Capítulo 8.

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Viktoria.

Se cumplía una semana viviendo con Cayden en su departamento y habia encontrado cada hueco donde escondió sus botellas de alcohol antes de ser internado. Él subestima mi forma de ser, que no comprendo lo que está viviendo, pero lo que no sabía es que si lo entiendo porque estuve en sus zapatos hace casi diez años atrás. Cuando estaba consumida por un gran odio hacia mi misma, culpandome de la muerte de mi madre, recordando cada noche las atrocidades que me hizo mi padre, convirtió a una Viktoria en la peor escoria de este mundo que dejó que la mala junta llene mi cabeza de tal forma que una gota de alcohol se convirtió en mi peor vicio.

¿Saben cuando las personas tocan fondo?

En el preciso momento en que pones en peligro a las personas que más amas. Un día me había peleado con mi tío Odik y enojada obligué a mis hermanas menores que suban a mi auto para irnos de esa maldita mansión. Ellas con cierto miedo subieron, estaba tan ebria que no me di las dimensiones de lo que estaba haciendo hasta que no vi una curva y mi auto desbarranco provocando que mi diera alrededor de cinco vueltas antes de caer por completo al mar. Sobrevivir fue un milagro, uno muy grande. Estuve presa seis meses por conducir con altas dosis de alcohol. No pude estar al lado de la recuperación de mis hermanas, una de ellas por mucho tiempo estuvo en silla de ruedas, la otra todavía sufre migrañas producto del golpe en su cabeza.

Recordar esa parte de mi vida es lo que me hace mantenerme fuerte, no quiero ser esa Viktoria autodestructiva.

— ¿Qué haces despierta? — la voz de Cayden me hace observarlo.

— Un insomnio bastante particular — contesto encogiendo mis hombros.

Estaba en la cocina con una vaso de leche caliente y miel, tratando que me ayude a conciliar el sueño porque en verdaderamente mi cabeza trabajaba demasiado de más con cosas del pasado.

— ¿Qué tomas? — inquiere sentándose enfrente mío.

— Leche con miel, mi tío nos preparaba esto cuando no podíamos conciliar el sueño — le cuento suspirando.

— ¿Me dejarías probar? — consulta curioso.

Sorprendida por su respuesta pongo un poco de leche en una taza, pongo en el microondas unos minutos y cuando está bien calentita la saco para luego colocar dos cucharadas de miel.

— Toma — digo al pasarle la taza.

— Gracias — contesta sonriendo.

Un silencio se forma en la cocina, él se encuentra perdido en sus pensamientos y me pongo a observarlo, dejando de lado mis ideas sobre el pasado.

— ¿Quién era el hombre que fue al instituto ese día? — pregunto cortando el silencio.

— Mi padre biológico — declara.

¿Padre biológico?

Eso no estaba en su expediente y por eso me toma muy de sorpresa.

— Perturba tu paz — afirmo.

— Desde que apareció en mi vida hace cinco años atrás — agrega negando su cabeza molesto.

¿Cinco años?

Interesante.

Esos son los años que lleva con su conducta autodestructiva y lo que significa que ese hombre tiene algo que ver en todo esto. Sólo debo indagar más en el fondo, tal vez debía averiguar el nombre de ese hombre para saber un poco más del trasfondo de la cuestión.

— ¿Tienes hermanas? — pregunta.

No me gusta hablar sobre mi vida privada, pero en esta nueva terapia alternativa es tu me das y debes tener algo de recompensa para crear ese fluido vínculo se confianza que necesito para buscar el porqué de todas sus acciones.

Difícil de Entender (6° SAP) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora