Lovers in the Light of Hell ▪ ︎L. S. [En Edición]

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Louis está sentado junto a Zayn, ambos fumando, en completa tranquilidad. No hablan, apenas respiran y sueltan el humo.

Es, de forma extraña, un momento pacifico.

Louis envidia un poco a Zayn.

Es pacifico, recibe órdenes y algunas veces las da, no suele tener problemas, deja que todo fluya de forma natural e inminente; nada se vuelve relevante, o doloroso, es como si fuera irrompible. Lo único que parece herirlo, o alarmarlo, es Liam y, sin embargo, Liam también le lleva paz.

No puede evitar envidiarlo, ni preguntarse como lo hace, como lo logra. Jamás se lo ha dicho, jamás se lo dirá y, simplemente, esperará algún día donde pueda tener esa misma paz.

Tal vez no sea algo bueno, pero es algo.

-¿¡Dónde estás, maldito imbécil!?

Su tranquilidad se ve interrumpida abruptamente. Taylor y Liam aparecen de un instante a otro, con expresiones serias, Taylor grita encolerizada, le sorprende que Liam tenga casi la misma expresión.

Ambos se sorprenden por la repentina interrupción. Zayn suelta el cigarrillo, sorprendido.

Taylor camina junto a la mesa y mira bajo esta, sin encontrar nada. Sigue su camino, buscando por la sala, hasta que desaparece por un pasillo.

-¿Qué sucedió? -le pregunta Louis a Liam.

El arcángel mantiene su ceño fruncido y sigue el mismo camino que Taylor, sin responder nada.

Louis decide mantenerse alejado.

Taylor camina, enojada, la punta de sus tacones choca contra el suelo, resonando con fuerza cuando camina. Sostiene la guadaña con fuerza, el metal muestra pequeñas llamas azules, demostrando que nada bueno sucederá pronto; al menos, no para Nyne.

Para ella, en cambio, será magnifico.

Acordó con Liam que, antes de quemar su alma, procuraría obligarlo a responder como lo había logrado, de donde había salido y, por último, cuál era su objetivo. Porque estaban seguros de que no era una simple venganza a Harry, no; tenía que haber algo más, un alma común como la de Nyne no podría lograr algo así de la noche a la mañana. No importaba que fuera, necesitaba una respuesta.

Cuando lo encuentra, no puede estar menos que sorprendida.

Es Nyne, el Nyne que era faraón de Egipto; de pie, apoyándose contra una de las paredes del pasillo, casi orgulloso de poder mostrarse, revoloteando sobre su logro, un hombre alto, de cabello oscuro y brillantes ojos mieles. Excepto que no hay ojos mieles, sus ojos son de un brillante color morado. No se ve como una persona, no por completo, luce algo distorsionado incluso. Pero ella no retrocede, ni siquiera estando sorprendida por el repentino regreso. Junto a él está el gato que antes portaba su alma, ahora es un cuerpo sin vida alguna, gracias a la falta de un alma en su ser.

Tiene una razón más para matarlo.

-¿No tenías nada más? Los gatos son de poca confianza para los celestiales.

No duda su siguiente paso. Termina de acercarse a él y, con el mango de la guadaña, lo aprisiona contra la pared. Nyne se queja, moviendo un poco sus facciones, pero no logra más que eso.

-¿Quién te creo? -demanda por una respuesta, apretando los dientes.

-Nadie que no pueda hacerlo.

Ella ríe, irónica. Lo presiona más contra la pared, cortando el aire.