Ashton Flemming... ¿¡Ashton Flemming?!

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- Es muy bueno ese chico, ¿no profesor?

- Hm, y que lo digas. Es el mejor en todas las pruebas deportivas, aunque siempre tiene un rival- Volteó a los lados para buscar a alguien, y suspiró.- Pero dudo que esté jugando, aunque creo que no se ha dado cuenta aún.

El profesor puso cara de preocupación, y me gritó:

- ¡Cuidado!

Cuando volteé a ver, un balón de americano me pegó de lleno en la frente, y pude escuchar como si una fogata estuviera junto a mí. Ya estaba débil por el golpe de la puerta, así que esta vez tardé más en incorporarme.

Cuando me levanté, no podía creer que él estuviera frente a mí.

Resulta que el que jugaba tan ferozmente no era ni más ni menos que el elemental de fuego, aquel niño que murió en la explosión de Pompeya, y sin embargo se veía de la misma edad que yo, incluso en mejores condiciones.

???- E-ehh, ch-chico. Una disculpa por lanzarte el balón, se me fue de las manos. ¿Estás bien?

- ¿E-eh? Cl-claro no te preocupes.

- ¿No se te olvida algo?

???- ¿El qué?

- Modales, joven Ashton.

- Ah, a eso se refería.

El chico me tendió la mano y la sacudió con fuerza mientras se presentaba, sin verme a los ojos.

- M-mi nombre es A-Ashton, y soy el Elemental del Fu-fuego, descendiente directo de Flairon. También conocido como el Incendio Incandescente. ¡Mucho gusto y perdón por el balonazo!

Me costaba trabajo creer que aquel chico era el mismo que tenía autismo. No tenía tantos problemas en comunicarse, y no se parecía en nada a lo que nos habían descrito en la escuela.

Nos lo habían descrito como alguien débil, delgado y con demasiada vulnerabilidad a su alrededor. Sin embargo, el chico que ahora tenía en frente era todo lo contrario: Ashton era bastante atlético, y cuando me sacudió la mano sentía como si me la fuera a sacar del brazo. En otros aspectos, sus ojos eran un tanto pequeños, su nariz era un poco puntiaguda, era de tez bronceada y tenía sus cejas y cabello en degradado, como si fuera el fuego mismo pero invertido (es decir, rojo en el centro, naranja y amarillo). Su peinado era con copete, solo que el de él se iba para la derecha. Llevaba también una camiseta negra con shorts marrones y tenis grises.

Como es mala costumbre de mí, me quedé viendo a aquel chico por un tiempo. Debí incomodarlo un poco por mi expresión facial, por lo que simplemente se excusó con rapidez y volvió al campo de juego.

En cuanto se fue, aproveché para preguntarle al profesor a qué se debía tanto cambio en él.

- Ah, veo que también te fijaste en eso.

- Es que no me lo explico: ¿cómo puede un chico con autismo hablar tan natural?

- Eso sonó muy mal, pero supongo que te entiendo.

- Oh, lo siento, no era mi-

- No, tranquilo. Respondiendo a tu pregunta, la razón es que Ashton estuvo más tiempo con nosotros. De alguna forma se fue... acostumbrando.

- ¿A qué?

- Pues sonará mal, pero a su propia enfermedad o trastorno.

- No lo entiendo.

- Mira, si toda la vida se limitara a vivir como lo hacía antes, no iba a sobrevivir en este mundo, además de que tener autismo para él no significó una limitante. Resulta que por su cuenta decidió adaptar su trastorno para mejorar sus poderes.

-¿Quiere decir entonces que de algún modo lo sigue teniendo?

El profesor esbozó una leve sonrisa, y luego continuó.

- Verás, joven. La naturaleza les dio una segunda oportunidad de vida, pero eso no significa que les haya quitado su discapacidad. Lo viste con Marina y lo viste con Silvan. Marina continúa sin tener piernas y Silvan sin tener un brazo. Pero, como has visto, se han acoplado a su discapacidad para transformarla en una ventaja más que les permitirá cumplir su objetivo. ¿Entiendes ahora?

- Entiendo lo de Silvan y Marina, pero es que aún se me hace imposible creer que Ashton es... bueno, ese Ashton.

Rockridge palpó mi hombro, y como compadeciéndome, dijo:

- No cierres tu mundo tan pronto, o de lo contrario no van a poder entrar más personas, y te quedarás solo contigo mismo y con los espectros de lo que otros dicen.

Creo que debió darse cuenta de que me sentí intimidado, porque se disculpó en seguida por el tono.

Me resultaba imposible creerlo todavía, pero supuse que con el tiempo me haría a la idea. El profesor se levantó y me hizo señas de que lo siguiera. Bajamos por las gradas y recorrimos muy poca distancia. Fueron como 5 pasos y estábamos nuevamente ante un campo, sólo que en este lado había puras chicas. 

Los Renegados de Illumia: El nuevo elemental del espacioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora