Capítulo 33: Punto de quiebre.

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Ross

Me siento como el jodido Leonardo Di Caprio en la escena del Titanic dónde grita: "Soy el rey del mundo". Porque justo así es cómo mi cuerpo saltarín canturrea a mi mente al despertarse. 

Todos los recuerdo proyectándose en mi mente son un largometraje en plano medio corto. 

Maya sobre el sofá; mi boca en ella, mis manos en su cuerpo, mi polla dentro de Maya. Ella motándome; mi cuerpo enredado al suyo. Jodidamente buenísimo, de lo bueno.

Sonrió perezosamente.

La calidez de su cuerpo sobre el mío es tan malditamente satisfactorio; quiero perderme en su cuerpo nuevamente. Ella en serio es como un adicción. 

La recuesto suavemente sobre el colchón; ella se gira y abraza la almohada. Me levanto de puntillas hacia el baño.

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Tener una revancha contra los del College es una mierda.

Han entrenado lo suficiente como para derribar a Deadshot, es decir, estamos hablando de mi línea ofensiva fuerte. Dann está teniendo un día de mierda porque sus piernas se congelan.

Estoy sudando frío por el resultado de la tabla; estamos a diez puntos detrás de ellos. 

Suelto un grito desesperado; vuelvo a reorganizar las jugadas concretando cual es la más ventajosa para ganar. Mis compañeros de equipo prestan mucha atención; entienden la jugada maestra de engaño, pero, todo es un desastre cuándo Fury se distrae, y no atrapa el balón. 

Mi mejor amigo se retrasa un segundo en el terreno de corredor; Colton es tacleado. Prince parece no saber que movimiento elegir; busco tomar el balón, sin embargo, me derriban dos cuerpos pesados del Collage, y terminamos perdiendo.

Extrañamente, no me siento enojado cómo todos mis muchachos. La carga es menos pesada que antes, por no decir nada; me gusta sentirme ligero. No obstante, el entrenador no opina lo mismo. Está tan descolocado por los resultados que toma una botella de Whisky confiscada y se encierra en su despacho. 

Planeo visitarle para evitar aquello, pero, me retengo cuando lo escucho regañar sobre cualquiera que entre a molestarlo.

En silencio todos nos cambiamos de prisa para dejarlo solo.

Drew Robinson jamás ha bebido en presencia nuestra. Pero, sí tuvo ciertos problemas con la bebida que estaba dejando.

Un juego arruinado lo ha llevado a recaer en su cuarto año de sobriedad; lo cual es una mierda horrible, pero, cómo dije, no me siento culpable, di todo de mí, y en el fondo sé que él lo sabe, también, por lo que, sin importar recibir un regaño, y pensarlo sobre la marcha mientras me vestía. 

Soy el único que entra a esa oficina, luego, que todos se hayan ido con la excusa de embriagarse en la fiesta de Nicholas Edwards.

—Hey, entrenador. —murmuro ingresando al despacho. Robinson tiene su cabeza sobre el escritorio; la botella está vacía, y la insignia de sobriedad está en su puño.

—Hijo, es difícil, pero, lo he logrado. —suspira y sus ojos me observan. —La he botado al retrete. Creí que no lo lograría, pero, lo hice. —agrega.

—Lo ha hecho muy bien, entrenador. Muy bien.

Eso sí que es una victoria, no la que esperaba en el campo, pero, no puedo evitar sonreír por ello. El entrenador me sonríe antes de echarme de su oficina para que vaya a disfrutar la fiesta.

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Jodánmen si no se siente el festejo, a pesar de, haber perdido.

«Un Cliché Peculiar» (GC #1)✔©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora