Tal vez te preguntes "¿Y tú que demonios hacías de mientras?" "Para narrar estás bueno pero para actuar qué tal", etc, etc.
Ok, ok lo entiendo. No me da miedo admitir que soy un gallina. Tengamos en cuenta que yo aún tenía mi parte humana a medio desarrollar y técnicamente no tenía aún un rencor contra Darkenmon, pero ese no es el punto.
La verdadera razón por la cual no había querido pelear es porque tenía mis propias peleas mentales. De esas veces que tus únicas dos neuronas vivas están conectadas y en vez de ayudar a pensar se ponen a bailar canciones de Iglesia. Experiencia personal, por cierto.
Como sea, ese tampoco era el punto. Lo que pasaba era que estaba viviendo y pasando por mucho más de lo que una persona normal aguanta en su vida. Quiero decir, en las películas pasan al típico héroe de televisión tomar las riendas del asunto aunque todo se esté llendo por la coladera municipal. Pero el caso es que esos son actores, y en la vida real eso no suele pasar muy seguido. Yo no era la excepción.
Desde el momento en que vi el cielo rojo dejé de pensar conscientemente. Todo perdió el sentido del mundo y nada parecía real. Aumentándole lo del regreso en el tiempo que sucedió dos veces y el ver a los demás chicos arriba pelear hasta su último aliento. Todo me comenzó a asustar, no quería involucrarme en la pelea porque no sabía ni siquiera cómo actuar. Los héroes tienen una característica y es que o son brutos, o son valientes, o son brutos con valentía. Yo era un bruto, pero un bruto miedoso.
En parte se lo debía al bullying. Aunque había aprendido a defenderme, nunca aprendí a pelear como tal. Siempre estaba acostumbrado a que todo me pasara y yo sólo tenía que saber contrarrestar y soportar, pero nunca tomar el papel principal de la pelea. Y aunque estaba harto de hacer eso, no era algo que pudiera controlar.
Aparte de esto, pensaba si realmente valía la pena pelear. Tal vez mi rencor hacia Silvan se había ido, pero de todas formas seguía siendo una marioneta. Si defendía a la escuela podía ser que muriese en el intento. Si no la defendía, probablemente también hubiera muerto. Todo acababa en muerte, ¿para qué arriesgarme a moverme? Además, no tenía asegurado el que me separaran del espíritu de Galactic. Todo seguía siendo por reproche de su pasado,y el que estuviera ahí era culpa del egoísta aquel. ¿Era prudente ayudarlo?
Mi mente decía que no, pero mi "voz interior" me decía que sí. Tal vez era porque esa voz interior era el propio Galactic, pero aparte de eso había hecho una promesa. Había prometido ayudarlo a frenar al sujeto loco este. ¿Pero una promesa valía más que mi vida?
Mientras pensaba eso sucedió el brinco de Névora. Eso fue lo que comenzó a carcomerme por dentro. ¿Cómo es que alguien más temerosa que yo pudo hacer eso? Tal vez el arma la cambiaba de actitud, pero seguía siendo la misma persona. Aunque el arma la transformara, ella había sido quien tomó el arma por cuenta propia. ¿Por qué? Llevaba pocos días más que yo en este lugar, ¿cómo es que le tomó tanto afecto tan rápido?
Y entonces recordé lo que me dijo Gaia antes de salir:
"Quiero... queremos formar una familia entre todos. La familia que ninguno de nosotros llegó a tener en su día..."
Todos ellos habían sido traicionados y asesinados por su propia familia. Despreciados por seres que amaban y jamás experimentaron a una familia de verdad. Yo aún tenía a mi madre, pero ellos ya no tenían a nadie en el mundo humano por el cual luchar. Sólo se tenían a ellos mismos y a los demás de esa escuela. Eran... eran una familia. Bastante disfuncional, pero era una familia unida. Las diferencias no importaban, ni las peleas. No importaba su trastorno o discapacidad, su origen o la causa de su muerte. Simplemente se apoyaban entre ellos cuando hacía falta y daban todo por proteger a los suyos.
"Yo haría lo mismo si mi madre estuviera aquí." pensé, pero no estaba. ¿Entonces porqué luchar? ¿Por quiénes luchar? Apenas conocía a esos tipos, yo no era ninguna familia para ellos.
Esos pensamientos egoístas se acumulaban en mi mente, cuando una fuerte sacudida me devolvió a la realidad.
Névora había estado aguantando a Darkenmon por mucho tiempo, pero no podía resistir más. Estaba de pie en la orilla del techo, apenas sosteniéndose y jadeando.
- Me divierte mucho pelear, pero ya es momento de que te rindas. No hay nada más que puedas hacer.
- Aún... puedo... aguantar...
"Deja de hacerlo Névora, no vale la pena"
- ¿Ah si? Tu condición física me dice lo contrario.
- No... te... dejaré... pasar... - comenzó a arrodillarse poco a poco.
"Basta Névora, por favor"
- Me temo que eso no va a ser posible. Y comienzas a hartarme con tu resistencia, vas a hacer que quiera matarte.
- No...- tosió algo de sangre- no... tocarás... a nadie... más...
"Névora, de verdad, para"
- Como prefieras, aunque debo admitir que tanta lindura se desperdiciará en vano.
- In- inténtalo...- logró ponerse de pie nuevamente- yo... debo... proteger...
"Maldita sea Alcíone, muévete"- la voz de Galactic comenzó a sonar en mi cabeza
- a... mi... fa-familia...
"¿QUE ESPERAS COBARDE?, ¡MUÉVETE!
- ¿Familia? Cielos, sí que te di una buena sacudida.
- dé-déjalos... en p-paz...
"¡DIJISTE QUE YO ERA EGOÍSTA! ¿ESTO QUE ES?"
Tenía razón: estaba enojado por el egoísmo de Galactic de tomar mi vida como posesión suya y estaba haciendo lo mismo de nuevo. Yo no era así, ni quería ser alguien así. Névora estaba dando su vida por protegernos... por protegerme a pesar de que no llevábamos nada de conocernos. Si perdía la vida... era por mi culpa.
"Juro que si muero te voy a dar una paliza en el mundo de los muertos, ¿me oíste?"
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Los Renegados de Illumia: El nuevo elemental del espacio
General FictionUn chico con TDAH, una noche estrellada, un amigo falso... y una serie de cosas que ni yo acabo de entender. Ah si, y el maldito destino. Eso es lo que básicamente define todo lo que me pasó, ah claro, y lo que vas a encontrar aquí en la historia...