CRÓNICA 20

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El desayuno del 23 de abril es más tenso que los acostumbrados. La tensión se nota en los gestos rígidos, en algún pesado silencio, en las voces duras. Las lenguas relamen la mermelada como si fuese sangre, como relamiendo un destino inexorable el comandante, el placer se adivina en los ojos satisfechos, saborea la sangre escondida en el primer café de la mañana.

El comandante anuncia que el Splendid ha sido retirado de la misión de localizar al 25 de Mayo y nosotros vamos a las Falklands. El comandante rara vez muestra su odio, pero esta vez lo muestra despotricando contra el senador Helms.

“Es tan imbécil como para indignarse que sensatos funcionarios del Departamento de Estado recomienden que Estados Unidos debe poner fin a la mediación y otorgarnos todo su apoyo, menos el de la intervención militar”.

“Tan prudentes como hipócritas”, ironiza un oficial mientras unta con mermelada una tostada.

“Por suerte nuestros muchachos van al frente. Ayer en Washington, Francys Pym y Peter Blaker acompañados por el Secretario de Defensa de esa colonia que se rebeló contra el Imperio, Gaspar Weinberger, visitaron y convencieron a Joseph Biden y Paul Tongas, temerosos demócratas, que se pongan en marcha para que la antigua colonia  esté abiertamente de nuestro lado, tal como corresponde a fieles súbditos. Helms enloqueció”.

“Este imbécil –interviene un oficial– se anda pavoneando, diciendo que cuando recuperamos las Falklands en 1833 violamos la doctrina Monroe. Esta doctrina fue un espurio recurso de nuestra colonia para mantener a los Imperios europeos, nosotros, fuera de la región.

“¡Miserables!”, aporta otro oficial.

“Y lo peor –añade el comandante– que este imbécil de Helms argumenta con el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca que incluye a nuestra colonia y a las colonias españolas entre las que, por supuesto, se encuentra la que ahora se nos está revelando”.

“Recuerdo que el TIAR fue consolidado en Río de Janeiro, colonia portuguesa, en 1947 cuando la colonia española rebelada era gobernada por el dictador Juan Domingo Perón”, dispara otro oficial.

“¡Qué falta de tino el de estas colonias que nos dieron la espalda”, dice un oficial graduado en Oxford.

“Acaban de informarme –interrumpe el comandante muy entusiasmado– que sir Nicholas Henderson informó al mundo y advirtió al gobierno de la colonia española, que nuestros muchachos tienen órdenes de atacar a cualquier barco de guerra, submarino o avión militar que signifique un peligro para nuestras fuerzas en el Atlántico Sur.

         “Jaleo, jaleo, jaleo.

         Ya se acabó el alboroto,

 y ahora empieza el tiroteo.”

El canto de la guerra civil española lo inicia el ofical graduado en Oxford, y lo acompañamos todos los que participamos en el desayuno.

El Conqueror avanza en el espacio rumbo a las Malvinas y en el tiempo, al siglo veinte.

“Se acerca la guerra”, alerta el Señor Garar mientras el siglo veinte se divisa como una gigantesca boca negra preparada para tragar todo lo que entre en su zona de imantación.

Mirando todavía desde afuera del siglo veinte, estamos llegando a la frontera donde va a desaparecer el diecinueve, vivo lo que creía que había vivido muchas veces, tal vez lo viví pero nunca en esta magnitud: el terror. Saco la mirada de la fascinante boca negra que amenaza tragarme y la dirijo al Señor Garar.

El submarino navega en la última noche de la historiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora