🍎𝖢𝖺𝗉í𝗍𝗎𝗅𝗈 38

9.9K 607 387
                                    


ADÁN

Alguna vez había oído la frase:

"El miedo es más injusto que la ira".

Siempre fui consciente de que en algún momento de mi vida mis padres partirían, dejándome a mí solo en este profundo y extenso mundo en el que todavía no encontraba mi lugar ... no hallaba el rol que tenía que cumplir.

Solo que no pensé nunca que sería de esta manera.

Mis padres estaban en manos de gente que no titubeaba a la hora de matar. Quizás, el señor padre no me interese tanto, pero mi madre, mi jodida madre sí.

Estaba que me cagaba en mis pantalones por el puro temor, por el hondo miedo de perderla. Ella merecía seguir viviendo.

Mi mascara indiferente cayo de su lugar después de tantos años y el poco amor que alguna vez le mostré a mi madre a lo largo de mi adolescencia me golpeo tan duramente que me tambalee sobre mis propios pies. No la valoré como merecía.

Al fin y al cabo, ella no era mala, solo estaba intoxicada por la inestabilidad mental que albergaba mi padre.

Así que si, el miedo era más injusto que la ira. El miedo me volvía más voluble, más pensante, hacía que mi congelado corazón regresará a la vida y todo lo que no había sentido en años regresará de vuelta de la peor manera, eliminando cualquier rastro de ira reprimida.

Odiaba esa sensación.

Mi mansión, la puta residencia Avenel estaba totalmente silenciada. Ningún ruido se asomaba en las esquinas de las habitaciones, no había indicio de destrucción. Nada estaba fuera de su lugar.

Un cuadro muy diferente a lo que ocurrió en la casa de Zuri.

Pero si había algo que llenaba el aire, un olor metálico y pútrido. Tanto Zuri como yo teníamos las narices fruncidas.

Sangre.

Un charco del abundante liquido carmesí nos daba la bienvenida. Todo el sendero que nos conducía a la puerta de la mansión estaba manchado de ella. Diviso los cuerpos inertes de los hombres que trataron de proteger la fortaleza y una onza de responsabilidad me embarga.

Murieron a causa de mi apellido.

Continuamos caminando por encima de la sangre y los cuerpos hasta llegar adentro. Zuri en ningún instante se acobarda y mucho menos se retira. Destellos de frialdad y familiaridad serpentean en sus ojos mientras ve el catastrófico escenario de la sala de estar.

Malditos hijos de puta.

Rabia inunda mi sistema cuando veo los cuerpos femeninos con una bala incrustada en sus pechos. No solo hicieron una masacre con mis hombres, también lo hicieron con mis sirvientas.

Los hombres que Sebastián dejo antes de marcharse revisan sus signos vitales y niegan con la cabeza al darse cuenta que la mayoría de ellas están muertas.

Se encargan de sacar los cuerpos y dejo de mirar. Ya no quiero seguir viendo. Temo encontrarme con algo indeseado.

Zuri que en todo momento se mantiene a mi costado como si fuera mi propia sombra, me da un apretón en la mano. Diciéndome silenciosamente "estoy contigo". Cosa que agradezco.

Es una lástima que la parte irracional de mi cerebro todavía me grite <<aléjate de ella>>. Esa voz rencorosa me insiste en recordarme, que ella arruino todo al dejarse toquetear por Ramsés en mi propia cara sabiendo lo mucho que detesto a ese idiota.

SOMÉTETE A LAS TINIEBLAS✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora