, estaba al mando de Athón y le tocaba presidir los festejos del pacto original. Le disgustaba sobremanera esta exposición pero no le quedaba otra alternativa. ¡Qué regalito le había dejado el comandante por su capricho de encarnar!
En el bramido siente la vibración de la multitud.
“Los demonios unidos, jamás serán vencidos”.
Mira hacia su derecha y sonríe. Los demohumanos invitados al festejo le devuelven el saludo con gestos y aplausos.
“Los colaboracionistas. Toda guerra los necesita”, susurra.
Abre los brazos y mueve las manos pidiendo silencio.
“Hermanos y hermanas quiero dar comienzo a este festejo en que conmemoramos el pacto original recordando a quien ideo este pacto, fue su gestor y creó junto con nuestra madre, la Venus Negra, el mundo de Athón.
ESTÁS LEYENDO
El submarino navega en la última noche de la historia
Fiksi SejarahRafael conoce al Señor Garar el 2 de abril de 1982 en el bar de la Academia, en Buenos Aires. El Señor Garar se convertirá en su guía espiritual. Horas después, en la plaza Rodriguez Peña, descubre a Balthazar, con quién tiene varios encuentros. Bal...