Capítulo 55

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POV.ANASTASIA 

Abro mis ojos adaptándome a la luz que ingresa por mi ventana. Ayer no sé en qué momento fue que me quede dormida.

Después de que te cansaste de llorar susurra mi subconsciente.

Ana, no vallas por ese camino me repito mentalmente, hasta que las lágrimas se hacen presente y me corren por las mejillas me las limpio con rabia. Solo quiero acurrucarme en algún sitio. Acurrucarme y recuperarme de algún modo. Las palabras de Christian regresan a mi mente.

—No puedes quererme, Ana. No... es un error —entonces me dejo ir... sollozando con fuerza contra la almohada. ¡Maldición! ¿En qué estaba pensando? ¿Por qué le dije eso? ¿Estuvo bien mostrarle lo que siento por él?

Me cuesta creer que mi mundo se esté derrumbando a mi alrededor, convertido en un montón de cenizas estériles, y que todas mis esperanzas hayan fracasado cruelmente.

No, no, no lo pienses. Ahora no, aún no. Inspiro hondo.

No puedo más que desearle lo mejor a Christian, porque a pesar de todo le he querido como a nadie, porque por el perdí mi inseguridad y gane la confianza que necesitaba, porque me hizo sonreír cuando no tenía las intenciones de hacerlo, porque me enseño una distinta manera de ver el mundo, porque me hizo sentir querida, aunque no haya sido así realmente, también porque el haberle conocido me cambio la vida y no le culpo por no quererme como me gustaría porque así es la vida, y así como no puede obligarme a dejarle de querer no puedo obligarle a que me quiera.

Al menos me quedo con saber qué hice parte de su vida, que habrá cosas que le recordaran a mí, posiblemente algún día me extrañe, pueda que tenga buenos recuerdos de mí, podría decir que fue mi alegría, mi sonrisa y mi amor, aunque no correspondido. Por eso le deseo lo mejor. No puedo ir por la vida odiando a Christian, solo por no aceptar mis sentimientos eso sería muy egoísta y cruel. Al menos puedo esperar que sea feliz con otra persona.

¿Será posible que te crees eso de que sea feliz con otra mujer? dice mi subconsciente.

Mierda... lo he perdido.

He perdido al único hombre al que he amado en mi vida. El único hombre con el que me he acostado. Un dolor desgarrador me parte en dos, gimo. ¿Por qué tiene que doler así? ¿Por qué no solo continuo con mi vida? Las lágrimas empiezan a rodar inoportuna e involuntariamente por mis mejillas nuevamente, me las seco precipitadamente con los dedos, mientras me levanto de la cama. No puedo quedarme todo el día llorando en la cama, me arreglo rápidamente mientras Jacob devora su desayuno.

—Pórtate bien Jacob— dejo más comida y agua en los recipientes para que Jacob, lo coma después. El aúlla y corre alrededor de la mesa, me despido de mi adoptado consentido con un beso en su frente.

Recojo mi bolso, me pongo la chaqueta y me dirijo a la puerta. Una vez en la calle, aspiro profundamente el aire de Seattle a primera hora de la mañana. Eso no basta para llenar el vacío de mi pecho, un vacío que siento desde ayer por la tarde, una grieta desgarradora que me recuerda lo que he perdido. Camino hacia la parada del autobús con la cabeza gacha, mirándome los pies.

Suspiro.

Nada de lo que vivimos fue malo, pero cuando comienzo a recordar, vienen a mi mente todas las veces que me hizo reír las veces que se enojaba y su insoportable pero hermosa forma de ser, las veces que me dejaba de hablar y me obligaba a extrañarlo. Hoy ya nada es como antes, pero aun así aquí estoy intentando sobrellevar todo.

El autobús llega y rápidamente me subo para luego sentarme cerca de la ventana, mientras el bus avanza intento mantener la mente en blanco y tan aturdida como sea posible. No puedo pensar en él. No quiero empezar a llorar otra vez... en plena calle, no.

Princesa ValienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora