Capítulo 3.

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Cayden.

Día diez.

Cuando mi padre dijo que iba a internarme en un centro psiquiátrico, mi cabeza imaginó algo completamente diferente a lo que es este lugar. Si es un centro psiquiátrico, pero para controlar adicciones, es un nuevo ala, donde todos los que estábamos ahí tenemos diferentes tipos de adicciones y obsesiones.
El ser humano tenía una vida entera para pasar por cada tipo de adicción, cuando arranqué con toda esta mierda, subestimé mi capacidad de control. Primero son cosas inofensivas, un vaso más de cerveza todos los días, después pasas a uno con mayor grado de alcohol, buscas día a dia algo que llene ese dolor que uno carga y cuando te das cuenta es demasiado tarde porque el día entero es un buen motivo para ingerir grandes cantidades de alcohol, sin importar nada. Con el juego me pasó lo mismo, las buenas rachas existen, el tema es saber controlarlo, cosa que no nunca existió en mí porque fui de mal en peor.

¿Quién apostaría a sus hermanas?

Solo un hijo de puta, y si, definitivamente soy eso y peor.

No merezco ser parte de esa familia.

Como decía, hace diez días estaba en esta institución y había pasado por todos los estados posible de un adicto, la abstinencia es el peor enemigo que podría tener, porque me llevo a tener una crisis de ira donde ataque a un enfermero y se vieron obligados a darme un calmante que me hizo despertar tres días después.

— Su medicación — dice la enfermera entregandome una pastilla y un vaso de agua.

Ni siquiera contesto, tomó la pastilla y el agua, para luego abrir la boca mostrando que lo tomé porque debían controlar que cada uno de los pacientes ingiera su medicamento.

— Su terapia arranca en menos de media hora — me recuerda.

Tampoco me gasto en contestar.

¿Cómo si la terapia serviría de algo?

Mi vida no tiene salvación.

Mirando el reloj que tengo sobre la mesa continua a mi cama, observo que ya es hora de mi terapia de todos los viernes. Desde que llegué aquí me quitaron todo, celular, iPad, notebook y hasta el reloj inteligente, no se que clase de tratamiento es este, pero si que es espantoso que te desconecten de un día para otro de todo.

Odio la terapia, el psiquiatra que sigue mi supuesto tratamiento es un pedante que se da de moralista y no entiende ni una mierda lo que sucede. Subestima mi forma de ser, al parecer necesito atención y es por eso que soy un adicto sin medida.
Dos golpes en la puerta y esta se abrió tomándome por sorpresa y asombro, no esperaba ver a una mujer de bata blanca del otro lado.

— Tú fuiste la que me dijo que tenia abstinencia — hablo al recordar a la mujer.

Ese día que llegué a esta institución, mi padre me acompañó porque pensaba que iba a escapar de esto. Cuando llegamos la recepcionista ya nos estaba esperando. Mientras Demian llevaba los papeles sentí la mirada de alguien, enfrente mío tenía a una mujer de pelo castaño, muy delgada y con unos intensos ojos que no se si son grises o un verde muy claro que me hizo observarla con atención. Acepto que le hable mal, pero su contestación me dejó confundido.

— La tienes — afirma.

— Ni siquiera sabes quien soy — mascullo entrando a su consultorio.

Se gira dándome la espalda. — Cayden Salvatore, edad treinta y un años. Abogado. Adicto al juego, alcohol y gran falta de control de la ira. Adoptado a las once años — me mira sobre sus hombros. — ¿Quieres que siga? — inquiere con indiferencia.

Difícil de Entender (6° SAP) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora