Capítulo 16

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Una pequeña multitud estaba alrededor de José y el tipo. Algunos mirando interesados y otros burlándose de la pelea. José había clavado al tipo con una mano empujando en su pecho. Él estaba incluso descaradamente agresivo, su mano libre cerrada en un puño a su lado.

—¿Qué demonios, hombre? ¿Tienes un jodido problema de audición?

—Lo siento —balbuceó el tipo, las manos alzadas a sus lados—. Sólo estábamos bailando. No pretendía otra mierda además de eso.

—José. —Mi voz sonó estrangulada y ronca mientras avanzaba hacia ellos.

Sophia estaba a mi lado, capturando mi mano. —_____, no te involucres.

¿Cómo no me podía involucrar? Mi estómago se revolvió y lo poco de cerveza que había consumido subió por mi garganta.

José empujó al chico de vuelta a la pared nuevamente y de repente Jase estaba ahí, poniendo un brazo alrededor de la cintura de
José, tirando de él hacia atrás. El tipo se desplomó contra la pared, con los ojos cerrados.

—Necesitas relajarte, mierda —dijo Jase.

José eludió a su amigo, los ojos entrecerrados hacia el otro tipo. — Joder, déjame ir Jase.

—Joder, no. —Jase se interpuso entre ellos, poniendo sus manos en el pecho de José—. No necesitas esto, ¿recuerdas? Meterte en una pelea es lo último que jodidamente necesitas en este momento. Así que, retrocede.

Algo en lo que había dicho Jase parecía haber alcanzado a José. Lanzó al tipo que aún se encontraba contra la pared una última mirada prometedora y luego se sacudió fuera las manos de Jase. José se volvió, metiendo sus manos entre su pelo. A través de la gente que estaba entre nosotros, su mirada se posó en mí y Sophia. Comenzó a avanzar, pero Jase dijo algo que lo hizo parar. De la nada, Roberto apareció, poniendo una botella de cerveza en las manos de José. Entre los dos, lo hicieron pasar hacia la casa. Comencé a ir detrás de ellos, pero Sophia me arrastró a una esquina. Sus alas rebotando cuando se volvió hacia mí.

—¿Qué demonios pasó?

—No lo sé. —Mi pecho bajaba y subía bruscamente—. El tipo no me dejaba ir y José salió de la nada. Necesito...

—No —me cortó, bloqueando mi camino—. Debes dejar que se relaje. Está con sus amigos, déjalo estar.

Puse las manos suavemente sobre mis caderas. Tardando en procesar lo que Sophia dijo. Había una buena probabilidad de que vomitara.

Miré alrededor, deseando que mi corazón desacelerara. Algunas personas nos miraban. Otros habían perdido el interés en el momento en que era obvio que no habría una pelea. Steph estaba en la mesa de ping-pong, sus labios convirtiéndose en una línea cuando nuestras miradas se encontraron. La música volvió, retumbando en sincronía con mi corazón.

Sudor salpicaba mi frente.

—Oye, _____, ¿estás bien? —preguntó Sophia.

Esforcé un asentimiento, pero no estaba bien. El garaje cambiaba de nuevo, todos los trajes y sonidos amplificándose. La presión se cerró sobre mi pecho. El olor a cervezas, perfumes y sudor nubló el aire. Tomé un respiro, pero no pareció que fuera suficiente.

—Necesito aire fresco —le dije a Sophia, tirando para liberarme.

—Iré contigo

—No. No, estoy bien. Quédate aquí. —No quería arruinar su noche—. Estoy bien. En serio. Sólo necesito un poco de aire fresco.

Sophia cedió con un poco más de persuasión y me apresuré a salir del garaje, sintiendo como si cientos de ojos estuvieran mirando mi espalda, aún sabiendo que probablemente nadie estaba mirado.

El aire frío levantó el cabello húmedo de mi cuello, pero no lo sentí realmente. No paré. Seguí caminando, mis manos abriéndose y cerrándose a mis lados. Estaba frente a mi coche antes de que me diera cuenta. Sacando las llaves de mi bolsillo, me puse frente del volante. Mis manos temblaban, las presioné contra mi rostro. Oh Dios, todavía podía sentir sus manos, no las del tipo ebrio, las de Blaine. Podía escucharlo susurrando en mi oído, sintiéndolo detrás de mí, la presión... tirando mí cabeza hacia el respaldo, apreté mis ojos cerrados.

—No, no estoy haciendo esto.

Las palabras parecieron hacer eco en el coche y fueron tiradas de regreso a mi rostro, porque estaba haciendo esto, haciendo exactamente lo que no debería hacer. No podía volver allí, ni por mis amigos o por mi sudadera.

Empujé las llaves en la ignición, saqué mi coche de entre otros dos. Ni siquiera sé como llegué a casa. No recordaba nada del camino, sólo que estaba parada en medio de mi apartamento, tratando de recuperar el aliento. Llegué al pasillo antes de deslizarme por la pared, atrayendo mis rodillas a mi pecho. Me acurruqué, pasando mis manos por mi pelo. Apreté mis ojos cerrados, pero las lágrimas salieron libres, deslizándose hacia abajo por mis mejillas.

No había duda en mi cabeza de que lo había arruinado. Había sobre reaccionado. El tipo de la fiesta había sido terriblemente directo, pero yo había exagerado. Había dejado que el pasado distorsionara lo que en realidad había estado pasando. Había entrado en pánico y José casi se mete en una pelea por eso.

Presioné mi frente contra mis rodillas, tirando mi pelo hacia atrás. No podía hacer esto. Lo había tratado y había convertido un buen rato en un épico fallido. ¿Qué había mal conmigo? Había varias respuestas para eso, muchas erróneas. No eran nuevas noticias pero... había querido tanto que esta noche fuera buena, que esta noche fuera un empujón extra en la dirección correcta, lo que sea que esa dirección fuera. Un sollozo salió y mantuve mi mandíbula sujeta hasta que mis molares dolieron. En su lugar, yo estaba aquí, de vuelta al punto de partida.

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El latido de mi cabeza había aumentado hasta que sentí como todo el apartamento latía junto a ella. Haciendo una mueca, abrí mis ojos y me di cuenta de que había estado sentada en el pasillo y me dolía todo el cuerpo. Me había quedado dormida, tal vez por una hora o dos. Y el latido no era en mi cabeza, era en mi puerta.

Me levanté del suelo, apresurándome a la puerta. Estaba tan fuera de mí que ni siquiera confirmé para ver quién era. José entró como un cañón a través de la puerta y estaba contra su pecho antes de que pudiera procesar lo que pasaba. Brazos fuertes barrieron a mí alrededor, y su mano se acercó, sosteniendo la parte posterior de mi cabeza. Inhalé profundamente, aspirando el suave olor a colonia y alcohol.

—Jesucristo —dijo, su mano convirtiéndose en un puño entre mi cabello—. ¿Por qué no contéstate tu maldito móvil?

—Dejé mi móvil en el coche. Creo. —Mi voz sonó amortiguada contra su pecho.

Maldijo de nuevo mientras se empujaba hacia atrás. Sus manos fueron a mis mejillas, sosteniéndome de una manera que no atraía memorias oscuras.

—He estado reventando tu celular. También lo han hecho Lucas y Sophia.

—Lo siento. —Pestañeé suavemente—. No sabía...

—Has estado llorando. —Sus ojos se entrecerraron hasta que sólo una estrecha franja de azul se mostró en ambos—. Has estado jodidamente llorando.

—No, no lo he hecho. —La mentira sonó poco convincente.

—¿Te has mirado en el espejo? —exigió. Cuando sacudí mi cabeza, dejó caer sus manos y cerró la puerta detrás de él. Luego tomó mi mano. Un músculo palpitó a lo largo de su mandíbula y cuando habló, su voz era dura—: Vamos.

Lo dejé llevarme al baño del pasillo. Cuando encendió la luz del techo, me hizo una mueca y luego me miré a mí misma en el espejo.

—Oh Dios...

Mis ojos estaban hinchados y rojos, pero fueron las vetas de rímel negro lo que realmente consolidó el hecho de que mi primer intento de asistir a una fiesta en cinco años no había terminado bien. Mi mirada se encontró con la de José en el espejo y la vergüenza me inundó. Dejé caer mi cabeza en mis manos y murmuré—: Perfecto, simplemente perfecto.

—No está tan mal, cariño. —Su voz se suavizó mientras sus manos se asentaban en mis brazos. Gentilmente tiró de mis manos—. Siéntate.

Me senté en el inodoro con la tapa cerrada. Mirando a mis dedos, obligué a mi lento cerebro a ponerse al día.

—¿Qué estás haciendo aquí?

—¿Qué estoy haciendo aquí? —Pasó una toalla por debajo del grifo y se arrodilló frente a mí—. ¿Es una pregunta seria?

—Supongo que no.

—Mírame. —Cuando no lo hice, repitió—: Maldición, _____, mírame.

Guau. La ira se elevaba como humo a través de mí. Levanté mi barbilla. —¿Feliz?

El músculo estaba de vuelta, latiendo repetidamente. —¿Por qué vendría aquí? Te fuiste de la fiesta sin decir una palabra a nadie.

—Le dije a...

—Le dijiste a Sophia que ibas a tomar algo de aire fresco. Eso fue hace tres horas, ____. Ellos pensaron que estabas conmigo, pero cuando me vieron más tarde sabían que no. Después de lo que pasó con ese cabrón, los asustaste.

La ira se filtró fuera de mí, remplazado por la culpa. —No fue mi intención. Sólo dejé mi móvil en el coche.

No dijo nada mientras alisaba la toalla debajo de mis ojos, quitando el rímel. —No necesitabas irte.

—Exageré. —Bajé mis pestañas y dejé escapar un suspiro—. El tipo... realmente no había hecho nada malo. Sólo me sorprendió y exageré. Arruiné la fiesta.

—Tú no arruinaste la fiesta. Y ese hijo de puta no debió haber estado agarrándote. Joder. Te escuché decir "déjame ir" y sé malditamente bien que él lo hizo también. Tal vez no debí haber reaccionado tan... enérgicamente como lo hice, pero joder. Te estaba agarrando y no me gustó.

Sí, le había dicho al tipo que me dejara ir, pero él había estado borracho y estúpido. Todo lo que quería era bailar conmigo. Sabía cuando un chico se volvía una amenaza. Él no había tocado esa etapa. Quién sabe si lo hubiese hecho, pero habían sido los recuerdos los que me habían enviado al borde.

—No necesitabas venir aquí —dije finalmente, de repente bastante cansada—. Deberías estar en la fiesta divirtiéndote.

José estuvo en silencio tanto tiempo que tuve que mirarlo. La expresión en su cara era una mezcla entre querer estrangularme y algo muy, muy diferente. Hubo un movimiento de inmersión en mi estomago, muy parecido a como había estado en la fiesta antes de que todo se fuera al infierno.

—Somos amigos ¿no? —dijo tranquilamente en voz baja.

—Sí.

—Esto es lo que los amigos hacen. Están pendientes entre ellos. Sophia y Lucas habrían venido, pero hice que se quedaran.

Tal vez malinterpreté el momento que estábamos teniendo. — Necesito conseguir mi móvil y llamar...

—Yo le enviaré un mensaje a Sophia. Tengo su número. —Se meció sobre sus talones, mirándome—. El hecho de que no esperaras que alguien viniera a chequearte es... ni siquiera sé lo que es.

No dije nada y comencé a mirar lejos, pero su mano vino hacia mí, descansando contra mi mejilla. Su pulgar se movió suavemente a través de mi piel. Nuestras miradas se encontraron, y me hubiera gustado tener algo ingenioso que decir, algo que borrara esta noche. Bueno, excepto la manera en la que me había mirado en la fiesta. En cierto modo me gustó eso. Bien. Realmente me había gustado eso, pero lo que sea.

—¿Por qué llorabas? —preguntó—. Espera. ¿Ese hijo de puta te lastimó? Porque yo voy a...

—¡No! En lo absoluto —dije rápidamente. Tenía el presentimiento de que José seguiría a ese tipo y le daría una paliza si creía que me había hecho daño.

—Entonces, ¿por qué? —Su pulgar se movió y me dejé llevar por algún instinto olvidado. Volví la cabeza en su palma—. Habla conmigo.

Hablar era tan fácil para la mayoría de las personas, pero la mayoría de las personas tenían cosas de las que realmente querían hablar. —No lo sé. Supongo que sólo estaba siendo una chica.

Sus cejas se alzaron. —¿Estás segura de que eso es todo?

—Sí —susurré.

José no dijo nada más por un rato. En vez de eso, sus ojos se movían sobre mi rostro, examinándolo detenidamente. —¿Estás bien?

Asentí.

Su mano se movió hacia abajo y su pulgar rozó el borde de mi labio.

Inhalé una respiración fuerte, poniéndome demasiado consciente de lo muy cerca que estábamos.Extraño, me di cuenta. Había querido decir algo para hacer que esta noche desapareciera, pero no eran necesariamente palabras lo que necesitaba.

Un toque, una simple mirada era igual de poderoso.

No estaba pensando en nada que no fuera él en ese momento.

Había una libertad en eso que no había experimentado antes.

Su mirada se centró en mis labios y en el momento en que me di cuenta de eso, mi corazón comenzó a latir fuertemente, enviando mi sangre a quemar en mis venas. No había mucho espacio separándonos.

Todo lo que él tenía que hacer era moverse unos centímetros y eso sería todo.

Entonces su mirada se desvió hacia arriba.

José cerró la pequeña distancia que había entre nosotros antes de que tuviera una oportunidad de moverme lejos. Mi corazón saltó en mi pecho al pensar que él podría besarme, de que estaba literalmente a segundos de mi primer beso, y no tenía ni idea de qué hacer. Mi boca se sentía rara después de todo el llanto y estaba sentada en un inodoro, lo que probablemente no era lo más romántico.

Pero no me besó. Presionó su frente contra la mía y dejó salir una respiración entrecortada que olía a menta. —Me vuelves jodidamente loco a veces.

Yo misma me vuelvo jodidamente loca. —¿Lo siento?

José se alejó un poco, sus ojos buscando en mi rostro. —No huyas así de nuevo, ¿de acuerdo? Estaba muy preocupado cuando no te podía encontrar y nadie sabía dónde estabas.

Casi me disculpé de nuevo, pero las disculpas eran como los deseos. Había abundancia de los dos en mi vida y ninguno en realidad hacía alguna diferencia. Así que hice algo que nunca en mi vida había pensado que haría, ni siquiera antes.

Moviéndome hacia adelante rápidamente, presioné mis labios en su suave mejilla. Sus ojos se abrieron, y retrocedí. Bajo su mirada intensa, me pregunté si había sido incorrecto lo que había hecho.

Nicholas comenzó a moverse hacia adelante y luego se detuvo. Sus ojos eran tan grandes y eran verdaderamente hermosos, únicos en la forma en que el color parecía profundizarse y oscurecerse. —¿___(Tn)?

Tragué saliva. —¿José?

No me dio su sonrisa de medio lado o mostró su único hoyuelo. —Sal en una cita conmigo.

Hubo un tirón en mi pecho y me recordó a ese momento cuando él había vuelto al campus de sus vacaciones de otoño y había venido directamente a mi apartamento. Algo se había roto dentro de mí entonces y lo hizo ahora, como una pared de... reserva. La fiesta no había funcionado, pero José... era diferente. Siempre había sido distinto.

Y él estaba aquí. Eso tenía que significar algo. Se sentía como si lo fuera.

Mi cerebro me estaba diciendo que esto era una mala idea y le dije a mi cerebro que cerrara la boca, porque raramente me decía algo que me sirviera de ayuda.

Tomé un respiro, uno que no necesitaba. —Sí.

Esperando por ti (Wait For You) - José Madero.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora