🍎𝖢𝖺𝗉í𝗍𝗎𝗅𝗈 9

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ZURI

-No te rindas Zuri, pronto alguien vendrá a rescatarnos, deja de llorar.

Alguien vendrá a rescatarnos.

Esas palabras se las he escuchado a muchas personas que he conocido en este lugar, y lo peor, es que la gran mayoría de esas personas han acabado muertas. Me apena que mi amigo Sebastián se crea ese feo cuento que nos han dicho para mantenernos tranquilos.

-Eso es mentira Sebastián, nadie vendrá por nosotros — murmuro entre hipos volviendo a esconder mi cabeza entre mis rodillas.

-No llores, me siento mal cuando lo haces, deja de hacerlo por favor — pidió mi amigo, el único amigo que tenía en este feo lugar. Sebastián y yo nos conocimos cuando apenas teníamos cinco años y ahora tenemos siete.

Coloca su caliente mano en la mía y le da un leve apretón.

-Vamos, quieres jugar al veo veo o a las adivinanzas, sé que ese es tu juego favorito — insistió.

Sebastián y yo aprendimos a cuidarnos en este lugar, sabíamos a quién acércanos y a quién no, con que niños podíamos jugar y con qué niños no se podía, porque muchos de aquí eran crueles y muchos otros se comportaban de manera muy extraña, parecían enfermos.

En pocas palabras, Sebastián era como mi hermano, mi única familia, él me conoce tan bien como yo a él, lo quería mucho.

-No quiero Sebastián, no quiero nada. Solo quiero ir a casa, tener una nueva casa.

El silencio luego de mis palabras me sorprendió, él no se queda callado jamás y menos cuando estoy llorando. Entre los dos, él es el más fuerte. Con lágrimas en los ojos levanté la cabeza y vi su cara mirando hacia la puerta que estaba asegurada.

-Alguien quiere entrar — susurro.

-Que ... — exclame asustada.

-Escóndete.

- ¿Y tú? — pregunte tirando de su brazo para que me mire.

-Yo iré tras de ti.

-No te creo.

-Lo haré Zuri — esta vez me miro y con miedo memorice cada detalle de su rostro. Desde el lunar peculiar que tenía cerca de su ojo derecho hasta su cabello rubio grasiento y sin nada de brillo por la falta de una ducha. Y esa mirada, esa mirada risueña que fue perdiendo su pureza con el paso de los años.

Cada vez que estábamos en peligro hacia eso, memorizarlo. Porque de alguna forma eso me daba tranquilidad y seguridad, Sebastián era el único que podía darme todas esas sensaciones, pensaba que así se mantendría más tiempo conmigo y estaríamos a salvo.

-Muévete Zuri, no tardarán en entrar — Sebastián se puso de pie y me tendió su mano para levantarme. Cuando estuvimos de pie con sus dedos limpio mis lágrimas y me dio un fuerte abrazo.

-Cuídate mucho, amiga. Te prometo que pronto tendrás tu nueva casa y podrás jugar a las adivinanzas todos los días y hacer trampas para que puedas ganar, pero siempre sonríe. Hazlo siempre — me soltó y me señalo el único armario que estaba en esta enorme habitación vacía y media oscura.

-Que dices, parece que te vas a morir Sebastián. No me digas esas cosas esperanzadoras, tu no. — Los golpes en la puerta sonaron y esta vez sí lo escuche, era la voz de un nuevo hombre que no conocíamos, tocaba con impaciencia.

-Ve — fue lo único que dijo.

Muy a mi pesar tuve que obedecerle, porque si me ponía caprichosa ahora, ambos saldríamos más perjudicados.

SOMÉTETE A LAS TINIEBLAS✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora