SEBASTIÁN
-Está hecho — brame — dame a la chica.
Los hombres se miraron entre sí y asintieron bruscamente guiándome a una habitación que se asemejaba a la estancia donde Zuri y Adán estaban encadenados. Todavía podía sentir los gritos en mi cabeza.
Los gritos de ella.
Sabía lo que le hacían, lo que le hacían a Adán, porque yo fui el encargado de encadenarlos.
Los malditos hombres querían probar mi reacción y cerciorarse de que este canje no era algún tipo de truco, por esa razón me obligaron a ponerles esos dolorosos grilletes en sus muñecas y tobillos. Como también me obligaron a escuchar los primeros gritos de mi amiga en el momento que empezó la tortura.
Decir que estaba orgulloso de mis actos sería una blasfemia. Me sentía jodido por el sacrificio que había hecho. Bear por Zuri y Adán.
Me tomo por sorpresa saber que ellos también deseaban tener a Adán.
Supongo que fue por la declaración de guerra discreta que dio Adán en televisión. A ellos no les gustaba ser desafiados.
Era jodido pensar que yo mismo, el niño y ahora hombre que se había encargado de proteger a Zuri durante tanto tiempo de la organización, se las entregará en bandeja de plata. Después de haber perdido tanto por ella.
Hasta casi pierdo mi vista por ella.
Estoy seguro que si me jefe se enteraba de esto, estaría decepcionado de mi decisión y me quitaría el rango por el que tanto he trabajado. Porque mi jefe, Arsen Peterson, jamás hubiese permitido que un colega suyo pasará por una situación de tal grado.
Pero alguien más esperaba por mí, una mujer y un bebe que crecía dentro de su barriguita. Mi hijo, que ahora mismo corría el peligro de sufrir un daño que le costaría su pequeña vida.
Me sentía un traidor.
Nada más bajo que eso.
Lo que me consuela saber es que no los abandone del todo. Contaba con un plan de respaldo que no se lo había comentado a nadie. Lo elabore por mera intuición y espero que sea de gran utilidad.
Zuri y Adán tenían que resistir un poco más para que su ayuda llegué. Un último sacrificio para matar a todos de una jodida vez.
Confiaba en su coraje y valentía para mantenerse de pie hasta el final.
-Un consejo — dijo uno de los hombres, llamando mi atención — si la ricitos grita mucho, aplástale el vientre y se detendrá.
Los demás individuos se miraron con complicidad y rieron.
Me tensé imaginando lo peor. No obstante, mantuve mi mascara neutra, sin demostrar la verdadera naturaleza violenta que corría por mis venas en estos momentos.
-Tienes tres minutos para llevártela. Apresúrate.
Asentí sin darles un vistazo más y troté, logrando adentrarme al cuarto que estaba con las luces apagadas. Inundada de oscuridad. No podía ver nada.
Busque el interruptor con desesperación y cuando la luz se encendió me quede inmovilizado. El aire escapando de mi cuerpo.
Bear estaba en una sucia camilla de hospital con su camiseta hecha añicos. Los trozos faltantes de la camiseta dejaban al descubierto su sostén rosado y los rasguños que cruzaban el valle de sus delicados senos. Contuve el aliento al darme cuenta que su clavícula contaba con manchas rojizas. Sucios chupetones.
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SOMÉTETE A LAS TINIEBLAS✔
RomanceÉl: Vivía en las nubes, poseía el trono de la escuela, su padre era un dichoso actor de Hollywood y su madre una ex modelo, que más podía pedir. Su vida era miserablemente perfecta. Todos lo veían, todos lo querían, excepto ella. La chica menos dese...