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Las noches en Egipto eran una maravilla. El cielo repleto de estrellas iluminando el oscuro cielo.

Odiaba a Harry, pero debía admitir que Harry había hecho un muy buen trabajo.

Estaba sentado en una de las muchas montañas de arena que poseía el desierto, Nyne ya se había dormido y Louis se suponía que estaba en otra habitación. Siempre se aseguraba de que Nyne estuviera perfectamente dormido, deseaba prolongar la vida del faraón tanto como pudiera.

Taylor apareció junto a él, con un rostro cansado.

—¿Mucho trabajo?—le preguntó.

La muerte suspiró.

—La tierra va muy lento, la gente muere—dijo.

Taylor había comenzado a acostumbrarse a su vida. Era... lo normal. La muerte era necesaria.

Ambos se quedaron en silencio.

—Shawn una vez dijo que me amaba—dijo Taylor, sin expresión alguna en su rostro.

Debía admitir, ninguno tenía especial apreció a los que antiguamente fueron sus amigos. Louis los detestaba y Taylor se esforzaba en soportarlos.

—¿Qué?—preguntó el diablo, confundido—¿Por qué no me lo dijiste? ¿Cuándo?

Taylor se encogió de hombros.

—Fue el mismo día que nos expulsaron—dijo, a pesar de que a ella en realidad nunca la expulsaron—. No conocía el amor, y el que conocía era... horrible. No pareció necesario, teníamos otras cosas en las que pensar.

Louis se quedó en silencio.

Taylor nunca extrañó el cielo. Era algo que habían admitido siglos atrás, en una de esas noches en las que nadie podía dormir.

—¿Por qué lo hiciste?—preguntó Selena—. Harry nunca te expulsó.

Taylor suspiró.

—Odiaba ese lugar—dijo, con burla—. Harry no me daba nada en lo que creer. Nada que valiera la pena.

—¿Y el amor?—preguntó Selena, inocentemente—¿Tampoco lo vale?

Louis se rió.

Selena se había fijado demasiado en el amor que tenían los humanos. Algo tan diferente a lo que Louis conoció.

—El amor no funciona con todos—dijo Louis—. Solo algunos tienen la suerte.

—Pero los humanos...

—Nosotros no somos humanos, Sel—la interrumpió Taylor—. Somos la muerte, el diablo y los traidores.

Selena hizo un pequeño puchero.

—Pero el amor si existe—bufó Zayn—. Que nosotros no lo tengamos es muy diferente.

Era extrañamente reconfortante.

Pero ninguno había encontrado amor. Excepto Louis.

—Shawn—dijo Taylor, con nostalgia—. No creo que me amara realmente.

—¿Por qué?

—Creo que todos estaban muy ansiosos de tener lo que tu y Harry tenían.

Louis sonrió tristemente.

—Ese es un deseo muy dañino—bromeó.

—Lo sé.

Taylor apoyó su cabeza en el hombro de Louis, teniendo que agachar un poco su cuello.

—¿Creés que lo tengamos?—preguntó—. Algo eterno.

—No lo sé—respondió Louis—. No lo creo.

Y es que era difícil pensar en algo eterno, porqué la muerte y el diablo no merecían nada más que odio.

Louis temía.

Siempre lo hacía, de Harry, o de perder a Nyne. Él no había perdido a Harry, por lo que no tuvo la oportunidad de sentir dolor de ese tipo. Louis seguía temiendo a Harry.

Pero nunca había sentido tanto miedo como en ese momento.

Quería decirle la verdad a Nyne. Realmente deseaba hacerlo, contarle quién era. Nyne lo aceptaría ¿Verdad? Louis rogaba porqué asi fuera. Su ventaja era que no mucha gente conocía el verdadero mal que guardaba Louis.

Louis creía que, si realmente quería tener algo duradero con Nyne, tenía que decirle la verdad sobre el. Porqué Nyne valía más que mil joyas de diamantes y merecía saber la verdad.

Pocas veces Louis se quedaba a dormir con el Faraón, y es que Louis en realidad no dormía. Pero algunas veces disfrutaba de la simple compañía de Nyne.

Nyne siempre lo abrazaba por los hombros y acariciaba su cabello cuando se recostaban juntos, y Louis amaba eso.

—Nyne—le llamó Louis.

—¿Si?

El diablo suspiró.

—Debo... decirte algo—susurró, girando su cuerpo para poder nverlo.

—¿Qué sucede?—preguntó Nyne, acomodando su flequillo, dándole una pequeña sonrisa.

—Es algo extraño—dijo—. Yo no soy un viajero.

Nyne arrugó las cejas, demostrando su confusión. Louis decidió seguir hablando luego de unos segundos en silencio.

—Yo soy... soy...—se detuvo, buscando la palabra correcta—. Soy algo como... mágico.

El faraón parpadeo varias veces.

—¿Mágico?—preguntó—¿Cómo el sol?

Louis soltó una pequeña risa.

—Si... digamos que algo así—susurró.

—¡Wow!—Nyne sonrió, sorprendido y alegre—. Entonces eres como... ¿Un solecito?

Louis escondió su rostro en el cuello de Nyne.

—Si, algo así—dijo—. No moriré nunca, y soy algo como el rey de muchas criaturas mágicas.

Nyne hizo círculos en los hombros de Louis.

—Mi solecito es un rey—besó su frente—¿Por qué no me lo dijiste?

Porqué nadie debería amarme de la forma en que tu lo haces.

—No lo sé—dijo, con un ápice de nostalgia—. Pensé que lo creerías raro y... que dejarías de amarme.

Nyne tomó el rostro de Louis entre sus manos y besó su nariz, para después besar sus labios.

—Yo jamás ¡Jamás! Haría eso—le sonrió—. Un faraón jamás comete errores.

Louis sonrió, acercándose a el para besarlo.

—Entonces—habló Nyne—¿Cuándo podré conocer el mágico reino de mi solecito?

Louis se rió sobre sus labios—Algún dia, lo prometo.

El diablo quizás no le había contado toda la historia a Nyne. Quizás, tampoco le había dicho que su Dios, el sol, en realidad había sido creado por alguien más. Louis tampoco le dijo que raza era, ni donde vivió antes de ser desterrado injustamente. No le dijo que el reino que gobernaba era un lugar oscuro y encendido de llamas; ni que a ese lugar iban las almas de todas las personas que causaban daño en la tierra, o algunas personas que decidían no seguir las reglas del paraíso. Louis no dijo que era el rey de la oscuridad, un ser de maldad.

Louis solo le dijo una pequeña parte de quien era y, aún así, Nyne jamás lo juzgó.

Y fue entonces, en una noche Egipcia, cuando el diablo volvió a sentir lo que era el amor. Está vez, descubriendo su mejor versión.

Lovers in the Light of Hell ▪ ︎L. S. [En Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora