Capítulo 18: El país de Nunca Jamás.

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Ross

Muchas veces cuándo la presión sobre mí se excede; deseo desaparecer, convertirme en polvo, volar en el aire como materia inanimada o simplemente esparcirme como cenizas en el océano.

Sabrina solía decirme que llegaría lejos, que siempre estaría para mí, que me quería y que no le importaba lo que el resto pensaba del chico Hamilton; del niño que vivía en una casa de mierda, que llevaba ropa de segunda mano y que tenía poco dinero que ni siquiera podría invitarle a una buena cita. 

Eso decía cuándo vio mi futuro para la NFL; cuándo los entrenadores comentaban que sí lograba deshacerme del apellido Hamilton yo triunfaría, pero, Sabrina era lo único que creía tener, por ella quería hacerlo porque confiaba ciegamente en ella hasta que vi su realidad.

No me quería, solo quería lo que podría llegar a ser fuera de Lakeside City porque al segundo en que las cosas se empezaron a torcer más, ella me abandonó, me clavo palabras crueles que hasta el día de hoy recuerdo y llevó en mi mente.

Las manos cálidas de Maya me alejan de esos recuerdos cuándo de un salto ya no la siento y ella está fuera de mi Harley.
Sus manos se posicionan en su cintura y pronto parece algo enfadada, pero, su boca moviéndose en muecas de diversión me hacen saber que está entre esos dos términos.

—Ese chico Turner tenía razón ¿no? —pregunta. —Sí hicieron esos destrozos en los vestidores de Los Violets.

—En mi defensa nos debían una.

Maya enmarca sus cejas y ojos hacia mí de manera casi intimidante.

—¿Quieres la versión oficial? ¿o la que diría para que no me veas como un auténtico idiota?

—Quiero ambas. —responde.

—La versión oficial es que sí mis chicos lo hicieron y como buen capitán desvié mi atención y sufrí de amnesia, por lo cual, no sabría del asunto. La que diría para que no me veas como un auténtico idiota es que no sabría nada de lo que dices, negaría por completo y eso se quedaría así.

—Sigues siendo Ross para mí y no un idiota. —murmura con sus ojos brillantes sacudiendo mi jodido corazón con esas palabras.

—Gracias por el voto de confianza. —contesto con la voz ronca, carraspeo y me bajo de la Harley.  —Ahora vamos, tenemos que subir.

Escucho su sonido de protesta al tener que subir la empinada colina del lugar a la que la he traído.

—Te prometo que vale la pena. —aseguro.

Ella blanquea los ojos con diversión y sostengo una sonrisa contra mis labios mientras ambos continuamos el camino.

Una vez llegamos a la cima la oscuridad está sobre nosotros.

—¿Es acaso éste tu lugar especial? —pregunta girándose hacia mí.

—Algo así. Uh, creo que podría decirse que sí al final.

—Entonces, me traes a tu lugar especial. Eso es muy cliché de tu parte, engreído.

—¿Y qué tiene de malo lo cliché?

—Qué es muy repetitivo. Qué está diseñado como sistema estándar para que los chicos obtengan a la chica de manera fácil.

—No veo el problema de tener un manual de guía para "tener a la chica". —realizo una seña de comillas con mis dedos.

—No estaría mal que los chicos no hicieran lo mismo de siempre.

—Puede que algunos se guían con lo cliché, que al principio se vea como uno, pero, que al final sea completamente diferente.

«Un Cliché Peculiar» (GC #1)✔©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora