🍎𝖢𝖺𝗉í𝗍𝗎𝗅𝗈 22

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SEBASTIÁN

HACE 10 AÑOS:

- ¡No permitan que lo mate! ¡Quítenle el arma!

Exclamo un hombre de incipiente barba y de baja estatura, que sujetaba mi cabeza con sus manos, tratando de drenar la sangre que se desprendía de mi parpado.

- ¡NOOOOO! — grito repentinamente con su tono lleno de preocupación y con el único ojo inmune procure hacer el mayor esfuerzo para poder ver que sucedía a mi alrededor.

Había tantos hombres en está habitación y solo uno que conocía super bien me apuntaba.

Un desgraciado que hace unos instantes estuvo a punto de matarme a mí y a Zuri.

El corazón dentro de mi pecho se agitaba dolorosamente ante la idea de morir, nunca se sintió tan real como ahora. Lo único que me consolaba es saber que mi amiga estaba a salvo.

Logré protegerla.

Y no me arrepiento del costo enorme que eso me trajo.

Ella siempre fue mi prioridad desde que nos encerraron aquí. Recuerdo que la primera vez que la vi cuando me arrojaron a una habitación gris, que contaba con una luz tintineante y débil, repleta de puros niños de diferentes edades que solo se dedicaban a llorar y gritar a través de las paredes con tal de ser escuchados.

Había una pequeña niña de cabello corto y oscuro, que cubría la piel blanca de sus brazos protegiéndose a sí misma con sus manos, observando con sus enchinados ojos el ambiente trastornado, demostrando cautela y un cuidadoso miedo.

Su actuar diferente calmo mis incesantes nervios que sentía por todo el desorden y dolor que gritaba mi penoso panorama. Sin saber hasta el día de hoy el motivo, recuerdo que un instinto que no había experimentado desde hace un par de meses atrás se activó.

Un instinto protector, que días después se convertiría en un paso decisivo para nosotros.

Desde ese momento supe que tenía que cuidarla de todos estos monstruos, ayudarla a seguir conservando esa admirable fortaleza que irradiaba.

Tanto ella como yo éramos las víctimas inocentes en este negruzco juego, pero internamente me jure que pronto pasaríamos a ser los perpetuadores y ellos pasarían a ser las pobres víctimas de este enorme tablero retorcido.

Y esa pequeña niña valentona, estaría a mi lado.

Su serenidad mantendría mi cordura.

Enfocándome solo en ella camine con la espalda erguida, ocultando cualquier atisbo de pánico. Tenía que demostrarme valiente.

La niña de pequeños ojos, pero unos muy bonitos, se dio cuenta que me dirigía hacia ella y entrecerró su mirada poniéndose en estado de alerta.

-Hola, me llamo Sebastián — dije suavemente, tratando de no asustarla.— ¿Cuál es tu nombre? — inquirí tendiéndole una mano, ocultando cualquier atisbo de nervios que podía presentar.

-Cataleya — susurro, mirando mi mano con negación.

-Qué lindo nombre — halague sintiéndome un poco mal por el rechazo y baje mi brazo sabiendo que no me la estrecharía.

Comprendía su actitud, era de esperarse. En este lugar todos estábamos asustados y desconfiados. Temiendo hasta por la mosca que volaba cerca de nuestras orejas. Aunque, de igual forma me incomodo que me temiera.

Si yo era igual que ella.

Una víctima.

- ¿Te puedo hacer una pregunta? — el calor en mi espalda mojaba mi camiseta, dando indicios del trabajo sobrehumano que hacía para que mi voz no flaqueara.

SOMÉTETE A LAS TINIEBLAS✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora