Para el momento en que el pan llegó junto a nuestras bebidas y fue colocado en la brillante mesa cuadrada entre nosotros, yo había logrado mejorar el control de mi respiración. El nerviosismo volvió en el camión camino al restaurante, aunque José parecía no notarlo y estaba completamente a gusto. Pasé demasiado tiempo mirando el menú, me resistí a la tentación de empezar a masticar mis bonitas uñas.
José me empujó con el pie por debajo de la mesa y miré hacia arriba.
—¿Qué?
Asintió hacia mi derecha, y vi al mesero de pie allí con una sonrisa.
—Oh, um, ¿puedo obtener el... —Elegí la primer cosa en la que mis ojos se centraron—... pollo márzala?
El mesero garabateó eso y luego José pidió un bistec, término medio con una ensalada y papas al horno. Cuando el mesero se fue, José tomó el pan. —¿Quieres un poco?
—Claro. —Esperaba no ahogarme con él. Lo vi cortar un trozo a la mitad y luego untar mantequilla en él—. Gracias.
Arqueó una ceja, pero no dijo nada mientras mordisqueaba el pan, una pequeña pieza a la vez. Retorcí mi cerebro por algo que decir. Ni siquiera tenía que ser interesante. Sólo necesitaba hablar. Por alguna razón, la conversación que tuvo con Roberto resurgió y me agarré a eso.
— ¿Practicas algún deporte?
José parpadeó como si lo hubiese agarrado con la guardia baja.
Me ruboricé. —Lo siento. Eso fue realmente al azar.
—Está bien. —Mordió el pan lentamente—. Solía jugar.
Afortunadamente me estaba siguiendo la corriente, me relajé un poco. —¿Qué deporte?
Cortó otro trozo de pan. —Jugaba al futbol.
—¿En serio? —¿Por qué todos los jugadores de futbol eran calientes? ¿Era algún tipo de ley universal del futbol?—. ¿En qué posición?
Aunque sabía que José probablemente sospechaba que no sabía nada sobre fútbol, continuó—: Era delantero, que es una posición de jugador medio.
—¡Oh! —Asentí como si tuviera idea lo que eso significaba.
Ese hoyuelo de José brilló. —Eso significa que hacía muchas anotaciones.
—¿Así que eras bueno?
—Era aceptable. Tenía que ser rápido, así que corría mucho.
Eso es casi todo lo que sabía de fútbol, correr mucho.
—¿Jugabas en la escuela secundaria?
—La escuela secundaria, una liga, y mi primer año de Universidad.
Me atreví otro bocado de pan. Hasta aquí todo bien. —¿Por qué te detuviste?
José abrió la boca, pero luego la cerró. Mirando fijamente sobre mi hombro, varios minutos pasaron antes de que se encogiera de hombros. — Sólo no era algo que quisiera seguir haciendo.
Era la reina de las respuestas evasivas, así que sabía reconocer una. Y también quería cavar más profundo y saber más, pero había dado las mismas pobres respuestas cuando me preguntó sobre bailar. No estaba en la posición de presionarlo.
Su mirada ultra brillante se posó en mí y en la tenue iluminación, sentí mi rostro volverse de un tono más oscuro de rosa. Jesús, necesitaba dejar de ruborizarme.
Se rió entre dientes, y yo quería tirarle mi pan a la cara. —_____...
—¿José?
Se inclinó sobre la mesa y la pequeña vela en el centro envió una sombra danzante sobre su cara. —No tienes que estar nerviosa.
—No lo estoy.
Su ceja se elevó.
Suspiré. —Está bien. Lo estoy. Lo siento.
—¿Por qué te disculpas? No tienes que hacerlo. Es tu primea cita.
—Gracias por recordármelo —murmuré.
Sus labios temblaron como si quisiera sonreír. —No es algo malo. Vas a estar nerviosa.
—Tú no lo estás.
—Eso es porque soy genial.
Rodé mis ojos.
Se echó a reír, y el sonido era profundo y rico. —No tienes que estarlo. Quiero estar aquí contigo, _____. No tienes que preocuparte por impresionarme o sorprenderme. Ya has hecho eso.
—Eso es... —Negué con la cabeza, ignorando el bulto en mi garganta. Lo miré fijamente—. Eres tan... no lo sé. Tú sabes que decir para...
—¿Para?
Tiré mi pelo hacia atrás y luego dejé caer mi mano en mi regazo.
Estaba temblando. —Simplemente dices la cosa correcta.
—Es porque soy...
—Genial —facilité—. Lo sé.
José se echó hacia atrás. —No iba a decir eso, pero me alegra que empieces a darte cuenta de mi genialidad.
—¿Entonces que ibas a decir?
—Que lo dije porque es verdad y te quiero.
—¿Por qué yo? —Solté, y entonces cerré los ojos un momento—. Está bien. No respondas eso.
Justo en ese momento la comida llegó, gracias a Dios. La conversación fue abandonada... por unos dos minutos.
—Voy a responder esa pregunta —dijo José, mirándome a través de sus pestañas.
Quería plantarle mi pollo relleno en la cara. —No tienes que hacerlo.
—No, creo que sí.
Apretando mis cubiertos, tomé una respiración profunda. —Sé que es una pregunta estúpida para hacer, pero eres hermoso, José. Eres bueno y divertido. Eres inteligente. Te he estado rechazando por dos meses. Podrías salir con cualquiera, pero estás aquí conmigo.
—Sí, lo estoy.
—Con la chica que nunca ha estado en una cita antes —agregué, echándole una mirada mortal—. Sólo que no parece real.
—Está bien. —Cortó un trozo de su filete—. Estoy aquí contigo porque quiero estarlo, porque me gustas. Ah, déjame terminar. Ya te lo he dicho. Eres diferente, de una buena forma así que saca esa mirada de tu cara.
Mis ojos se estrecharon.
Sonrió. —Y admitiré, que algunas de las veces en las que te invité a salir, sabía que no ibas a decir que sí. Y quizás no siempre fui serio cuando lo hice, pero siempre fui serio sobre querer salir contigo. ¿Entiendes eso?
Um, en verdad no, pero asentí.
—Y a mí me gusta salir contigo. —Puso un trozo de filete en su boca—. Y, oye, creo que soy un partido bastante malditamente bueno para tu primera cita.
—Oh Dios mío —me reí—. No puedo creer que acabes de decir que eres un buen partido.
Se encogió de hombros. —Lo soy. Ahora come tu pollo antes de que me lo coma yo.
Sonriendo, me dispuse a escoger, yendo por la parte rellena primero. Con la excepción de hacer preguntas estúpidas, mi primera cita estaba yendo bien. José comenzó a dirigir las preguntas y yo no era sólo una muda allí sentada. Aunque, bastante seguido, nuestras miradas se encontrarían y yo olvidaría lo que hacía o perdería completamente el rastro de lo que él estaba diciendo. Pero estaba teniendo un buen rato. Disfrutaba de José y yo. Y ¿la mejor parte? No pensaba más allá del ahora. Sólo estaba... aquí y era un lindo lugar para estar.
Cerca del final de la cena, José preguntó—: Así que, ¿qué harás en Acción de Gracias? ¿Volverás a Texas?
Solté un bufido. —No.
Frunció el ceño. —¿No volverás a casa?
Terminando mi pollo, negué con la cabeza. —Me quedaré aquí. ¿Tú irás a casa?
—Iré a casa, no estoy seguro exactamente cuándo. —Levantó su copa—. ¿En serio no irás a casa? Es más de una semana... nueve días. Tienes tiempo.
—Mis padres... están de viaje, así que me quedo aquí. —Esa no era una gran mentira. Cerca de esta fecha del año, entre Acción de Gracias y Navidad, mis padres se van en cruceros o en viajes de ski—. ¿Tus padres hacen la gran cena de Acción de Gracias?
—Seh —murmuró, su mirada cayendo sobre su plato vacío.
La conversación decayó un poco en ese punto y como la cuenta llegó, José no parecía como si quisiera quedarse. El aire nocturno estaba más allá del frío y nuestras respiraciones formaban nubes hinchadas, de color blanco brumoso. Un furioso viento nos golpeó, levantando mi cabello y tirándolo alrededor de mi rostro. Me estremecí y me hundí en mi chaqueta.
—¿Frío?
—Esto no es Texas —admití.
José se rió y se acercó más, dejando caer su brazo sobre mis hombros. El calor de su cuerpo inmediatamente se deslizó sobre el mío y trabajé duro en no tensarme y caer de lleno sobre mi trasero. —¿Mejor? — preguntó.
Todo lo que pude hacer fue asentir. Una vez que estuvimos fuera del viento brutal, me desplomé dentro del auto. José subió, encendió el motor y luego golpeó las manos, frotándolas. Miró hacia mí.
—¿Tuviste una buena cena?
—Sí. Y gracias por la comida. Quiero decir, la cena. Gracias — tropecé con mis palabras, cerrando mis ojos—. Gracias.
—De nada. —Diversión coloreaba su tono—. Gracias a ti por aceptar finalmente salir conmigo.
Encendió la radio después de eso, no lo suficientemente fuerte como para que no podamos hablar, pero estaba demasiado ocupada concentrándome en las cosas importantes. En algún lugar entre Hagerstown y Heights University, había tomado una decisión muy importante.
Si José me besaba, no iba a enloquecer.
Nop. Nop. Nop.
Actuaría como una maldita chica de diecinueve años con una pizca de experiencia y no una loca. Luego de nuevo, él podría no besarme. Podría haberse dado cuenta en algún punto durante nuestra cita que no valía la pena besarme y volvería al apartamento con la cabeza en alto a pasar el rato con Roberto y Raphael. Y si es así, estaría bien. Yo estaría bien con eso.
Pero cuando llegamos a nuestro apartamento mientras llegábamos al quinto piso, me di cuenta que no quería que la noche terminara todavía. Nos detuvimos frente a mi puerta, y me volví para enfrentarlo, retorciendo mis dedos a lo largo de la correa de mi bolso.
Sus labios se curvaron hacia arriba en un lado. —Así que...
—¿Te gustaría entrar? ¿Por algo de beber? Tengo café o chocolate caliente. —¿Chocolate caliente? ¿En serio? ¿Tenía doce años? Joder—. No tengo cerveza ni nada más...
—Chocolate caliente está bien —me cortó—. Sólo si tiene el tipo con los pequeños malvaviscos.
Por mis labios se extendió una sonrisa y no me importó cuán grande o boba luciera. —Los tengo.
—Entonces enséñame el camino, cariño.
Con el corazón latiendo desbocada, nos llevé a mi apartamento y encendí la lámpara al lado del sofá. Arrojando mi chaqueta, me dirigí a la cocina. José se sentó en el sofá mientras yo nos preparaba el chocolate caliente. Mientras se hervía el agua, salté fuera de mis zapatos. Llevé dos tazas humeantes de vuelta.
—Gracias. —Agarró una—. Tengo una pregunta para ti.
—Está bien. —Me senté enfrentándolo, metiendo mis piernas debajo de mí.
Él tomó un sorbo. —Así que basada en la experiencia de tu primera cita, ¿te gustaría salir en una segunda?
Una sensación agradable zumbaba en mi pecho. —¿Como una segunda en general?
—En general.
Me encogí de hombros y luego tomé de un poco de mi chocolate caliente. —Bueno, esta fue una muy buena primera cita. Si las segundas citas fueran como esta, entonces supongo que sí.
—Hmm. ¿Con cualquiera o...?
Bajé mis pestañas. —No con cualquiera.
—Entonces ¿tendría que ser con alguien en particular?
La agradable sensación se extendió en mis miembros. —Creo que tendría que serlo.
—Interesante —murmuró, tomando otro trago. Cuando me miró, sus ojos brillaban de manera positiva. Cristo. Estaba jodida. Los ojos brillaban hacia mí—. ¿Tendrá este alguien en particular que esperar otros dos meses si te pide salir?
No podía luchar con la sonrisa, así que tomé un trago. —Depende.
—¿De?
—Mi estado de ánimo.
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Esperando por ti (Wait For You) - José Madero.
RomanceAlgunas cosas valen la pena esperar... Viajando miles de kilómetros de su casa para entrar a la universidad es la única manera para ___ ___(TA), de diecinueve años, para escapar de lo que sucedió en la fiesta de Halloween hace cinco años, un acontec...