Capítulo 31: Comer perdices no es un cuento.

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Ross

Espero pacientemente sentado en mi Harley.

Mi corazón está entusiasmado, y no es para nada más, sí Maya y yo tendremos nuestra primera cita.

Siento incluso mi cuerpo crujir ante la emoción que eso me provoca; supongo que nos adelantamos a muchas cosas antes de tener la cita oficial.

Cómo mi boca en ciertos lugares del cuerpo de Maya, pero, son relativamente paralelas a lo que sucederá. Quizás, solo quisimos juguetear un poco. En fin, ambos disfrutamos ello. Sin embargo, no puedo dejarlo así; debo y quiero llevar a mi cielito a una verdadera cita.

Algo con romanticismo que debe tener sí o sí.

Un suspiro de fascinación sale de mis labios. Es como si cientos de elefantes agitarán mi corazón; cómo si las hormigas estuvieran escarbando por mi columna vertebral pellizcando por trepar. Es así cómo me siento al observar a unos metros de mí a Maya.

Lleva su cabello castaño suelto, aun así, hay una diadema en su melena; le queda muy bien al igual que ese vestido colorido de flores con el que se acerca moviendo sus caderas hipnotizantes suavemente mientras realiza el camino hacia mí; trae unas sandalias en sus pies.

Una sonrisa se despliega en mis labios cuándo al fin estamos frente a frente. Ni lo pienso mucho, antes de atraerla contra mi pecho; rodear con mis dedos su cadera, respirar su aroma a vainilla delirante que me reconforta.

Ella es refrescante en todos los sentidos.

Mis labios caen sobre su sien antes de ir por su boca, delineo su labio inferior antes de arremeter contra su boca. Maya suspira sonoramente mientras sonríe contra mis labios.

Sus manos delicadas se mantienen en mi torso devolviéndole calidez a mi cuerpo; su risa contra mi cuello cuándo finalmente mis labios abandonan los suyos me hace gemir internamente por lo suertudo que soy en estos momentos y de lo que seré siempre teniendo a mi cielito conmigo.

🏈🩺

Parpadeos varias veces antes de soltar una carcajada.

Maya golpea mi hombro refunfuñando, sin embargo, no se escapa por mucho porque atrapó su cintura contra mi cuerpo. Recuesto su cabeza sobre mi pecho nuevamente, apenas se vislumbra la llegada del atardecer, quise traerla a Nunca Jamás unas cuántas horas, no sé porque, pero, antes era un lugar que se sentía solitario, y ahora, desde que Maya está en mi vida, incluso si vengo solo a este sitio, ya no se siente así.

—Cielito. —susurro contra su oído.

Ella se gira rápidamente hasta poder verme con esos ojos chocolates brillantes.

—Me agrada tenerte en Nunca Jamás. No huyas nunca. —agrego y ella cierra sus ojos unos segundos antes de formar una sonrisa enorme, subir su mano derecha y sostener mi mejilla transmitiendo millares de emociones que me aceleren el corazón a grandes escalas centellando un resoplido de explosiones de colores en este.

—¿Sabes? —miro sus ojos fascinado por la condensación que se releva en ellos. —Nunca Jamás no es un lugar, no es este lugar. Eres tú Ross y yo quiero quedarme allí. Yo quiero estar contigo, Ross. —pronuncia con sinceridad y se empina hasta tocar mis labios.

—Te quiero, engreído. —susurra fugazmente antes de presionar su boca contra la mía. Suspiro temblorosamente.

Aferro mis dedos contra sus caderas y ella se coloca sobre mí, entre mis piernas. Me levanto cómo puedo; su precioso culito se queda sobre mi regazo, y mis brazos la encarcelan mientras bebo sus besos.

«Un Cliché Peculiar» (GC #1)✔©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora