Capítulo 34: No es olvidar, es sanar.

2.5K 158 13
                                    

Ross

Soy un imán para las mierdas contraproducentes.

Lo tengo clarísimo; no terminas en un hospital si la mierda no te alcanzará.

Para mi suerte, siempre me alcanza, y debería tener el sentimiento de costumbre, pero, no lo tengo, y recordar cómo no pude defenderme es escalofriante. Me sentía como el jodido niño inútil de antes que no podía parar los golpes de su padre, y esa mierda apesta enormemente.

Cuándo desperté solo pude pensar en Maya, y cuándo ella apareció en la habitación sentí que un pedazo de mi alma regresaba a mi cuerpo. No falto mucho para tenerla en mis brazos y regodearme en la paz que ella me da. Lástima que, no se quedó mucho tiempo.

Suspiro sobando mis sienes, aún me palpita la cabeza un poco; barro mi vista por las personas dentro de la habitación. 

Olivia está en el regazo de Fury, creo que mirar eso me ha dejado un poco loco, también puede que haya sido el grito sobre mi oído de Megan, y su cuerpo atropellando el mío en segundos, que me hace quejar; se ata a mi como un hurón, y llora mucho, tanto que, Colton tiene que sostenerla para que se calme. 

Prince y Dann solo se dieron miradas entre ellos, y luego a mí para después joderme con buscarme enfermeras "buenas" para mí, cabe decir, que Maya se encargó de darles un manotón a cada uno; eso sí que me hizo gracia que termine estallando en risas.

El entrenador Robinson está tan preocupado cómo todos por mí, pero, lo maneja bien con su autoridad y comentarios divertidos sobre mis muchachos.

Maya no se separa de mí en ningún momento; ni siquiera cuándo dejamos el hospital por la tarde para ir a casa.

Ella se mantiene decidida a cuidarme, a pesar de, asegurarle que estoy bien. Así que, me toca verla pasearse por mi habitación buscando almohadas y mantas para que me sienta cómodo, y no sé si se siente culpable o algo, pero, cuándo se coloca frente a mí; noto como luce inquieta, nerviosa, a decir verdad, y eso me intriga. Sin embargo, no pregunto, sino que hago algo muy diferente a ello.

—Maya, enserio estoy bien. Deberías ir a casa. —pronuncio con suavidad.

Sus ojos marrones como chocolates fundidos me alcanzan. 

Ese vertiginoso terremoto que ocasiona dentro de mi anatomía es glorioso, tanto que, cuándo logro obtener su mano, tiro de ella lo suficiente para recostarla sobre mi pecho. Su cabello y aroma a vainilla se asciende en mi nariz y un regocijo enorme se dispara por mi columna vertebral y termina en un cosquilleo de mis dedos por el ansiado toque hacia mi cielito.

—No. Yo quiero quedarme aquí. ¿Acaso te molesta? —pregunta; regresándome hacia la situación que se proyecta en este instante.

Sacudo mi cabeza unos segundos para luego llevar mi mano hacia su cintura y acariciarla sintiendo el calor de su cuerpo junto al mío. Sus ojos me inspeccionan y suelto un respiro bajo antes de aclarar mi garganta.

—¿Qué?, pero, sí a mí me encanta tenerte aquí, y si fuera por mí, te tendría cada segundo a mi lado. —confieso con una sonrisa que hace que ella se presione contra mi cadera y me alcance por un beso en la mejilla.

—¿Entonces, por qué quieres que me vaya ahora? —pregunta sobre mi oído.

—Porque deben estar preocupados por ti en casa, cielito. —respondo al instante sin dejar de admirarla. Sonríe, divertida.

—No lo creo, además... nunca hemos hablado de nuestra familia. —susurra desviando la mirada. —Al menos no de la mía. —agrega.

Alcanzo a ver sus ojos brillantes y su rostro con rubor luciendo preciosa; suspiro sintiéndome en paz por tenerla a mi lado porque aunque sonará egoísta yo siempre querré que Maya esté a mi lado, justo como ahora.

«Un Cliché Peculiar» (GC #1)✔©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora