Capítulo 17: El enemigo.

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Ross

«Prométemelo, Ross. Por favor, promételo.»

«Lo prometo, Ángel.»

Ni los desayunos deliciosos que prepara Megan aliviaron todo el desastre que mantuve ayer conmigo.

Estoy teniendo distracciones; estoy ocupado pensando en Maya, pensando en qué hacer, y eso no va conmigo, es decir, sí quiero algo voy a por ello, pero, a ella, a ella no puedo tenerla cómo obtuve las otras cosas porque en primer lugar ella no es una cosa; es una persona, no un objeto.

Se supone que debo mantenerme concentrado en el fútbol y nada más que en eso. El sexo casual solo servía para liberar tensión, pero, lo deje hace meses porque no me aportaba nada y recaí hace unas semanas por el mismo punto de inicio al que iba, por Maya.

Mis prioridades son: Fútbol y estudio.

No hay y nunca ha habido espacio para nada más.

Sí el bastardo que me engendro me viera ahora me diría lo mismo, seguro se reiría. Me sacaría la mierda que se cuela en mi mente sobre el romance rosa que no va conmigo, y eso es lo que más me jode, que sigo haciendo lo que él me ha hecho hacer siempre; presionarme para vivir por una sola cosa y ya.

No quiero ser así, no quiero que ese maldito me siga controlando, pero, que puedo hacer cuando todo es tan rutinario. Cuando te acostumbras a algo y no puedes dejarlo partir. El hecho de que lo odie no cambia nada porque hacerlo no me traerá nada de regreso de lo que él me quito.

Y me quito mucho.

Regreso mi vista al frente cuándo el profesor Sivan de Econometría I me llama la atención.

—Señor Hamilton, ¿Cuál es la diferencia de la econometría económica y la econometría financiera? —pregunta con prepotencia Sivan, a quién por cierto odio mucho porque es un arrogante e imbécil.

No tengo ni una maldita idea de lo que me habla. 

Pienso en que decir porque ya me sé su frasecilla de los deportistas y no quiero tener que escucharla, pero, no se me ocurre nada, así que, me quedo en silencio porque lo que más odia este sujeto es que uno conteste para decir que no lo sabe.

—Gracias. Gracias, señor Hamilton. Por demostrarme que ustedes los deportistas han sido cortados por la misma tijera y que tienen cero conocimientos intelectuales porque lo único que parece usted receptar es un balón de fútbol y no sus estudios. Gracias por agotarme las esperanzas de aprendizajes de los atletas, muchas gracias, Hamilton.

Aprieto mis dedos contra las palmas de mis manos y mi mandíbula se siente tensa. 

Sería fácil si fuera una asignatura mejor explicada, pero, lo cierto es que, no me interesa nada la economía, la detesto mucho, y en esta clase vemos una combinación de matemáticas y estadística, cosas con las que nunca me he llevado bien, de hecho, las suspendí mucho en la preparatoria porque no las entendía, y cuando tuve que elegir una carrera, me estanque con economía a pesar de que desee la cinematografía.
Todo este embrollo porque una licenciatura de cine no me hubiera servido en Manhattan ni en un millón de años, dado que, lo que lidera en New York es la economía.

—Me parece que su comentario está fuera de lugar, señor Sivan. No creo que le guste que la oficina del decano sepa como trata a sus alumnos y su complejo de estereotipos. Siguiendo sus estigmas sobre mi compañero, no creo que al decano le agrade la idea de sus comentarios plagados de amargura, sobre todo, al mariscal de campo de esta universidad que nos ha llevado a la gloria desde hace 3 años. —sonrió divertido al ver a Megan de pie a mi lado. 

«Un Cliché Peculiar» (GC #1)✔©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora