Capítulo 59

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POV.ANASTASIA

Las lágrimas fueron calmándose y a la vez alimentando mi rabia, no para con Christian, sino contra mí misma, por haber sido tan estúpida, por creer en sus palabras y ponerme a sus pies, entregarle mi cuerpo, mi confianza a alguien que sólo quería utilizarme. Suspiro, mientras observo la pared que está a mi costado.

Humildad ese pequeño detalle que hace la diferencia.

Ahora todo ha llegado a su fin, supongo que las cosas nunca hubieran funcionado para los dos. A pesar de todo lo que más me duele es saber que aun así sigue estando bien sin mí, y que opto por estar sin mí. Que no me dio ni la oportunidad ni siquiera de despedirme para estar bien o más tranquila conmigo misma.

El corazón se agrieta cada vez más. Porque yo siempre dije todo, siempre di todo de mí, no me guarde nada.

Recuerdo que una vez  mi madre me dijo que en la vida solo hay tres amores el primero que llega en la adolescencia, el que te enseña a querer, te llena de ilusiones y parece un guion de película, el segundo te enseña el dolor y te aferras a él aunque sabes que él no es para ti, el que hubieras deseado para siempre, pero te ayudo a madurar y el tercero es el que no esperabas que ocurriera, pero dejas que pase sin crear expectativas, solo eres tú dejando que te sorprenda, el que cura las heridas y te hace feliz, es el verdadero amor...

Supongo que Christian es el segundo amor; el que te enseña el dolor y en el cual yo me aferro sabiendo que él no es para mí, y que al final hubiera deseado que estuviéramos siempre pero solo me enseñó a madurar y ver la realidad de las cosas.

Aun me cuesta creer que este en esta celda, la tristeza se expande por mi pecho, añoro la calidez de mi casa y la compañía de Jacob. Lo único que busco ahora es tan solo una sonrisa y un abrazo que me recuerden que todo estará bien, que al final pronto estaré en casa, lejos del caos que me atormenta.

Acéptalo, Anastasia, aunque duela, llega el momento donde se debe dejar que todo siga su camino, donde es mejor no forzar nada. Donde se tiene que entender que, aunque con tanta fuerza se desee, hay cosas que sencillamente jamás serán.

—Déjame leer Aitana...—dice Vicenta

—Vicenta, préstame el periódico por un momento, o al menos dame la sección de crucigramas. —susurra Aitana.

—Está bien. Está bien.

Me siento y observo fijamente la pared de ladrillo. Estoy entumecida. Solo siento dolor. ¿Cuánto tendré que soportar esto? Deseo poder cerrar los ojos y no ver a Christian. No consigo huir de él ni en sueños. Sus ardientes ojos grises, su mirada perdida, su cabello cobrizo y brillante, todo me persigue.

Me he convertido en mi propia isla independiente. Una tierra tan saqueada y devastada por la guerra, donde no crece nada y cuyo porvenir es inhóspito. Sí, esa soy yo. Puedo interactuar de forma impersonal, pero nada más. Si hablo con las chicas, sé que acabaré más destrozada aún... y ya no me queda nada por destrozar.

Me aprieto las sienes. Tranquila. Trata de tomar todo de la mejor manera posible, si tienes que llorar hazlo no te contengas. Todo va a estar bien, tal vez hoy no, pero si con el tiempo susurra mi subconsciente.

Suspiro.

Me gustaría poder volver el tiempo, no para cambiar las cosas, pero si para revivir los momentos en la que era feliz y no lo sabía.

—Anastasia, ¿te encuentras mejor? —susurra Teresa mientras se acomoda a mi lado.

Asentí... solo tenía que desahogarme llorar lo que no he llorado y decir lo que sentía.

Princesa ValienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora